CAPITULO 4: EL AMULETO.
“Toc toc”
La puerta de
la habitación sonaba, ya que alguien te llamaba. Al abrir un camarero con un
carro con comida les metía un menú para 3 personas, y después de colocarle la mesa
les servía en los platos.
Tras recibir una propina por parte de Dalmaut,
el camarero abandonó la habitación y les dejo a los tres todo preparado para
empezar a comer.
Durante la comida, estuvieron intentándose
conocer un poco más.
Dalmaut era una persona que gracias a
herencias, y a sus trabajos, poseía una valiosa cantidad de dinero, y al no
tener familia ni nadie con quien compartirlo, lo utilizaba en investigaciones y
expediciones arqueológicas.
Los sueños y el medallón de Alejandro, le
habían convencido bastante para unirse al grupo, aunque lo que más le decidió a
ello fue el saber, que el célebre profesor Daniel Mullrray era uno de los integrantes de este grupo.
Dalmaut
admiraba a Daniel y sus teorías acerca de las pirámides y su construcción.
La comida se
celebró en todo momento en una gran armonía, y después de ella siguieron hablando
de toda clase de temas.
Alejandro
miro el reloj y vio que se acercaba la hora de la llegada de Daniel, por lo que
después de decirles al resto que iba a buscarle, se levantó y se encaminó hacia
la puerta camino de la calle.
Por su
parte, Claudia, decidió quedarse junto a Dalmaut, para que no se sintiera
extraño, y así aprovechar para descubrir algo más de las expediciones que este
había realizado años atrás.
Habían
pasado unos veinte minutos, cuando Alejandro llegaba a la estación de
autobuses, y en esos instantes, a muchos kilómetros de allí, dos personajes
siniestros, embarcaban en un avión que les conduciría, en unas pocas horas,
hasta España.
Los sicarios
de la hermandad, habían decidido no dar ningún margen de confianza a Jack, y
tratar ellos el asunto, desde el primer momento.
Lo primero
que harían, seria localizar al grupo, y vigilar discretamente todos sus
movimientos. Si por algún casual, descubrieran algo acerca del secreto que
custodia la hermandad, pasarían a la acción, eliminando de forma inminente, a
todo aquel que considerasen un peligro.
Quince
minutos después de llegar a la estación, la megafonía anunciaba la llegada del
autocar con destino de Madrid. En cuanto entro por la estación, Alejandro pudo
ver a Daniel al lado de la ventanilla, en una de las primeras filas del
vehículo.
Nada más
bajarse del autocar, Daniel y Alejandro se abrazaron y se dispusieron a recoger
el equipaje. Daniel le presento a Jack, y le explico quién era, y que se había
ofrecido a ayudar, debido a que a el también le apasionaban esos temas.
Una vez
recogido el equipaje de ambos, los tres se encaminaron en dirección al coche de
Alejandro, para en breve unirse al resto de sus compañeros. Claudia y Dalmaut
esperaban.
Alejandro y
Daniel fueron hablando durante todo el camino, acerca de los nuevos hallazgos,
y de la sorpresa que se habían llevado con Dalmaut. Jack por su parte fue, todo el camino mirando
por la ventana, sin decir ni una sola palabra. Parecía estar más interesado en
ir viendo parte de la ciudad, que en la conversación que los otros dos mantenían.
Aunque lo cierto era, que iba prestando atención a todo lo que hablaba Daniel y
Alejandro. Alejandro de vez en cuando miraba a Jack por el retrovisor, y algo
dentro de él le hacía sentir un mal presentimiento acerca de su participación.
Tras un rato de camino llegaban al parking del hotel, y después de bajar del
coche se dirigieron los tres a la habitación de Dalmaut.
Una vez ya
en la habitación, y después de las presentaciones, el buen ambiente reinaba
entre todos. Por una parte Daniel y Dalmaut, dialogaban sobre sus cosas y en otro punto de la estancia,
Claudia les contaba lo que Dalmaut les había enseñado a Alejandro y a Jack.
Tras un buen rato de charla, Dalmaut llamo a Alejandro, para en compañía de
Daniel, hablarle un poco más acerca de la Hermandad. Dalmaut era de la opinión
de que tras esa secta, se hallaban varias muertes misteriosas ocurridas en las
excavaciones de Abydos. Incluso el mismo
temió por su vida, cuando encontró la cámara con los dibujos parecidos al
collar.
Mientras los
tres seguían hablando, Claudia intentaba en vano, dar conversación a Jack, pero
este parecía más interesado en lo que hablaban los otros, que en lo que le
estaba contando Claudia. Después de un largo rato hablando, Alejandro comento a
Daniel y a Jack que podían ir a su casa para que dejaran el equipaje, y si
querían se dieran una ducha y se cambiarán de ropas.
Dalmaut y
Claudia empezaría a buscar algo nuevo, en el potente ordenador de este,
mientras Jack volvía a ponerse nervioso, y aunque él quería ver qué buscaban en
el ordenador, se dio cuenta de que debía de irse con Alejandro y Daniel para no
levantar sospechas.
Hecho esto los tres se fueron a casa de Alejandro,
y en el momento que hubieran terminado, volverían al hotel para reencontrarse
con Dalmaut y Claudia. En el coche
camino a su casa, Alejandro y Daniel seguían hablando de todo un poco, y
Alejandro volvía a sentirse incómodo con Jack, ya que desde que habían salido
del hotel se le notaba como intranquilo.
Ya en casa de Alejandro, y después de bajar los equipajes, Daniel
decidió darse una ducha y Jack se sentó en el sofá y se puso a ver la tele.
Alejandro le ofreció algo para beber o comer, a lo que Jack respondió con un
movimiento de cabeza negativo, sin dejar de mirar la televisión. Tras un rato, Daniel salió de la ducha y Jack
como si tuviera mucha prisa en ducharse, pego un brinco en el sillón y se
dirigió a la habitación, para coger algo de ropa y acto seguido se encaminó al
aseo.
Una vez que ya entro en el aseo, Alejandro estuvo a punto de comentar con
Daniel algo sobre sus presentimientos, aunque prefirió no hacerlo, pensando que
serían paranoias suyas. Por su parte
Jack, nada más entrar, y después de cerrar con el seguro la puerta, encendió la
ducha y metiéndose en el último rincón del baño, teléfono al Maestre para
contarle que no sabían nada de la Hermandad ni del secreto y aparte, le dio la
localización de la casa de Alejandro y también del hotel de Dalmaut. El maestre entonces le dijo que no diera
ningún pasó en falso que pudieran descubrirlo delante del resto del grupo, y
que se mantuviera en todo momento tranquilo y atento ante los pasos que estos
pudieran dar.
Tras
terminar la conversación, Jack ahora si se preparó para ducharse mientras que
el maestre telefoneaba a sus sicarios,
para darle todos los datos que había recibido.
La orden era clara, cuando todo el grupo estuviera junto los dos
estarían vigilando todo lo que pudieran, y en el momento que se separaran irían
cada uno a un lugar distinto.
Pasaron varios días en los que los cinco
buscaban sin éxito nuevos datos que les pudieran ayudar en algo. Jack se había integrado muy bien al grupo, y
de la sensación que ofreció el primer día poco quedaba ya.
De pronto algo ocurrió que nadie se
esperaba.
Dalmaut navegaba por internet, cuando de
pronto encontró una página que trataba de símbolos extraños en excavaciones
egipcias, pero lo que le hizo detenerse en esa publicación fue que uno de los
enlaces, estaba relacionado con “Abydos”.
Al comenzar a mirar el enlace, Dalmaut sonrío ya que salían fotos de una de sus excavaciones,
para luego quedarse sorprendido, ya que aparte de las fotos de la cámara
secreta había otras con los dibujos de la forma del collar.
De pronto el artículo arrojó una gran sorpresa,
ya que dicho artículo estaba firmado por una persona muy conocida por él.
Se
trataba de un antiguo amigo y colaborador suyo llamado, Robert Young y aunque
llevaba bastante tiempo sin estar en contacto, habían sido muy buenos
amigos. Dalmaut siguió mirando esa página, y descubrió que su
amigo se había especializado en los símbolos extraños, y que aparte de eso
trabajaba para un museo en Berlín.
También observó que al final de la página, venía un teléfono de contacto
por lo que sin dudarlo, lo marcó en su móvil para hablar con él.
Una
voz de mujer respondía a la llamada, y
preguntaba que en que lo podía ayudar . Dalmaut después de presentarse, pidió
poder hablar con Robert, a lo que la misma voz de mujer le comento que
permanecería a la espera. Tras unos
segundos de música, una voz muy familiar contestaba en un perfecto alemán.
Dalmaut después de decirle que le cambiara
de idioma, empezó a meterse con él.
Estuvieron un rato recordando viejos tiempos, y riéndose de anécdotas
vividas tiempo atrás. Tras esos primeros
minutos, la conversación fue girando hacia sus investigaciones y hacia el nuevo
rumbo que Robert había tomado.
Dalmaut después le contó un poco por encima
todo lo que estaban investigando, y la aparición del collar de Alejandro. Tanto Dalmaut como Robert sabían que ese
collar, era una de las piezas claves en esta investigación, por lo que Robert
le indicó que le diera una dirección de correo electrónico a poder ser posible encriptado,
para poderle mandar documentación y posibles pistas acerca de todo.
Una
vez que concretaron el asunto, terminaron la conversación y Dalmaut se dispuso
a esperar el correo de su amigo. Minutos
más tarde, en la bandeja de entrada del correo de Dalmaut, aparecía el mensaje de Rober. Dalmaut comenzó a revisar el correo, que aparte de fotos
contenía documentos acerca de Abydos, de
la simbología del collar, y de la secta de la Hermandad de Amón Ra. También el
correo incluía un mapa con las localizaciones donde se había sabido de la
existencia de alguno de los collares.
Tras
examinar todo lo que le habían mandado, Dalmaut pensó que lo mejor sería ir a
los lugares donde había habido rastro del collar. Quizás podrían encontrar alguna pista que
les desvelará algo más de este misterio.
Llamo sin más dilación a Daniel, para que se
reunieran cuanto antes con él. En menos
de media hora, Daniel y Jack llegaban al hotel de Dalmaut, mientras Alejandro iba en busca de Claudia
para llevarla allí también. Una vez que
todos estuvieron con Dalmaut, este
empezó a explicarle en qué consistía el plan, debido a las nuevas informaciones
que su amigo Robert le había proporcionado hacía poco tiempo.
Todos aceptaron el nuevo plan. Claudia y Alejandro se miraban con cara de
emoción, ya que veían que su sueño podía empezar a hacerse realidad. También Daniel se sentía muy emocionado, ya
que empezaba a ver que su gran sueño de descubrir algo importante, se le
empezaba a poner en bandeja.
Momentos más tarde Dalmaut, en un momento que se quedó a solas con
Alejandro, le comento que partirían de viaje en unos 15 días y que su primera
parada sería París.
Comenzaron a preparar la táctica del viaje,
cuando de pronto el teléfono personal de Dalmaut comenzaba a sonar. Tras contestar, reconocido rápidamente que el
que llamaba era Robert.
En un principio a Dalmaut le extrañó la
llamada, ya que no hacía mucho que habían hablado, pero pensó que quizás se le
hubiera olvidado contarle algo. Ni mucho
menos era así, ya que la voz de Robert era seria y con un tono preocupado. Lo primero que le dijo fue que buscara algún
sitio donde pudiera hablar sin que nadie le escuchara.
Dalmaut se dirigió al servicio, y una vez allí
le dijo que ya podía hablar con seguridad.
Robert le comento que si había leído el artículo que le había mandado
sobre la Hermandad de Amón Ra, a lo que Dalmau le contesto que sí pero que no
creía que existieran una secta como la que ese artículo relataba. Robert le cortó enseguida y le dijo que la
existencia de esta hermandad era verídica, ya que llevaban bastante tiempo investigándolos,
incluso habían puesto nombres y apellidos a muchos de sus miembros.
También le comentó, que su líder
espiritual, era un hombre de mucho poder en Estados Unidos, y que incluso
tenían fotos de él en varios actos públicos, con gente muy importante de aquel
país.
Robert, también le preguntó que si podía
confiar en la gente que le estaba ayudando, a lo que Dalmaut le contestó que no sabía dónde quería llegar
con todo esto que le estaba diciendo.
Robert dejo de dar rodeos y fue
directamente al grano, comentándole que dos de los sicarios de esta hermandad
habían volado de El Cairo hacia España, y que precisamente se encontraban en la
misma ciudad en la que ellos estaban, y que era mucha casualidad ya que ellos
habían descubierto algo que esta hermandad, trataba de custodiar a toda costa.
Además estos dos sicarios, eran de los más
peligrosos y violentos de la Hermandad, y siempre se les había relacionado,
aunque sin éxito, con misteriosas desapariciones de gente que se había acercado
a su causa.
Dalmaut no daba crédito a lo que estaba
escuchando, ya que no podía desconfiar de nadie, porque todos tenían mucha
implicación con la investigación. Una
vez terminada la conversación, Dalmaut
permaneció unos minutos pensativos, y decidió salir a contarles a todos
lo que le acababan de contar. Tras
contarles a todos lo que pasaba, quedaron un poco preocupados y al verlos así
Dalmaut comentó, que lo mejor era partir hacia París al día siguiente, y así despistar a los dos sicarios que según
Robert le seguían los pasos.
Esa noche decidieron pasarla todos juntos
en el hotel, mientras fuera, un coche
con dos ocupantes, parecía no tener prisa en marcharse, ya que llevaban casi
toda la tarde sin moverse del sitio y sin salir del coche. Sin duda no era
casualidad que estos dos hombres se encontraban allí, y no se movieran del
lugar. Los sicarios del Maestre, se
estaban tomando muy en serio su trabajo, aunque aún no sabían que en una
habitación del hotel que vigilaban, cinco personas sabían de su existencia, y
estaban empezando a tramar un plan para despistarlos. Jack en un descuido del resto, puso un
mensaje desde su móvil al Maestre, en el que le decía que los sicarios habían
sido descubiertos y que se iban a dirigir a París para despistarlos. El Maestre, después de recibir el mensaje,
medito durante unos minutos y decidió que lo mejor era, no avisar a los
sicarios y dejar que los demás se marcharán hacia París, creyendo haber burlado
la vigilancia de estos. De esta forma conseguirían. que los cinco creyeran
estar a salvo, y Jack le mandaría información de cada paso que dieran. Además en París, también había seguidores de
la Hermandad, por lo que ya no estaría solo y tendría con quien poder controlar
las andanzas del resto del grupo.
Las horas iban pasando, y el grupo ultimaba todos los detalles para su viaje. El mayor problema era cómo ir a los
domicilios de Alejandro y de Claudia, para preparar algo de ropa y recoger los
enseres de Daniel y Jack, sin que los dos sicarios sospecharan al ver los
equipajes.
Dalmaut
les comentó que no había problema, ya que los dos hombres que habían
traído su equipaje y todas sus cosas, aún seguían en Valladolid, y podrían
acercarse ellos a recoger todo. Una vez arreglado ese problema, sólo quedaba
arreglar cómo saldrían del hotel, sin que nadie les viera.
Dalmau y Daniel salieron de la habitación, y
se dirigieron a hablar con el director del hotel. Una vez en su despacho, le medio engañaron, y
le dijeron que necesitaban salir cinco personas del hotel. Pero que les tenía
que ayudar a salir por algún sitio que no fuera la puerta principal.
Dalmaut al ver que el director se quedaba un poco sorprendido,
saco unos cuantos euros de su bolsillo y se los dio guiñándole un ojo y le
dijo, que confiaba en su discreción.
También le dijo que saldrían a las 7 de la
mañana. El director miro el dinero, y tras ver qué había más de 100 €, se lo guardo, les sonrió, y les comento que
no habría ningún problema.
Ya de vuelta en la habitación, todos
picaron un poco de comida, y después decidieron intentar dormir un poco. Dalmaut
y Alejandro se quedaron bastante tiempo charlando, ya que Alejandro
nunca había salido de España, y quería saber un poco de cómo era el país que en
breve iban a visitar.
Sobre las 2 de la madrugada el teléfono
sonó en la habitación y Dalmaut se
apresuró a cogerlo, para así no
despertar a los demás que ya dormían.
Era el director del hotel, que tras saludarlo, le comento que en la
plaza número 13 del garaje había una furgoneta blanca de reparto con el
equipaje de todos y a las 7 de la mañana, un chófer les estaría esperando en
ella, para llevarnos hacia el
aeropuerto. Dalmaut colgó el teléfono, y le comento a Alejandro
que aún seguía despierto, lo que había hablado con el director.
Continuaron hablando un rato más, hasta que el
sueño se apoderó de ambos y se durmieron. Mientras en la puerta del hotel, los
dos sicarios seguían dentro del coche, con gestos de aburrimiento, debido al
nulo movimiento de su vigilancia. Las
horas pasaban, y cada vez quedaba menos para emprender el viaje, que les
llevaría a París, en busca de respuestas que pudieran aclarar algo más las
cosas.
Todos dormían tranquilamente excepto Claudia,
que aparte de la agitación que tenía, un sudor frío la estaba recorriendo todo
el cuerpo. De repente se despertó dando
un grito y medio llorando, debido al sueño que acababa de tener. Alejandro y Daniel también se despertaron, y
vieron como Claudia estaba en un estado de histeria que les hizo levantarse a
toda prisa, y acudir hacia el lugar donde ella se encontraba, e intentar
calmarla. Tras calmarse un poco rompió a
llorar, diciendo que porque estaba pasando esto.
Más tarde les contó que tenía mucho miedo,
ya que había visto a todos en su sueño, y lo estaban pasando muy mal.
Alejandro la abrazo y la empezó a acariciar
la cabeza para tranquilizarla, hasta que de nuevo Claudia se durmió. Por su parte Daniel se quedó bastante
preocupado, ya que empezó a sospechar que los sueños de Claudia y de Alejandro
pudieran ser premonitorios y realmente estuvieran en peligro. Todo esto, unido
a las prisas por salir de Valladolid, y la aparición de los dos sicarios que
les vigilaban ayudaban a ello.
Sonó el despertador y Dalmaut lo apago y se
levantó dispuesto a despertar al resto.
Primero fue a Daniel, luego a Jack, pero de pronto vio que los sitios
donde debían dejar Alejandro y Claudia estaban vacíos. Miró en el baño y allí no había nadie. Daniel y Dalmaut se miraron con gesto de
preocupación, pero sin decirse ni una sola palabra. De pronto escucharon que alguien intentaba
abrir la puerta, y como un auto reflejo cogieron lo primero que encontraron y
se pusieron tras la puerta. La puerta
comenzaba a abrirse, y Jack con un gesto rápido, a punto estuvo de estrellar
una botella en toda la cabeza de Alejandro.
Alejandro y Claudia habían bajado a la
cafetería en busca de unos bollos y alguna bebida caliente para que el resto
desayunara, pero a punto habían estado de recibir más de un golpe del resto.
Ciertamente el nerviosismo se había
apoderado de todo el grupo, aunque en realidad era lógico, debido a que nunca
ninguno de ellos, habían pasado por una situación de este nivel. Ya una vez todos calmados, Dalmaut les arengó
el hecho de que hubieran bajado a la cafetería, ya que podían haber puesto en
peligro su plan de fuga.
Tras unos momentos tensos, y una vez
calmados del todo los cinco empezaron a desayunar. Después de desayunar, y
acabar de arreglarse, esperaron a que llegara la hora de su marcha. El timbre
de la puerta sonó, y Dalmaut tras mirar el reloj, y ver que eran las 6:55,
abrió la puerta y enseguida el director del hotel le dio los buenos días, y les
pidió a todos que lo acompañara.
Les condujo por un pasillo hasta el
ascensor de personal, y tras meter una llave en una cerradura colocada en el
lugar del botón de llamada, se abrió una puerta y una vez dentro el director
marco la tecla del sótano. El ascensor les dejo en un pequeño pasillo que
conducía al garaje, y allí ya con la furgoneta en marcha, un chófer con un mono
de mudanzas puesto les indico que entraran en ella por la parte de atrás. El último en subir fue Dalmaut, que tras
agradecer al director su ayuda, se despidió de él diciéndole que ojalá, pudiera
volver al hotel ya que le habían tratado como en su propia casa. Una vez dentro de la furgoneta ya todos, el
chofer comenzó su viaje en dirección al aeropuerto.
Nada más salir del garaje, todos se agacharon para no ser vistos por los
sicarios del Maestre, que seguían en el
coche vigilando. Tras girar la esquina,
y entrar en otra calle, se volvieron a incorporar, y ya sí pudieron sentarse
cómodamente hasta llegar al aeropuerto.
Mientras en la puerta del hotel, los sicarios seguían vigilando algo que
ya no se encontraba allí. Seguramente
que en el momento que descubrieran que habían sido burlados, se enojaría mucho
e irían con más ganas a por los cinco.
La furgoneta tras salir de la ciudad, se
dirigió al aeropuerto, donde tras unos pocos minutos llegaban a el. Una vez
allí, y sin parar, entraron directamente a una zona privada y restringida para
personal no autorizado, donde ya esperaba el avión privado de Dalmaut. Tras salir de la furgoneta, todos fueron
subiendo al avión a excepción de Dalmaut, que justo en esos momentos recibir
una llamada de Robert.
Robert le preguntaba por cómo había ido todo,
a lo que este último le dijo que sin ningún problema, y que los sicarios,
gracias a la ayuda del director del hotel, no se habían dado cuenta en ningún
momento de su fuga. También le comento
que una vez que estuvieran acomodados en algún lugar, se dirigieran al Museo
del Louvre, donde había algún objeto curioso que les podría ser de ayuda en sus
investigaciones. pero que la forma de conseguirlo ya tendría que ser por sus
propios medios.
Dalmaut
nuevamente, le dijo que no entendía las indirectas, y que fuera más
claro. Realmente y desde siempre, Robert
nunca iba al grano, y estaba siempre dando rodeos para contar algo. En las excavaciones que protagonizaron los
dos, siempre solían acabar discutiendo por este motivo. Robert fue más claro y le dijo, que en una de
las salas del museo, se hallaba una vasija egipcia encontrada en unas
excavaciones de un equipo Arqueológico Alemán, con unos símbolos extraños
parecidos la escritura egipcia de la primera dinastía, aunque por las pruebas
realizadas tenía bastante más antigüedad.
Dalmaut le comento, que esperaba que no le estuviera insinuando el hecho
de que lo intentará robar, a lo que Robert riéndose, le contesto que lo único que tenía que hacer
era burlar la vigilancia y giran un poco la vasija, para copiar esos signos y
luego intentan descifrar su significado, que seguramente les podría dar alguna
pista muy buena sobre su búsqueda. Una
vez hablado todo, Robert le dijo a Dalmaut
que si necesitaba algo cuando estuvieran en París, no dudará en
llamarme.
Dalmaut
apagó el teléfono y entro al avión, donde el piloto esperaba para poner rumbo a
Francia. Ya en pleno vuelo el gesto de
Dalmaut era calmado, y una sonrisa iluminaba su cara. Daniel se acercó con la
intención de preguntarle a qué se debía la sonrisa, a lo que Dalmaut le
contestó, que era debido, a que estaba inmerso en la mayor de las aventuras que
nunca había imaginado.
Si lo que estaban buscando, se convirtiera
en realidad, sería el mayor descubrimiento de la historia. Algo que había sido buscado por muchísima
gente, y que nunca nadie jamás lo había encontrado. Y todo ello gracias a dos jóvenes
desconocidos, que estaban más cerca que
nadie de conseguirlo, debido al collar y los sueños de suyos. Daniel le dijo
entonces a Dalmaut, que él había decidido participar en esta aventura desde el
primer encuentro que tuvo con ellos, debido a la sinceridad y preocupación que
demostraron, y al collar, ya que había estudiado a fondo ciertos escritos
relacionados con lo que antiguamente se consideraba como el oráculo sagrado de
Amón Ra.
Desde los primeros faraones, hasta el
mismísimo Napoleón, o el mismísimo Hitler había ansiado encontrarlo, ya que
quien poseyera el oráculo, cambiaría la evolución de la humanidad a su antojo. Aunque claro está, que esto nunca había sido
demostrado, y solamente se trataba de una leyenda, aunque los últimos hallazgos
encontrados acerca del ejército de Cambises, hacían que la leyenda fuera
cogiendo cuerpo, y se acercará más a la realidad.
El viaje estaba siendo de lo más tranquilo
posible, y ya quedaba menos para llegar al destino. Por una parte Dalmaut y
Daniel continuaban charlando de sus cosas, por otra parte Alejandro y Claudia
intentaban aprovechar para echar una cabezadita, mientras que Jack estaba
pensativo sin quitar la mirada de la ventanilla. En parte el motivo de que Jack
estuviera así, era debido a la misión, ya que ahora mismo se encontraba solo,
sin nadie que en un momento dado le pudiera ayudar.
El
maestre le había dicho que siguiera adelante con la misión, aunque lo cierto es
que no tardaría mucho en comunicar a los sicarios la nueva situación del
grupo. Además la Hermandad tenía siervos
en todo el mundo, por lo que aunque él no lo supiera, no estaría solo.
Otro
motivo del ánimo negativo de Jack, era por culpa de su novia Emily ya que su
relación estaba deteriorada, y este
viaje tan rápido no iba a ayudar a mejorar las cosas y él lo sabía de sobra.
Tras 2 horas de viaje en avión aterrizaba
en el aeropuerto de París. Después de
bajar los equipajes, se dirigieron todos a la zona de llegadas, y tras pasar
por la aduana se dirigieron en dirección a la calle, con la intención de buscar
un taxi que los llevará al hotel, aunque debido a que eran cinco, y que
llevaban todos equipajes, tuvieron que acudir al hotel en dos taxis.
En
uno de ellos Alejandro y Claudia, que no dejaban de mirar de un lado al otro,
sobre todo Alejandro ya que nunca había salido de España, y no quería perder
detalle. En el otro Dalmaut y Daniel
charlaban en los asientos traseros, mientras que Jack, al igual que Alejandro y
Claudia no perdía detalle de las calles por las que pasaban.
El camino del aeropuerto al hotel, sería
muy turístico, ya que se encontraban en pleno centro de París. Dalmaut, antes de salir de España, ya había
reservado 3 habitaciones en ese hotel.
En una estaría solo Claudia, mientras que las otras dos serían una para
Jack y Daniel, y la otra la compartirían Dalmaut y Alejandro.
Llegaron al hotel y tras bajar los
equipajes, todos entraron al hall donde un hombre con traje y corbata saludaba
en francés a Dalmaut . Por lo visto Dalmaut, era conocido en ese hotel,ya que
el trato que le estaban dispensando era muy familiar. Después se acercó a la recepción, donde le
fueron entregadas tres tarjetas de control, para poder entrar en sus
habitaciones. Dejaron las maletas en la
recepción, donde un chico joven las cargo en un carrito, y les pidió que lo
acompañaran.
Una
vez ya en las habitaciones, todos aprovecharon para acomodarse y deshacer los
equipajes. Una hora más tarde quedaron en
la cafetería del hotel, donde picaron algo y comenzaron a hacer el plan de la
búsqueda de la vasija del Museo del Louvre.
Mientras en otra parte del mundo el Maestre,
que había recibido ya noticias de Jack, se disponía a llamar a su sicarios para
darles órdenes nuevas. Tendrían que ser
más cuidadosos, y trabajar con más discreción, para no ser descubiertos de
nuevo. Aunque el Maestre estaba muy extrañado de la forma en que habían sido
descubiertos.
Aunque Jack no le hubiese mencionado nada
de ninguna ayuda externa, el sospechaba
de que sí que existía. Lo primero que
hizo al hablar con los sicarios, fue decirles que habían sido burlados, y les
emplazó su nuevo destino.
Eso
sí, esta vez era distinto, ya que no quería que se acercaran a ellos por nada del
mundo. Estarían en París, pero solo en caso de emergencia extrema entrarían en
acción. Jack le iría informando, y el
iría estudiando la situación para decidir si le ayudaban o no.
Lo
más importante para el Maestre era la discreción, y lo
último que pretendía era que se creara publicidad sobre este tema. Después de hablar con ellos, el Maestre hizo
una nueva llamada. Esta vez la llamada
era a una persona que se hallaba en París, y que tras contestarle recibió una
serie de órdenes que quería que cumplieran.
Pero esta vez eran unas órdenes distintas, ya que en vez de torpedear la expedición, esa
misteriosa persona era ordenada a ayudar al grupo de Daniel y Dalmaut.
El
Maestre colgó el teléfono, y tras quedarse mirando fijamente a un cuadro que
presidía sus aposentos exclamó...
“Será duro guardar en secreto, pero juro
que se hará lo posible para que así siga siendo”