Hay ciertos lugares de nuestro planeta, donde los espíritus inquietos hacen
aparición, atormentando a los residentes locales. Se manifiestan como sombras,
apariciones fantasmales, voces misteriosas, olores extraños, o movimiento sin
explicación de los objetos, incluso en ocasiones muchas personas afirma haber
sido atacadas por lo inexplicable. Estos son lugares con una historia terrible,
que con el paso del tiempo se han ganado la desconcertante reputación de lugares
fantasmales. Uno de estos lugares es Tenerife, en las Islas Canarias. Los medios
de comunicación no suelen informar sobre las misteriosas apariciones, fenómenos
poltergeist y otro tipo de eventos que tienen lugar en esta misteriosa isla, a
pesar de los muchos edificios históricos como antiguas mansiones coloniales,
iglesias y capillas, o incluso castillos.
Parece que el Tenerife, a diferencia de otros lugares del planeta, no está
orgulloso de sus casas encantadas y no busca promover sus edificios históricos
con tours de fantasmas o publicidad relacionada con lo paranormal. Sin embargo,
hay una gran cantidad de evidencia paranormal cuando uno profundiza en el tema.
El Palacio de Lercaro en San Cristóbal de La Laguna, que se convirtió en el
Museo de Historia y Antropología de Tenerife, tiene al parecer su propio
fantasma. El periódico “El Día” publicó una noticia sobre este fenómeno en
noviembre de 2003, en el que explicaba que los empleados del museo tienen cierto
miedo cuando se habla de la cuestión, ya que temían perder sus puestos de
trabajo. Las autoridades locales no quiere que se asocie los fenómenos
paranormales que ocurren en el enigmático edifico con el turismo.
Lo que una vez fue el hogar de la familia Lercaro en la Calle San Agustín,
que data de finales del siglo XVI, era donde vivía una mujer llamada Catalina,
hija de Antonio Lercaro. Ella se vio obligada a casarse con un hombre viejo que
no deseaba, pero en el día de la boda, ella decidió quitarse la vida en lugar de
seguir adelante con el matrimonio, arrojándose a un pozo en la
parte trasera de la mansión. La historia dice que sus restos fueron escondidos
en una de las habitaciones de la casa y el pozo fue tapiado después del trágico
suceso. La iglesia no permitió que el cuerpo de Catalina fuera enterrado en un
cementerio porque ella se había suicidado, y para la tradición cristiana el
suicidó era considerado un pecado. Después de esto, la familia Lercaro se alejó
de La Orotava. Esto simplemente fue el preludio de los fenómenos paranormales
que ocurren la mansión. Muchas personas afirman haber visto el fantasma
deambulando por las habitaciones. Por supuesto, se cree que el espíritu de
Catalina aún se encuentra en la casa.
Hay otros informes sobre apariciones fantasmales en otros lugares de
Tenerife, incluyendo la antigua carretera principal que va del
sur de Tenerife a Santa Cruz, incluido la zona de Adeje. Muchas personas
perdieron la vida en la época de la esclavitud en la isla. Se cree que las almas
de las personas que fallecieron en trágicas circunstancias continúan estando
presentes, como fantasmas.
En el pueblo de la montaña de Vilaflor, que se conoce popularmente como El Pino
Gordo, es un lugar de gran actividad paranormal. Vilaflor tiene una leyenda que
explica cómo obtuvo su nombre. Cuando la gente vivía en Tenerife antes de la
conquista española, lo que ahora se conoce como Vilaflor se llamaba entonces
Chasna. Según el folclore local, un capitán español que se llamaba capitán Pedro
de Bracamonte se enamoró de una doncella que había encarcelado porque tenía
miedo de perderla. La joven se escapó y la angustia que el capitán sufrió fue
tan grave que murió. Sus últimas palabras fueron: “Vi la flor de
Chasna”. Desde entonces, los residentes afirman ser testigos de las
apariciones fantasmales del capitán Pedro de Bracamonte, buscando a su amada.
Cerca de la localidad sureña de Güímar, mejor conocida por sus famosas
pirámides, es un barranco conocido como el Barranco de Badajoz o el Barranco de
Chamoco. Se dice que es uno de los lugares de Tenerife donde más se concentra la
actividad paranormal. No sólo se han visto figuras fantasmales, también se han
podido avistar ovnis, incluso algunas personas afirman que existe un portal a
otro tiempo o dimensión.
También está el misterio de una chica joven, conocida como la “La
niña de las peras”. La historia cuenta que en algún momento entre
1890 y 1910, los padres de una niña enviaron a su hija a buscar frutos de los
árboles en el barranco. Sin embargo, ella nunca volvió, y, a pesar de largas
búsquedas no apareció. La niña volvió a aparecer décadas después,
misteriosamente, con la misma edad que cuando ella desapareció y pensando que no
había estado ausente por mucho tiempo. Era como si hubiera entrado en otra
dimensión y que el tiempo para ella se hubiera detenido.
Algunos dicen que los guanches (antiguos habitantes de la isla de Tenerife)
todavía se ciernen en las muchas cuevas que tiene Tenerife. Otros muchos
guanches fueron asesinados por los soldados españoles y los que quedaron con
vida se suicidaban antes que someterse a los invasores. ¿Los espíritus de los
guanches continúan vagando por donde solían vivir?
Pero el fantasma más famoso de Tenerife no es ninguna entidad, es una isla. Se
conoce a día de hoy que las Islas Canarias están compuestas de siete islas, pero
según el folclore local hay una octava isla conocida como la isla fantasma, la
isla de San Borondón. San Borondón fue el nombre español de un monje irlandés
llamado San Brandán de Clonfert (480-576 d.C.), quien navegó con otros tres
monjes en una pequeña embarcación hacia el Océano Atlántico. La leyenda habla de
sus aventuras, encuentros con el fuego de los demonios, con columnas de cristal
flotante, o con criaturas monstruosas tan grandes como una isla.
Brandán y sus compañeros de viaje desembarcaron en una isla donde se
encontraron árboles y otro tipo de vegetación. Dijeron que la isla se empezó a
mover, y que parecía una criatura marina gigante. Después de muchas vicisitudes
Brandán consiguió regresar a Irlanda. Pero esta leyenda no es la única que hace
mención a la octava isla de las canarias. Cuando las Canarias fueron
conquistadas durante el siglo XVI, los marineros hablaban insistentemente de una
octava isla, que en ocasiones se podía observar al Oeste de La Palma, El Hierro
y La Gomera. Pero cuando los marineros trataban de llegar a ella y se acercaban
a sus costas, montañas y valles, la isla se cubría por una espesa niebla y
desaparecía. La isla era, obviamente, la identificada por San Brandán, que por
eso fue llamada “La Isla de San Borondón”.
Esta misteriosa isla, también conocida como la “isla fantasma”,
continúa siendo invisible la mayor parte del tiempo, pero existen registros de
personas que afirman haber presenciado la aparición de la mítica isla. San
Borondón es otro de los grandes misterios que perduran con el paso del tiempo,
manteniendo su carácter misterioso y romántico
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