Entrar en la sala principal de uno de los más grandes hombres del antiguo Egipto, y abrir el sarcófago debería ser terrorífico y, aunque se hiciera por personas lógicas y científicas, seguramente en su mente habría una pequeña mancha oscura, amenazadora e irracional; una mancha que se hizo más grande y se apoderó de ellos cuando vieron como muchos de los que entraron en la sala principal del faraón... murieron. Hablamos de la Maldición de Tutankamón.
Aparte del miedo que pueda suscitar todo el tema de la muerte, desde el antiguo Egipto, se originó la creencia de que todo aquel que entrara, saqueara (por los ladrones) las tumbas serían castigados por la furia de los antiguos dioses.
Pero su descubrimiento también reveló una realidad que más de uno hubiera preferido no conocer. En pocos meses murieron varias personas y sucedieron hechos inexplicables y en la prensa Inglesa se decía que antes de derribar el muro de la sala donde se encontraba el sarcófago, se podía leer: LA MUERTE VENDRÁ SOBRE ALAS LIGERAS AL QUE ESTORBE LA PAZ DEL FARAÓN.
Primeramente el mecenas de la excavación, Lord Carnarvon, fue picado por un mosquito produciéndole tal infección que murió a los pocos días. Casualmente, y después de estudiar el cuerpo de Tutankamón, se descubrió que también tenía una herida justo en la misma parte del cuerpo que el picotazo del mosquito que mató a Carnarvon.
Audrey Herbert, que estuvo presente en la apertura de la cámara real y era el hermano de Lord Carnarvon, murió inexplicablemente a la vuelta a Londres. De forma fulminante e inesperada cuando era un hombre que gozaba de una salud excelente.
El señor, Arthur Mace, el hombre que dio el último golpe al muro, para entrar en la cámara real, murió en el Cairo poco después, sin un motivo médico que explicara su fallecimiento.
Muerte por mordedura de una cobra, repentinos infartos en personas saludables o por enfermedades raras, o por otras causas misteriosas, se cobraron la vida de 21 personas más, todas ellas estuvieron en contacto con el cuerpo del Faraón.
Los restos del faraón Tutankamón se consevaron en el museo del Cairo, y la maldición no se cobró más víctimas hasta que se volvieron a manipular para mostrarlos en algún museo de Londres. En 1972 el nuevo director del Departamento de Antigüedades egipcio, Gamal ed-Din Mehrez, afirmó a Philipp Vandenberg que no creía en la maldición: "Fíjese en mí, toda la vida he estado trabajando con tumbas y momias. Seguramente soy la mejor prueba de que todo son coincidencias" Gamal no sabía que decía, murió la noche siguiente a la supervisión del empaquetado de los objetos. Los miembros de la tripulación del avión que efectuó el traslado a la capital británica se vieron también alcanzados por la maldición. El teniente Rick Laurie murió en 1976 de un infarto. Su esposa se volvió loca y contaba a todo el mundo que su marido murió por culpa de la maldición. El ingeniero de vuelo Ken Parkinson sufrió seis infartos y murió en 1978. El oficial Ian Lansdown confesó haberse burlado de la maldición dando una patada al cofre que transportaba la mascara. Se fracturó esa misma pierna al romperse una escalera de hierro y su curación se complicó hasta que pasados seis meses pudo volver a andar. La casa del teniente Jim Webb se incendió mientras pilotaba el avión hacia Londres. Y Brian Rounsfall que se burló junto con Ian de la maldición dedicándose a jugar a las cartas sobre la caja que contenía el sarcófago sufrió dos infartos el año siguiente.
Se ha dicho que había un hongo patógeno que estaba colocado por los antiguos egipcios con el fin de castigar a los ladrones de tumbas. También se dice que eran los gases tóxicos de descomposición de cuerpos orgánicos, pero esto no explicaría la mayoría de las muertes. Coincidencias, maldición, no se sabe. Lo que sí se sabe es que de forma anormal hubo un grupo de personas que murieron o les sucedieron desgracias y, todas ellas, relacionadas por un único acontecimiento: LA PROFANACIÓN DE LA TUMBA DE TUTANKAMÓN.
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