Encantador estafador y ladrón ingenioso
que haría lo que fuese por conseguir un solo dólar pues su avaricia y
astucia no le impediría otra cosa en su vida que ser el gran
protagonista de la falsificación y el fraude. Nació en 1860 en Gilmanton
en el seno de una honrada y puritana familia de New Hampshire. Se sabe
de su padre que padeció de alcoholismo y le maltrató durante sus
primeros años con mucha crudeza.
A los 18 años se casó con Clara
Louering, una chica joven y además rica, quien pagaría sus estudios de
medicina, arruinaría, y después, una vez obtenido con lustre su diploma
en la Universidad de Michigan, la abandonaría por una guapa viuda que
complacería sus necesidades gracias a las rentas de su respetable casa
de huéspedes. Siendo ya médico, dejó sin pena aquella segunda conquista.
Alto, guapo, con aire distinguido y
siempre elegantemente vestido, Mudget tenía innumerables éxitos
amorosos. Al llegar a Chicago, no tardó en seducir a una encantadora
joven y casualmente millonaria llamada Myrta Belknap. Para vencer las
reticencias que la virtuosa señorita le oponía, se bautizó como Holmes y
se casó con ella, y gracias a unas falsificaciones de escrituras, se
apresuró a estafarle 5.000 dólares a su familia para construirse en
Wilmette una suntuosa casa.
En 1889 marcha a la tierra de las
oportunidades, América, se instala en Chicago respondiendo a un anuncio
del periódico: " Se necesita farmaceútico". Pronto asumió el control del
negocio y consiguió la gerencia de la farmacia propiedad de una viuda
excesivamente ingenua, de quien se hizo a la vez su amante y hombre de
confianza. Vendió sus invenciones medicinales por correo, incluso
curaciones falsas para combatir el alcoholismo. A base de
falsificaciones de contabilidad y malversaciones de fondos, logró
adueñarse de la totalidad de los bienes de la desgraciada, amontonó una
gran fortuna y después la hizo "desaparecer" y puso en obra su gran
proyecto, el castillo Holmes.
Se aproximaba la famosa Exposición
Universal de Chicago de 1893, que atraería a la ciudad gran afluencia de
gente, pues se trataba del reflejo gigantesco del progreso de la
humanidad en la industria y la ciencia, momentos de seguridad y
optimismo.
Cabía esperar que acudieran a tal
célebre acontecimiento multitud de espectadores y para suerte de Holmes,
mujeres guapas, ricas y solas. Holmes no podía desaprovechar la
oportunidad del evento y gracias a una serie de estafas adquirió un
terreno y emprendió la construcción de un enorme hotel para satisfacer
las necesidades de la ciudad con el aluvión de gente que necesitaría de
un tranquilo y acogedor hospedaje en su hotel, concebido como si de un
castillo se tratase, con cierta estética de fortaleza medieval. El
interior del hotel lo diseñó él mismo. En cada una de las habitaciones
se escondían trampas y puertas correderas que daban a un laberinto de
pasillos secretos desde los cuales, por unas ventanillas visuales
disimuladas en las paredes, el doctor podía observar a escondidas el
vaivén de sus clientes y sobretodo sus clientas. Las habitaciones
estaban insonorizadas y algunas no se podían abrir desde dentro. Las
mujeres quedarían atrapadas tras un panel de cristal en un compartimento
hermético en el cual, Holmes bombearía con el gas mortal. El cuerpo
sería enviado después al sótano a través de una rampa que desembocaría
en las tinas de ácido y cal, y en el centro del sótano una mesa de
disección donde cortaría los cadáveres quitando los órganos principales.
Después Holmes vendería los esqueletos blanqueados a las Universidades
de Medicina.
Con solo abrir unos grifos de gas podía
asfixiar a los ocupantes de algunas habitaciones. También disponía de un
montacargas y dos especies de toboganes que servían para hacer bajar
los cadáveres a una bodega ingeniosamente instalada donde eran disueltos
en una cubeta de ácido sulfúrico, reducidos a polvo en un incinerador o
simplemente hundidos en una cuba llena de cal. En una habitación había
instalado un impresionante arsenal de instrumentos de tortura. Con sus
conocimientos de medicina, envenenaba y gaseaba a sus víctimas,
desmembrando sus cuerpos y alterándolos con química o quemándolos. ¿
Cuáles serían sus motivos? la satisfacción o deseo sexual o ambas, nunca
lo sabremos.
El
Castillo Holmes fue terminado en 1892 y la construcción la llevaron a
cabo varias empresas, éstas nunca fueron pagadas e interrumpían pronto
sus obras, de esa manera el propietario era el único en saber
detalladamente los arreglos que habrían podido suscitar la curiosidad.
La exposición de Chicago abrió sus puertas el 1 de mayo de 1893. Durante
los seis meses que duró la exposición, la fábrica de matar del Dr.
Holmes no se desocupó. El verdugo escogía a sus "clientas" con mucha
precaución, pues el anuncio que puso en el periódico decía: "Hotel para
mujeres solas", para evitar las visitas inoportunas de amigos o
familiares.
Con la llegada del final de la
Exposición, los beneficios del hotel disminuyeron y Holmes pensó que el
medio más sencillo de procurarse ingresos sería incendiar el último piso
del hotel y reclamar a su asegurador una prima de 60.000 dólares, sin
pensar siquiera que la compañía podría investigar antes de pagárselos.
Una vez descubierto el pastel por la aseguradora, nuestro doctor tuvo
que refugiarse y marchó a Texas, donde se apresuró a estafar como pudo,
cosa que lo llevó a la cárcel por primera vez. Liberado bajo fianza,
salió unos meses después iniciando así de nuevo una operación criminal.
La
idea era sencilla, un cómplice de prisión llamado Pitizel debía hacerse
un seguro de vida en una compañía de Filadelfia. Más tarde se
presentaría como suyo un cadáver anónimo desfigurado por accidente y no
habría más que repartir la prima que cobraría la Sra. Pitizel, mientras
que el "muerto" iría durante a algún tiempo a hacerse olvidar a
Sudamérica. Pero para desgracia de Pitizel, Holmes tuvo la mala idea de
cambiar el plan y de matar realmente a Pitizel. Aquella solución tenía
la ventaja de ahorrarle la búsqueda de un cadáver y sobretodo permitirle
quedarse con la totalidad de la prima, deshaciéndose de la Sra. Pitizel
y de sus hijos, lo que era para él un trabajo rutinario.
Holmes acudió a la morgue para reconocer
el cuerpo de su amigo Pitizel y fue a Boston a buscar a la desdichada
viuda a quien trajo a Filadelfia para que cobrara su dinero. Aunque la
denuncia de un antiguo compañero de celda de Pitizel, Marion Hedgepeth,
vino a sembrar la duda en el ánimo de los aseguradores.
La Policía hizo una investigación y
remontó con paciencia todos los eslabones de la cadena. Holmes confesó
primero la estafa a la compañía aseguradora y, ante las pruebas
abrumadoras reunidas en su contra, los asesinatos de la Sra. Pitizel y
sus hijos.
Holmes fue condenado a muerte por el
Tribunal de Filadelfia y ahorcado el 7 de mayo de 1896 y conforme a su
petición su cuerpo fue puesto en un ataud de pino y enterrado a 10 pies
sobre cemento, así su cuerpo permanecería seguro bajo tierra pues no
quería que ladrones o científicos médicos lo pudieran estudiar. Solo
tenía 35 años.
Ante el tribunal, Holmes afirmó haber
asesinado a 27 personas. Disfrutaba burlándose de la justicia; confesaba
el asesinato de personas vivas, por lo que nunca se sabrá con certeza
el número de sus víctimas. Algunas de sus palabras durante el juicio: "
Nací con el diablo, no podría ayudar diciendo que soy un asesino, no más
que un poeta puede ayudar a la inspiración para cantar. Nací con la
malvada situación junto con mi patrocinador, el diablo, al lado de la
cama donde me llevaron al mundo, él ha estado siempre conmigo".
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