jueves, 30 de mayo de 2013

Hoy visitamos: Ibiza

Ibiza (en catalán y oficialmente Eivissa) es una isla situada en el mar Mediterráneo y que forma parte de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, en España. Cuenta con una extensión de 572 km² y una población de 129.562 habitantes (INE 2009).
Su longitud de costa es de 210 km, en donde se alternan pequeños peñascos. Las distancias máximas de la isla son de 41 kilómetros de norte a sur y 15 kilómetros de este a oeste. Posee una morfología muy irregular formada por varias montañas, de las cuales la más alta es Sa Talaia, situada en el municipio de San José, con 475 metros de altitud.
La isla tiene gran fama en todo el mundo por sus fiestas y discotecas, que atraen a numerosos turistas. Entre los clubs más famosos se encuentran Space, Pachá, Privilege Ibiza, Amnesia, Café del Mar, Es Paradís  y Ushuaïa Ibiza. La zona del puerto de Ibiza también atrae a muchos turistas por su vida nocturna.


Está situada unos 79 km al este de la Península Ibérica, frente a Denia, 140 km al suroeste de la isla de Mallorca, y al norte de Formentera, con unas coordenadas 38°59′N 1°26′E / 38.98, 1.43. Su capital es Ibiza (Eivissa, en catalán) y las dos poblaciones más importantes, además de la capital, son San Antonio Abad y Santa Eulalia del Río, y el mayor municipio, San José.
Las islas de Ibiza y Formentera reciben el nombre de Islas Pitiusas. Forman un archipiélago diferente al integrado por Mallorca y Menorca, aunque hoy en día se hable del Archipiélago Balear y formen parte de la misma unidad administrativa. Ocupa una superficie de 572 km² y por ella discurre un solo río, el de Santa Eulalia del Río, único río de Baleares, que desde hace bastantes años permanece seco por la excesiva explotación de los recursos acuíferos de la isla. La máxima altitud de la isla es Sa Talaia con 475 metros de altura.

Se han encontrado yacimientos datados en la Edad de Bronce, tanto en la isla de Ibiza (dibujos en el abrigo de Ses Fontanelles) como en su hermana menor Formentera (Monumento megalítico de Ca na Costa), que prueban su población desde el 2000 al 1600 a. C.
La isla de Ibiza conserva restos arqueológicos fenicios y púnicos, pues fue un enclave comercial relevante dentro de la cultura náutica de este pueblo. Tanto en la ruta del este al oeste como al revés, la isla era punto de paso propicio para los navegantes por los vientos reinantes y las corrientes del Mar Mediterráneo. Aproximadamente a mitad del siglo VIII a. C. se funda el primer asentamiento estable en la zona S-W, el yacimiento de Sa Caleta, que se ocupará hasta finales del mismo siglo, cuando será abandonado. Es desconocido el destino de los pobladores que pudiesen encontrar estos marinos fenicios, pero a todos los efectos desaparecen como entidad propia.
Aproximadamente en la misma época se comienza a urbanizar la ciudad de Ibiza, en la misma ubicación que la actual ciudad, debido sobre todo a su gran puerto, mucho más grande que el actual y a la situación sobre una pequeña colina de unos 100 m sobre el nivel del mar. Entre el siglo VII a. C. y un momento indeterminado, la isla quedará dentro de la órbita de las polis cananeas de Oriente Medio hasta su conquista por los asirios y de Qart Hadasht (Cartago) después, hasta la destrucción de esta última por los romanos el año 146 a. C.

La ocupación extensiva de la isla hará que crezca su producción y riqueza de productos hasta ser nombrada por los historiadores romanos por su lana, higos, los vinos y su sal. Prueba de su auge económico son las acuñaciones propias hechas en la isla desde finales del siglo IV a. C. con el símbolo de la isla, el dios Bes, al que quizás se deba el nombre de ʾībošim (en fenicio , ʔybšm, interpretado como «isla de Beš» o «isla de la Fragancia», entre otras posibilidades), sincretismo del dios de la fertilidad fraternal egipcio. También es buen ejemplo de este auge la fundación en Mallorca de una serie de asentamientos económicos en la zona sur cerca de las salinas para su aprovechamiento, así como de las relaciones económicas con los isleños de la cultura talayótica.
Ibiza aparece ya durante la Segunda Guerra Púnica asediada y asolada por los hermanos Escipiones tras su victoria en Cesse, abandonada, sin ser tomada la ciudad, por los romanos, que creen que una flota cartaginesa está de camino. Aparece nuevamente mencionada como última ciudad leal a Cartago cuando el general púnico Magón huye a ella tras ser rechazado por Gadir/Cádiz. Magón se rearma en Ibiza y marcha ya a Menorca a reclutar mercenarios y fundar Mahón.
Ibiza no tarda en ser pragmática y se rinde libremente a los romanos, lo que le permite mantener sus sistemas sociales y su cultura púnica hasta bien entrado el principado romano. Es en esta época cuando Ibiza también es conocida como "Insula Augusta" en continuidad a su nombre sagrado fenicio de Isla de Bes. No tarda en recibir el estatus de municipio romano, lo cual le confiere mayores derechos. Esto, sin embargo, no pude frenar la lenta decadencia de este puerto e isla. Tras la elección de Tarraco/Tarragona como capital de la provincia de la Tarraconesis, el tráfico marítimo cambia y empieza a tomar unas rutas más cercanas a la recién conquistada Mallorca (123 BC).

También los romanos comerciaron con las Islas Baleares, que poseían ciertas riquezas como la sal, higos o la extracción de minerales (minas de galena-argentífera y minio en s´Argentera - San Carlos). ʾībošim (en fenicio , ʔybšm) fue el nombre que le dieron los fenicios, y Ebusus su adaptación al latín. Junto a Formentera, se las conoce como las islas Pitiusas, debido a la abundante presencia de pinos de tres clases diferentes. Mientras en las islas mayores habitaban tribus menos desarrolladas culturalmente y con tradiciones bárbaras a los ojos de la cultura helenística, en las Pitiusas vivían gentes de tradición semita, descendientes de emigrantes de Oriente Medio, Qart Hadasht o las polis semitas del sur de la Península Ibérica. La razón para poner este nombre a las islas sólo pudo ser la de no llamarlas "islas de los cananeos", que marcaría la pertenencia a dicha órbita, pues pinos, a los que la tradición aduce el nombre, hay tantos o más en Mallorca y Menorca como en las Pitiusas.

Tras las ocupaciones vándala y bizantina (siglos VI - VIII), las islas Baleares, entre ellas Ibiza, cayeron en una etapa de anarquía. Los árabes tomaron posesión de su territorio en el 902 y se asentaron en la ciudad que hoy pervive como capital, la parte antigua de la cual recibe el nombre de Dalt Vila (ciudad alta). Llegan a la isla nuevos colonos bereberes que se suman a la población local que se convierte en su mayoría al Islam. Jaime I de Aragón concedió la reconquista de las islas Pitiusas, pertenecientes en ese momento a la Taifa de Denia, al arzobispo electo de Tarragona, Guillermo de Montgrí, que se asoció con el conde del Rosellón, Nunó Sanç, y con el infante Pedro de Portugal para el empeño. Las tropas de la corona de Aragón ocuparon el castillo de Ibiza el 8 de agosto de 1235. La población autóctona musulmana fue entonces deportada masivamente, tal como pasó en Mallorca y el Levante y se trajo a nuevos pobladores cristianos desde Gerona. Ibiza fue incorporada al recién fundado reino de Mallorca, dentro de la corona de Aragón. El reino de Mallorca no tendría cortes, por lo que el rey de Mallorca tendría que acudir a las de Aragón para prestar homenaje al rey.


En esta época, Ibiza es una isla con una economía pobre y algo ajena a los avatares de esta época. Sin embargo, varios sucesos afectaron de forma importante la historia ibicenca en estos siglos.
Durante casi toda la Edad Moderna, al igual que el resto del Mediterráneo Occidental, Ibiza sufrió constantes ataques de la piratería berberisca, animada también por el Imperio Otomano. Las numerosas incursiones piráticas marcaron profundamente a la población, tanto a nivel cultural como material. Así, numerosas construcciones tradicionales ibicencas (iglesias, casas, mansiones...) poseen refugios o escondites para evitar a posibles incursores. Dichos ataques, fueron también la causa del despoblamiento de Formentera en todo este periodo. Igualmente, se realizaron numerosas construcciones defensivas destinadas a proteger las costas ibicencas. Destacan los numerosos torreones defensivos en todo el contorno costero y las grandes murallas que rodean Dalt Vila. Tanto los torreones como la muralla, fueron patrocinados por la corona de cara a favorecer la defensa de la isla dentro de los intereses españoles en el dominio del Mediterráneo. En concreto, la muralla debe mucho a la actuación de Felipe II.
Dentro de las revueltas acaecidas en Mallorca durante las germanías, el obispo de Palma huyó hacia Ibiza para salvarse de los agermanados.
Al igual que el resto de la corona de Aragón, durante la Guerra de Sucesión Española, Ibiza se declaró partidaria del archiduque Carlos de Austria (futuro Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico) entrando en guerra con los partidarios de los Borbones, y fue de las últimas zonas de la corona de Aragón en caer bajo su dominio. Tras la guerra, por los Decretos de Nueva Planta se abolieron las instituciones organizativas tradicionales de la isla, viéndose sustituidas por organizaciones siguiendo el modelo castellano.

 Así, la Universidad (Universitat, órgano de gobierno insular de Ibiza y Formentera), fue convertida en un ayuntamiento al estilo castellano y se dividió la isla en 18 municipios frente a los cuatro cuartones (quartons) tradicionales. Sin embargo, la dispersión de la población y la ineficacia de los municipios, llevó a que se volvieran a implantar los cuartones, que coinciden con la división municipal actual de la isla. La dispersión poblacional en el campo ibicenco, hizo también que se tendieran a vincular las poblaciones a las parroquias, hecho que se observa en que casi todos los pueblos y ciudades de la isla tienen nombres de santos.
En 1782, Carlos III otorga a la actual ciudad de Ibiza el título de ciudad y constituye un obispado en la misma. Esto separa a Ibiza de la diócesis de Tarragona, a la que estaba adscrita desde la Edad Media

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