Nunca antes un panteón había sido motivo de tanta expectación como lo fue el de la familia Chase.
La historia comienza cuando en el año 1742 la familia Walrond,
adinerados plantadores de caña de azúcar, mandó construir en el
cementerio de Christ Church una cripta. Una vez finalizada la obra, el
mausoleo quedó sellado por una espléndida y maciza puerta de mármol.
Un año después, sin haberlo estrenado, los Walrond decidieron vender
el panteón a sus amigos los Elliot. De hecho, el coronel Thomas Elliot
pudo haber sido el primero en ocuparlo, pero finalmente su familia
decidió darle sepultura en el mar.
La primera apertura del panteón tuvo lugar en 1807 para que fuese
enterrado un pariente de los Elliot, la señora Thomasina Goddard, que
ocupó, con su sencillo ataúd de madera, el primero de los anaqueles
superiores de la cripta. Sólo unos meses después, el mausoleo fue
revendido a la familia Chase, quien daría el nombre definitivo a la
tumba: el Panteón Chase.
La familia Chase siempre tuvo fama de ser muy violenta y de haberse
visto involucrada en numerosos hechos delictivos, por lo que pronto
necesitaron abrir la cripta. Fue el 22 de febrero de 1808. Había
fallecido la hija del coronel Thomas Chase, Mary Ann, con sólo dos años
y, según se decía, había sido a manos de su propio padre en un arrebato
de furia. La pequeña fue inhumada en un pesado ataúd de plomo.
Poco después, en 1812, le tocó el turno al hermano de Mary Ann, el
excéntrico Dorcas Chase, que se había dejado morir de hambre tras
encerrarse en su dormitorio. Cuando los esclavos negros que portaban su
pesado féretro de plomo penetraron en el panteón lanzaron un grito de
terror ante lo que vieron. El ataúd de Thomasina Goddard seguía en su
sitio, pero el de Mary Ann Chase se encontraba fuera de su nicho, cabeza
abajo, de pie y en el rincón opuesto al que debía haber ocupado durante
los últimos cuatro años, aunque no había signos de que la cripta
hubiese sido violentada.
El coronel Chase ordenó que los colocaran en su sitio, ardua tarea
que tuvo que ser realizada por varios subordinados. Sólo un mes después,
el propio Thomas Chase se quitó la vida y fue inhumado en un ataúd tan
pesado que tuvo que ser transportado por ocho hombres. Esta vez no había
indicios de ninguna profanación.
El 25 de septiembre de 1816 una curiosa multitud se amontonaba ante
el panteón Chase para recibir al pesado ataúd de Samuel Brewster Ames
Chase, otro hijo del coronel. La fama del extraño sepulcro ya se había
extendido por la isla.
No tuvieron que esperar mucho para contemplar un nuevo y macabro
hallazgo: los ataúdes del coronel Chase y su hija habían sido retirados
de sus nichos y puestos boca abajo en el suelo, apoyados en una pared.
Aquel día, entre los presentes se hallaba Lord Combermere, gobernador
de la Isla de Barbados, que decidió tomar cartas en el asunto.
Acompañado por varios de sus hombres investigó si la cripta había sido
profanada o si existía algún pasadizo secreto que llevara a ella. Tras
descartar ambas posibilidades ordenó cubrir el suelo con arena fina,
para que quedasen marcadas las pisadas de quien penetrase. Dejó caer
algunos objetos de valor y pidió a su secretaria que redactase un
inventario de cuanto se hizo. Además colocó una nueva cerradura en la
puerta, que fue sellada con una capa de yeso y piedras. Finalmente lacró
la tumba con su propio sello personal.
Las inteligentes decisiones tomadas por el gobernador no resultaron
ser efectivas. Al año siguiente, tras haber sido informado de que se
escuchaban ruidos en el interior, Lord Combermere decidió visitar el
panteón. Los sellos no habían sido forzados, la arena estaba intacta y
los objetos de valor seguían en su sitio pero, a excepción del ataúd de
la señora Goddard, los demás féretros habían sido profanados. El de
Dorcas estaba roto y con uno de sus huesos asomando y los demás habían
sido colocados en el suelo, de pie y boca abajo.
Investigadores esotéricos y estudiosos de lo desconocido intentaron
hallar una explicación lógica. Pero no había signos de profanación,
tampoco señales de inundación y los terremotos difícilmente podrían
haber afectado a la cripta sin causar también daños en las tumbas
vecinas.
El mismísimo Sir Arthur Conan Doyle, creador del mítico Sherlock
Holmes, adujo como explicación que las fuerzas sobrenaturales se habían
manifestado como protesta por haber hecho los ataúdes de plomo, ya que
ello impedía la rápida descomposición de los cadáveres.
Sea cual fuese el tétrico motivo, lo cierto es que, para evitar
especulaciones y las visitas de curiosos, 150 años después se decidió
vaciar la cripta y trasladar todos los féretros a una nueva ubicación.
Así continúa actualmente el panteón Chase, vacío, invadido por las malas
hierbas y por el polvo que el viento arremolina a través de los
barrotes de su siniestra puerta.
Fuente: https://labitacoradelmiedo.wordpress.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario