La versión más conocida de La Descarnada viene de El Salvador y tiene como
escenario las carreteras de dicho
país, sobre todo a la que va de Santa Ana a Chalchuapa. A diferencia de otras
leyendas que están más ancladas en
el terreno del mito, ésta permanece activa en el imaginario popular pues son
muchos los individuos que han afirmado ver a la escalofriante Descarnada. La
leyenda cuenta así :
En las carreteras
desoladas solía aparecer una mujer de gran belleza: sola, con ropas provocativas
y actitud sensual y coqueta, haciendo autoestop al borde del camino, esperando
al incauto que la recogiera.
Una vez que el hombre (sólo tentaba a los
varones)-ante la oportunidad de tener una aventura con la mujer- detenía su coche y le preguntaba a
dónde iba, la misteriosa mujer respondía siempre que a un sitio no muy lejano,
localizado apenas a pocos kilómetros. Así, los hombres nunca dudaban en subirla;
pero, ya dentro del vehículo,
la mujer empezaba a mirarlos de manera provocadora, a
realizar movimientos tentadores y a seducirlos.
Finalmente los inocentes hombres detenían el
vehículo y comenzaban a acariciarla y a besarla, pero
he allí que el deseo se tornaba en asco y el placer en terror. En efecto, la alguna vez bella dama se
transformaba en una especie de asquerosa muerta viviente cuya piel se desprendía
poco a poco, quedando entre las manos del hombre restos de piel y músculo.
Incluso una vez que el hombre quedaba paralizado por el miedo y detenía sus
caricias el proceso de descomposición y degradación continuaba hasta que
la mujer se presentaba como un
esqueleto viviente…
Según cuentan, todo aquel que la llegase a ver
quedaba en estado de shock: confundido, incapaz de hilar palabras que pudiesen
explicar lo sucedido; presa del miedo absoluto, como si acabase de despertar de
la más vívida pesadilla.
No se sabe bien origen de la extraña mujer, pero
muchos afirman que se trata del espíritu de una perversa hechicera.
Versión azteca
Esta versión no es muy
conocida pero es la más impactante de todas. La
historia es la siguiente:
En un pequeño pueblo a las afueras de
Tenochtitlán, vivía un valeroso y celebre guerrero con su esposa, la cual jamás
le había podido dar un hijo o hija, por lo cual era despreciada entre los
miembros de la comunidad. Según la tradición, una mujer infértil debía ser
expulsada de la sociedad para evitar que su presencia trajese el infortunio
general. Pero el guerrero era compasivo y amaba a su esposa, además de que no
perdía las esperanzas de tener descendencia con ella, razón por la cual había
evitado que la comunidad exiliase a su mujer.
Sin embargo, cierta mañana el destino la
desamparó y su esposo fue enviado a la guerra; mas, para colmo de males, poco
después de que él se marchó, ella se dio cuenta de que estaba por fin
embarazada. Entonces corrió, intentando alcanzar a su marido para darle la buena
nueva. Pero no pudo alcanzarlo, pues una turba de enfurecidas mujeres la apedreó
para cumplir con el absurdo rigor de la tradición, matando así al bebé que había
en su vientre.
No obstante, tras ser apedreada
la mujer rogó a los dioses que la ayudaran en su
venganza, y los dioses la escucharon y le concedieron el poder de arrancarse la
piel para aterrorizar a aquellas mujeres y después matar a sus hijos…
Ella podía quitarse la piel, ir a matar y luego
volver a su apariencia normal, evitando de ese modo las sospechas. Logró así
acabar con muchas de las mujeres que la apedrearon en las siete noches de terror
que hizo vivir al pueblo antes de que su marido volviese de la guerra.
Cuando su esposo volvió, ella intentó quitarse la
piel y salir a matar a las víctimas pendientes sin que él se despierte, sin que
se dé cuenta, pero él se hizo el dormido y después la siguió, quedándo espantado
al ver el oscuro poder de su esposa y lo que ésta hacía con ese poder. Él sabía
que esas mujeres habían obrado mal, pero las acciones de su esposa le parecían
desmesuradas, de modo que volvió rápidamente y le lanzó sal a la piel de su
esposa para que jamás pudiese volver a colocársela.
Al regresar de su cacería, la
mujer del guerrero se puso la piel, pero la sal le causó tal dolor que
ella terminó muriendo retorciéndose de agonía. Había nacido La Descarnada.
Nunca más la volvieron a ver, pero desde su
muerte fueron frecuentes las historias que hablaban de aterradores alaridos y
lamentos que se oían cuando una mujer daba a luz, aunque esos alaridos y
lamentos no provenían de la reciente madre sino del espíritu de La Descarnada,
envidiosa de aquellas mujeres capaces de traer el hijo o la hija que ella nunca
pudo engendrar…
La leyenda no se
conoció mucho porque La Descarnada azteca solo se manifestaba en los alrededores
de donde había vivido; aunque, hace no mucho tiempo, se dice que un grupo de
hombres vio (antes solo se la había escuchado…) a la espantosa descarnada en uno
de los senderos que hay en las faldas del Popocatépetl.
Versión ecuatoriana: La Dama Tapada
La versión ecuatoriana de La Descarnada tiene sus
orígenes en el Guayaquil (puerto principal de Ecuador) del siglo XVIII. Al igual
que la versión salvadoreña, esta leyenda cuenta la
historia de una mujer que primero se presenta como bella y seductora y después
como una imagen de muerte y descomposición. La historia podría narrarse así:
La
Dama Tapada es una misteriosa y siniestra mujer que únicamente se aparece
a hombres que caminan solos por las calles de la ciudad entre las 12 y las 4 de
la madrugada. Nunca se supo a ciencia cierta su origen ni de dónde venía, lo
único que es una realidad es que aparece a pocos metros y de forma casual frente
a los hombres que prendados de su belleza comienzan a seguirla.
Era una mujer de esbelta figura y cautivadoras
formas, de andar seductor y elegante, rodeada de un dulcísimo aroma que dejaba
al paso y cubierta en el rostro por un velo que, pese al enigma que
representaba, dejaba averiguar gran belleza y juventud tras las sedosas telas…
Ningún hombre —sea joven o viejo— se le resistía, todos se veían hipnotizados
ante la intensa atracción que ejercía aquella mujer, empezando así a seguirla
sin importar qué tan tímidos fuesen. Aunque resultaba desconcertante el que la
distancia entre el hombre y la enigmática dama siempre se mantenía igual: nadie
se alejaba, por más cobarde que
fuese, y nadie se le acercaba más allá de cierto punto… De esa forma
la Dama Tapada los mantenía hipnotizados por su
atracción, haciéndolos seguirla a lo largo de angostos callejones: girando a uno
u a otro lado sin perderse, mostrando un conocimiento inusitado de la zona.
La mujer parecía
invitar a su perseguidor a que la siguiese con leves giros de cabeza y miradas
fugaces, así como una risa juvenil. Tal era el estado de “enamoramiento” de los
hombres que la seguían, que no parecían darse cuenta de que nadie más podía
verla e incluso las personas que se cruzaban de frente con ella parecían
ignorarla.
Finalmente, tras mucho
andar la dama se detenía y le decía al caballero: “Ya
me ve usted cómo soy… Ahora, si quiere seguirme, siga…”. Entonces se quitaba el
velo y por uno o dos segundos, el rostro de la mujer
mostraba una deslumbrante belleza griega: finas y delicadas facciones, piel
fresca y sonrosada, ojos de cautivadora hermosura y labios de ardiente
sensualidad. Pero, tras la breve visión, las sombras oscurecían aquel rostro y
la mano de la muerte caía sobre ella, como en acelerada descomposición,
reemplazando a la belleza y a la juventud por una horrenda calavera de la que
manaba un hedor intolerablemente nauseabundo… Entonces el hombre quedaba
paralizado por el espanto, todo tembloroso y con la frente y las manos bañadas
por gotas de un sudor frío como la muerte…
Según cuentan quienes lograban verla desaparecer,
la dama se desvanecía al llegar a la vieja “casa
abandonada de don Javier Matute”.
Como antes se dijo, el origen concreto de
la Dama Tapada está en el misterio, aunque dentro de
la tradición oral se afirma que ella es el alma en pena de quien en vida fue una
hermosa mujer que abusó de sus atributos en el “comercio de la carne”.
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