Un médico que faltó gravemente a su
juramento hipocrático y que se convirtió en uno de los peores
"superasesinos" de la historia mundial, resolvió utilizar para sí mismo
una receta igual y, tal como hizo con 215 pacientes, se quitó
voluntariamente la vida en una celda de la prisión de Wakefield
(Inglaterra), donde estaba pagando una cadena perpetua.
Harold Shipman, de 58 años, mundialmente
conocido como el "Doctor Muerte" y múltiple asesino, fue encontrado
ahorcado el 13 de enero de 2004 en su celda de la cárcel de máxima
seguridad a las 6.20 GMT y dos horas después se certificó oficialmente
su fallecimiento; según las versiones oficiales, debió quitarse la vida
durante la madrugada, utilizando las sábanas de su cama.
Las sospechas, que condujeron a las
investigaciones sobre la forma como trabajaba el médico, a quien durante
el juicio se señaló como un "adicto al asesinato", comenzaron en 1998
cuando cometió uno de sus mayores errores, al falsificar el testamento
de una anciana de 81 años a la que asesinó inyectándole morfina. Tras la
investigación, el 7 de septiembre de ese año fue detenido.
Correspondió a la hija de esta
octogenaria, una abogada llamada Angela Woodruff, denunciar al
aparentemente "afable doctor", ya que se extrañó de que su madre
Kathleen Grundy le hubiese dejado al médico, a través de un testamento,
365.000 libras esterlinas.
Fue este el principio del fin del
criminal, que tras un juicio de 52 días recibió como castigo, en enero
de 2000, la cadena perpetua por el asesinato de 15 pacientes, todas
mujeres de avanzada edad, pero nuevas investigaciones indicaron que
mató, cuando menos, a otras 200, aunque las cifras se elevan hasta las
260.
La juez Janet Smith afirmó el año pasado
en Manchester, que el "Doctor Muerte" "es posible que haya sido un
drogado del crimen" y expresó que durante su investigación fueron
analizadas las circunstancias de 887 fallecimientos de pacientes de
Shipman, quien comenzó a matar en 1975, un año después de haber
comenzado a ejercer su carrera de Medicina.
Al parecer, cuando tenía 17 años fue
testigo de una dolorosa muerte de su madre a causa del cáncer y eso,
según algunos psiquiatras británicos pudo "marcarle para el resto de su
vida", porque ella fue tratada en sus últimos días con morfina para
calmar los intensos dolores que sufría.
Además, resultó ser un adicto a los
calmantes y en la década de los años 70 llegó a reventarse las venas por
utilizarlos en cantidades desproporcionadas, pero las autoridades
únicamente le multaron con 600 libras esterlinas, que pagó para quedar
así libre de cargos y ejercer una carrera que le llevó a matar a la
amplia mayoría de sus pacientes.
El
"asesino en serie", si los números de 215 son los válidos, mató entre
1975 y 1998 a 171 mujeres y 44 hombres, de edades que iban de 41 a 93
años, pero según la juez Smith aquella cifra "no refleja completamente
la amplitud de los crímenes" porque existían, a su juicio, fundadas
sospechas que había otras 45 víctimas mortales.
Shipman, que ejerció como "médico de
familia" en Todmorden, inicialmente, y desde 1977 en Hyde, una población
cercana a Manchester, prefería acabar con la vida de mujeres mayores de
60 años que vivían solas y a las cuales, durante las visitas que
efectuaba, les inyectaba dosis de morfina o heroína, y luego certificaba
que habían fallecido como consecuencia de una crisis cardíaca. Según
los jueces, no hubo en esos asesinatos ningún motivo de índole sexual ni
económico, salvo en el de Kathleen Grundy, que se convirtió en su
perdición.
¿Entonces, qué lo condujo a cometerlos?
De acuerdo con lo expresado por el fiscal del caso, cuyas acusaciones
influyeron para que se le condenase a cadena perpetua, lo hizo "por el
drama de quitarle la vida a alguien, por tener poder sobre la vida y la
muerte". Se creía Dios, cuando sólo era un miserable asesino.
Fue en Hyde donde Shipman asesinó a 214
de las 215 víctimas reconocidas y por lo cual se le condenó a la cadena
perpetua. En 1998, cuando fue detenido e ingresado en prisión, alcanzó a
matar a 18 personas, pero en los años 1995 y 1996 se registraron las
mayores cifras con 30 crímenes en cada uno de esos años.
La magistrada Smith dijo, tras la
investigación realizada, que Shipman asesinaba a sus víctimas en sus
domicilios por las tardes, y que el "Doctor Muerte" había "traicionado
la confianza de los pacientes de una manera y con una amplitud que,
creo, carece de equivalente en la historia".
También explicó que los últimos tres
asesinatos realizados en 1998 por el médico podrían "ser evitados y sus
víctimas salvadas" si la Policía que realizó la primera investigación la
"hubiese correctamente efectuado", porque a juicio de ella, dos
inspectores novatos efectuaron un "mal trabajo".
Shipman
no se inmutó durante el juicio, ni cuando le leyeron la condena. El
juez Forbes le impuso la sentencia en firme y le dijo: "cada una de las
víctimas era su paciente. Por su maldad y por sus perversas intenciones
usted se aprovechó de ellas y abusó de su confianza. No me cabe la menor
duda de que cada una de sus víctimas sonrió y le dio las gracias cuando
usted les administraba las mortales inyecciones".
Casado y padre de cuatro hijos, el
"Doctor Muerte", que se hizo justicia a sí mismo, habló la víspera de su
suicidio con su esposa Primrose, y de acuerdo con los testimonios de
funcionarios de la prisión, en donde quedó grabada la conversación, no
se observó ninguna anomalía ni él le dio a conocer las intenciones que
tenía para quitarse la vida.
El médico que en vez de salvar vidas se
dedicó a destruirlas; el profesional que sin ninguna razón decidió, por
un simple y malévolo placer, a matar en cadena; el hombre que como un
"ángel vengador" mantenía una sonrisa que engañaba a sus víctimas para
así poderlas llevar a las tumbas tuvo, al parecer, un profundo
arrepentimiento que lo condujo al suicidio.
De esta forma concluyó una vida que sólo
sirvió para hacer el mal, pero nunca nadie sabrá los verdaderos motivos
que tuvo para convertirse en un "adicto al asesinato" e, incluso,
aceptar ese apelativo de "Doctor Muerte" por el cual nunca protestó. Se
llevó a las tumbas las vidas de muchas víctimas y a la suya propia,
misteriosamente.
ANEXO: Los casos de seis víctimas
Marie West
Zampan
asesinó a Marie West,a los 81 años, en su hogar en 1995, sin saber que
su amigo estaba en el cuarto contiguo. Marion Hadfield esperaba en la
cocina mientras el doctor inyectó con diamofina. El doctor explicó que
la señora West había muerto a causa de un brusco golpe. El policía
encontró sus expedientes médicos
Irene Turner
Irene
Turner, de 67 años, tenía un historial médico complicado y había vuelto a
salir recientemente un día muy frío, el 11 de julio de 1996 el doctor
la visitó por un simple catarro. El doctor la mató con una inyección de
morfina. Tras la exhumación, encontraron altas cantidades de morfina en
el cuerpo de la señora Turner
Lizzie Adams
La
descubrieron muerta en su hogar el 28 de febrero de 1997 por uno de sus
amigos. El doctor alegó que telefoneó varias veces en busca de una
ambulancia pero no respondían, se demostró en los expedientes del
teléfono que no se realizaron tales llamadas. El doctor muerte dijo que
había muerto de pulmonía. Sus expedientes médicos fueron encontrados en
un bolso del portador en su garaje.
Kathleen Wagstaff
Kathleen
Wagstaff, 81 años, también fue otra víctima del doctor muerte. Después
de inyectarle morfina el 9 de diciembre de 1997, declaró su muerte a
causa de enfermedad cardíaca. El doctor muerte alegó que la señora le
llamó para asistirle pero como siempre tal llamada no existía en el
registro de llamadas realizadas.
Norah Nutall
Norah
Nutall fue visitada por el doctor muerte en su hogar el 26 de enero de
1998. En menos de una hora, cuando su hijo volvió, encontró a su madre
en el suelo junto a la silla. El doctor dijo que había llamado una
ambulancia; cuando la encontró muerta, también fingió haber realizado
llamada para pedir una ambulancia y más tarde volvió a llamar para
cancelarla, pero nada de esto ocurrió..
Kathleen Grundy
La
señora Kathleen Grundy gozaba de buena salud y el día antes de su
muerte, el 24 de de junio de 1998, Shipman la visitó temprano para
tomarle una muestra de sangre, más tarde fue encontrada muerta. Cuando
su cuerpo fue exhumado un mes después, enormes cantidades de morfina
fueron encontradas. No había expediente de ninguna muestra de la sangre
que le habían tomado. El doctor muerte falsificó los expedientes tanto
escritos como del ordenador, intentado falsear el abuso de la señora a
las drogas. Al doctor le inculparon también de falsificar la voluntad de
la señora, pues dejó en su último momento todo su dinero al doctor. La
supuesta última voluntad de la señora había sido escrita por el doctor
con su máquina de escribir y la firma había estado forzada.
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