Y supongo que sólo es una extraña asociación de ideas (seguramente tipificable como “asociación ilícita” si hubiera una jurisprudencia penal de los actos fallidos) lo que me llevó a recordar que hará, el 9 de diciembre de este 2013, exactamente cuarenta y un años que alunizara otro engendro humano, el Apolo XVII. El último vuelo humano tripulado (bah, que sepamos) a la Luna, que sospecho heredero de las funciones del semidiós Yukú del Caribe.
Son numerosos los misterios de han rodeado ese vuelo, y aquí sólo nos enfocaremos en un par. Pero primero, hagamos cronología.
Lanzado el 7 de diciembre de 1972, La tripulación del Apolo 17 estaba compuesta por el comandante y veterano de la misión Gemini 9 y Apolo 10 Eugene A. Cernan, el piloto del módulo lunar y geólogo Harrison H. Schmitt llamado “Jack” y el piloto del módulo de mando Ronald E. Evans. La denominación de las naves, privilegio del comandante, fue Challenger para el módulo lunar y America para el módulo de mando.
El comandante Gene Cernan fue el último ser humano que pisó la superficie de la Luna en los Montes Taurus, junto al Cráter Littrow, en la frontera entre el Mare Tranquillitatis y el Mare Serenitatis. El módulo de descenso “Challenger” alunizó a 21,2ºN 30,6ºE (zona de Taurus Littrow) llevando como tripulantes a Eugene A. Cernan y Harrison H. Schmitt. Este último había propuesto antes de la misión aterrizar en la cara oculta, en el cráter Tsiolkovski, pero su idea fue rechazada por la NASA por su peligrosidad.
Tipo curioso, este Schmitt. No sólo propone —y no en una juerga trasnochada; sino sustentado en meticulosos estudios previos— la idea de un alunizaje en la cara oculta del satélite, por motivos que públicamente nunca se difundieron pero que, ciertamente, iban más allá de querer dejar algún “record Guinness” para la posteridad. Schmitt fue también quien hizo diseñar, en base a su idea, lo que pudo haber sido la insignia oficial del vuelo, ésta:
Luego reemplazada por la oficial e insulsa:
Confieso que, cuando supe de él, me quedé de una pieza. El mismo Schmitt, devenido senador en estos últimos años, no ha hecho más que responder con evasivas cuando se le pregunta porqué eligió, precisamente, Stonehenge como emblema de este vuelo. Un vuelo signado por otras incógnitas. Efectivamente, las “razones” aducidas por la NASA para explicar el porqué de la suspensión del programa Apolo son contradictorias. Pese a estar originalmente proyectado hasta el Apolo XX, apenas regresaron los astronautas del XVII se informó que el programa caducaba por “haberse alcanzado ya los objetivos propuestos”. Esta aparente eficiencia fue seguida, seis meses después, por el sinceramiento de “razones presupuestarias”. Y años más tarde, vuelta a preguntar sobre el particular, la NASA insistía con el argumento de “objetivos cumplidos”. Sea que sentían vergüenza ajena de admitir la estrechez de sus bolsillos, sea que los voceros de prensa tampoco tuvieran en claro las razones reales, uno se pregunta si esa suspensión abrupta puede ser explicada en términos tan simplistas. Muchos investigadores de la vida extraterrestre aceptan con ingenua facilidad las “explicaciones serias”, quizás porque comulgar con ellas les dé una pátima de academicismo a sus escritos. Otros, suponemos otras cosas…
Es un hecho que repasando el material disponible al público traído de regreso por Cernan, Schmitt y Evans hay rotundas curiosidades. Por ejemplo; esta foto:
Que tomada en las cercanías de la “roca Geófono” (llamada así pues junto a la misma los astronautas dejaron un aparato homónimo) al ser ampliada, nos nuestra esto:
Muestra, al centro, lo que semeja un trozo de tubería emergiendo del suelo… Ah, por cierto: esa roca a la izquierda…
Debí escribirlo antes: va de suyo que descreo de la “teoría negacionista” que desde hace años trata de convencernos que los norteamericanos NO alcanzaron la Luna. Surgida a semanas del estreno de la película “Capricornio Uno” (donde se presenta una ficción basada en un hipotético viaje a Marte que no se concretó y donde se monta un fraude fílmico para satisfacer las expectativas políticas de la ocasión) algunas imaginaciones calenturientas extendieron esta ficción a la Luna y comenzaron a construir un amdamiaje para sostener la teoría de la “mentira lunar”, andamiaje que, con todo respeto, es extremadamente débil y no soporta ningún análisis.
De modo que estoy seguro que sí se llegó a la Luna. Y voy por más: estoy casi seguro que se llegó mucho más de lo que se dice. Que hubo otros vuelos (si fracasados o exitosos, vaya uno a saber) de los cuales nunca se ha hablado. Y no se ha hablado de ellos por la concreta razón que se buscaba monopolizar la información que, allá arriba, alguien esperaba. Tal vez desde milenios atrás. Tal vez desde ayer. Pero las evidencias esperaban, y juego con la idea que en ciertas circunstancias, los actos fallidos de algunos dicen mucho más que sus discursos…
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