jueves, 3 de abril de 2014

Hoy en nuestra seccion de Relatos: Mas allá del cerco

Son las 5:42 a.m. y no puedo dormir todavía. Mi papá me obligó a cerrar la computadora hace casi 4 horas y después de dar varias vueltas en el colchón no he podido hacer lento el ritmo de mis pensamientos en mi cerebro y tampoco puedo sacarme de la cabeza esta historia tan fascinante que he traído todo el día pensando. He decidido usar éstos minutos que me quedan del día para escribir ésta historia en lo que la pastilla que me tomé me ayuda a cerrar los ojos y poder dormir. ¿Qué si de qué se trata? ¿Qué si de qué género es? Léanla y ustedes contesten esas preguntas.

Los cuatro se preguntaban que si donde chingados estaban. Llevaban caminando como 2 horas por entre la maleza porque les pareció muy bonito el paisaje y quisieron ver que más había en ese lugar. Era muy verde, con muchas plantas tropicales. A mí me recuerda a las imágenes del sur de Estados Unidos como con lagos que parecen tener cocodrilos y con bananos y árboles llorones con ramas como las que usa Tarzán para ir de árbol en árbol.

3 hombres y una mujer estaban fascinados por el hermoso lugar que visitaban y llegaron a un lugar donde había un cerco de hierro entrelazado, ya sé que saben de cuales cercos les digo, pero el cerco tenía un letrero que decía “NO PASAR”. Los 4 se miraron y vieron que había parte del cerco que estaba roto como con pinzas y no dudaron en mirar que había más allá.

Los cuatro aventureros miraban su alrededor las plantas y los espacios grandes de zacate y tierra donde se tiraban y reían mientras veían que pasaba el tiempo y se llegaban las horas del atardecer, de la luz naranja.

Era muy bello el lugar en el que estaban pero algo estaba mal. A lo lejos se veían estructuras, algo construido por el hombre. Se acercaron para ver mejor y encontraron algo que los dejó confundidos, en medio de la nada, lejos de la civilización, había una especie de “palapa” construida con troncos bien tallados y embarnizados pero estaba incompleta y parecía que algo andaba mal con ésta “palapa”.

La palapa estaba construida enseguida de una laguna muy pequeña. Tal vez del tamaño de una casa de una familia de clase media, no muy profunda, quizás 1.80 de profundidad. Aun así, todo esto era muy raro. La mujer era la que más expresaba el sentimiento extraño que tenían los cuatro, algo parecido al asombro, por la gran belleza del lugar, pero miedo e incertidumbre ante la rareza de lo que se encontraba más allá de la cerca.

Uno de los hombres se quitó la ropa y se hecho un clavado al agua y comenzó a chapotear. El agua estaba tibia y el ambiente era agradable, eso aparentaba sentir éste hombre. Desnudos lo acompañaron los 3 aventureros para intentar eliminar éste sentimiento que aún no lograban descifrar por qué tenían, en un paraíso como éste ¿Por qué hay que temer?

A eso de las 4:00 de la tarde, después de 2 horas de estar nadando y mirando la hermosa naturaleza, el sentimiento de incomodidad era tan fuerte que la mujer tuvo que salirse de la laguna y se empezó a vestir rápidamente, los 3 hombres la miraban burlándose y diciéndole que qué simple, que no pasaba nada. Defendiéndose, la mujer les decía que algo andaba mal con todo esto, sentía como que todo estaba al revés, incómoda, extrañada y no terminaba de vestirse cuando se escuchó un ruido atrás de los arbustos y un tigre muy grande la miraba acercándose lentamente con sus ojos enfurecidos enseñándole sus colmillos. Otro tigre saltó por atrás de un arbusto del otro lado de la laguna y la mujer solo corrió y se trepó en la parte incompleta de la palapa y los hombres entraron en pánico y uno corrió por su ropa y se trepó a la palapa con la mujer, los otros dos se zambulleron en el agua a esperar a que los tigres se fueran, les sorprendió lo mucho que duraron debajo del agua, casi 15 minutos.

El hombre y la mujer que estaban sobre la palapa se mantuvieron en silencio e inmóviles por el tiempo en que los otros estaban debajo del agua. Llenos de miedo y arrepentimiento por haber cruzado el cerco, y al ver que los tigres se habían ido, ellos bajaron de la palapa, fueron a sacar a sus amigos de la laguna, se vistieron y decidieron huir del lugar corriendo como nunca habían corriendo antes. 3 de ellos estaban llorando asustados rogando por que los tigres no volvieran a aparecer, solo un hombre no lloraba porque estaba más preocupado pensando que la luz naranja ya estaba sobre ellos, lo que significaba que la noche se acercaba y que no tenían ni idea de a donde se dirigían, no sabían donde estaba el cerco que decía “NO PASAR”.

Y después de correr por 1 hora y media, a eso de las 7 de la tarde, la luz del cielo era azul marino, y los 3 llorones ya se habían calmado un poco. Tenían hambre y querían volver a casa, pero lo que más les afectaba era ese constante sentimiento de miedo profundo y de incomodidad de que el lugar en el que estaban no era para nada normal, era raro, algo estaba muy mal con ese lugar.

Muy cansados vieron una luz entre las plantas y los arboles, y después de caminar por mucho tiempo encontraron una casa que si la viéramos de arriba pareciera como una “L” y en el espacio que faltaría para completar el rectángulo había un patio muy amplio y de multi-usos, uno pudiera poner una cancha de volleybol ahí pero en vez de eso había una mesa grande con varias sillas para un banquete. Lentos y con mucho miedo se acercaron, había cables entre árbol y árbol con focos que iluminaban el lugar y que de lejos parecían luciérnagas alineadas.

Ninguno de los 4 decía nada porque todos estaban llenos de miedo, ya era de noche, estaban lejos de casa, no sabían donde estaban y tenían miedo de encontrarse otra vez a esos tigres o incluso a cualquier otra cosa que habitara ese lugar, todo ese lugar daba miedo, era majestuoso pero daba miedo.
Dos de los hombres se asomaron por la ventana de la casa para ver si veían algún teléfono o señales de vida, aunque dudaban si de verdad querían tener contacto con esa vida que pudiesen encontrar. La mujer y el otro hombre se mantuvieron al margen por si cualquier cosa pasaba.

Los ruidos de los animales del bosque eran intimidantes y tétricos, jamás habían tenido tanto miedo en su vida. Los dos hombres que inspeccionaban la casa vieron la puerta abierta y entraron lentamente y con mucho silencio para no alterar aún más el ambiente. Entraron a una sala y luego a un comedor donde todas las luces estaban apagadas y solo las luces de afuera iluminaban la casa por entre las ventanas.

Los dos hombres miraban por todas partes y a tientas buscaban un teléfono. Uno de los hombres se quedó en la sala y notaba que había algo aún mas extraño en la sala. Notaba como si la fuente de su miedo y su incomodidad estuviera cerca de él, quizás en el cuarto de a un lado y prefirió quedarse en la sala mientras su amigo se adentraba más en la casa, pero sabía que los dos podían percibir ese malestar, su estomago revuelto y el hormigueo de su cerebro. En la sala miraba siluetas de sillones y una chimenea de ladrillo que captaba su atención y no pudo percibir que había alguien en el sillón. Un humano como él que tenía los ojos cerrados pero que su cuerpo y su estructura era tan extraña que le causó tanto miedo que corrió a alcanzar a su amigo tumbando lámparas y sillas a su paso. Por suerte el humanoide no abrió los ojos, parecía que esperaba algo.

Los dos hombres se quedaron quietos llenos de sudor y al borde del vómito y no tardaron en entender qué era lo que estaba sucediendo. Se miraron y pelaron los ojos como si la verdad les hubiera llegado al mismo tiempo cayendo en cuenta que lo que los hacía sentir incómodos, extraños y con tanto miedo se encontraba en la habitación en la que decidieron esconderse.

La mujer y el hombre que observaban todo desde la mesa del banquete esperaban a sus amigos que estaban dentro de la casa y lo que pasó después sucedió muy rápido pero para ellos fueron los minutos más largos de sus vidas, porque su miedo se multiplicó. Los dos hombres corrieron y salieron de la habitación donde su peor pesadilla se encontraba y gritaron a sus amigos que corrieran al bosque y que no volvieran por nada, pero era demasiado tarde, las luces de adentro de la casa se encendieron todas al mismo tiempo y los dos hombres corrieron a esconderse al baño. Las luces del baño aún estaban apagadas y eso les daba cierta tranquilidad. El hombre y la mujer que estaban afuera se escondieron debajo de la mesa llorando del miedo irracional que experimentaban.

Los dos hombres del baño intentaban no hacer el más mínimo ruido porque sabían lo que pasaría si los descubrían. La mujer y el hombre que estaban debajo de la mesa comenzaron a ver que muchas personas salían de adentro de la casa, pero solo veían sus piernas, eran piernas grandes y largas, con calcetas blancas y largas que les llegaban hasta las rodillas y todos eran hombres, tenían tenis azules y algo andaba mal con esas piernas, no eran como las de cualquier hombre.

El hombre y la mujer de debajo de la mesa escucharon campanas sonar y todos los hombres se sentaron en la mesa al mismo tiempo sin decir una sola palabra. El silencio reinó sobre la mesa por un momento y una persona salió de la casa solo alcanzaron a distinguir el final de lo que pensaron era un largo manto color rojo vivo con otros colores fuertes que se combinaban como el dorado y un color guinda, no se veían sus pies pero notaban que cada vez que veían su manto su cerebro hormigueaba y su estomago se revolvía como nunca, la incomodidad era insoportable.

Detrás del hombre y desde adentro de la casa salieron los dos tigres gigantes que estuvieron a punto de matarlos unas horas antes y el miedo los hizo llorar sabiendo que su hora final se acercaba. Los tigres los miraban sospechosos y el humanoide de la capucha roja se puso de rodillas. Él sabía que había dos espías debajo de la mesa e inmediatamente los dos supieron de qué tenían tanto miedo y por qué no debieron haber cruzado el cerco.

Los hombres de la mesa comenzaron a cantar con voces tan graves que sonaban como monstruos gigantes pero su cántico era tan uniforme y tenebroso que sólo confirmaba lo que los cuatro aventureros ya sabían y que no podían asimilar, la peor de las muertes se aproximaba y los tigres mordieron al hombre y a la mujer arrastrándolos con fuerza afuera de la mesa para que miraran a los ojos a su peor pesadilla y dos humanoides se levantaron de la mesa para ir por los otros dos restantes, los que se escondían en el baño.

Desde adentro del baño solo se escuchaba el cántico del banquete que se acercaba poco a poco a la puerta del baño y el sudor se confundía con las lágrimas saladas que corrían de los ojos de los dos aventureros que sabían perfectamente lo que les esperaba.

Las siguientes doce horas fueron las horas mas tenebrosas y horribles que un ser humano pudiera pasar antes de su muerte que terminaron deseando por sobre todas las cosas. Para el amanecer él había acabado con ellos y ya estaba en su habitación con sus dos tigres esperando el día en que la belleza del otro lado del cerco atraiga a nuevos e ingenuos aventureros.


Autor:  Carlos Tena Velázquez

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