Hace unos 1.000 a 1.200 años, un joven vikingo fue enterrado en una
isla escarpada en el mar de Noruega. Un nuevo análisis de su esqueleto y de
otros cuerpos enterrados cerca, muchos sin cabeza, sugiere que algunos
de los muertos podían haber sido esclavos ofrecidos como lúgubre
tributo a sus difuntos amos.
En Flakstad, Noruega, los restos de diez personas fueron
encontrados enterrados en sepulturas múltiples. Los análisis efectuados
recientemente revelan que las víctimas estaban decapitadas y tenían una dieta
muy diferente al individuo principal con el que fueron enterradas.
“Proponemos que la gente enterrada en estas sepulturas dobles y triples
provienen de estratos diferentes de la sociedad vikinga, y que los esclavos bien
pudieron ser ofrecidos como presentes al difunto”, dice la co-autora del
estudio Elise Naumann, arqueóloga de la Universidad de Oslo.
Desde aproximadamente el año 790 hasta el 1100 d.C., los
vikingos fueron ávidos navegantes y feroces guerreros que a menudo tomaban
esclavos como botín de sus batallas. Pero este estilo de vida no era un trabajo
a tiempo completo.
“En la vida cotidiana muchos vikingos eran granjeros que dependían de sus
esclavos o servidumbre para realizar el arduo trabajo de agricultura. Mientras
algunos sirvientes eran tratados bien, otros eran forzados a padecer labores
físicas extenuantes. Era común que a veces las mujeres fueran usadas como
esclavas sexuales, y cualquier hijo resultante de ello podía convertirse en el
niño amo o bien ser tratado como otro servil esclavo”, aclara Naumann.
Si bien muchas tumbas vikingas se descubrieron a principios de los 1980′s, en
aquel tiempo solo fueron excavadas parcialmente. Debido a esto algunas han
resultado levemente dañadas por las cosechas modernas. No obstante, pudieron
desenterrarse artefactos tales como collares, huesos de animales y unos pocos
cuchillos.
Los arqueólogos pronto notaron que cuatro de los cuerpos sepultados no tenían
cabeza mientras que otros estaban intactos. Eso llevó a pensar que los cuerpos
decapitados pertenecían a esclavos sacrificados y enterrados con sus amos.
Para reforzar su noción, Naumann y sus colegas analizaron los esqueletos en
busca de ADN mitocondrial (ADNmt), el cual es transmitido por línea materna. El
equipo encontró que los cuerpos enterrados en el mismo lugar no tenían
parentezco, al menos no del lado materno.
El próximo paso fue analizar la tasa de isótopos de carbón y nitrógeno, o
elementos con diferentes pesos moleculares, en los huesos de los antiguos
escandinavos.
Debido a que la comida proviene del mar o de la tierra, contiene distintas
proporciones de isótopos pesados y livianos, y por ende la concentración de
estos químicos en los huesos es capaz de revelar el historial dietario de la
gente.
Los resultados demostraron que las personas decapitadas comían más proteínas
de pescado, mientras que las otras se alimentaban con comida proteínica de
tierra, como carne y lácteos. Esto sugiere que a pesar que los cadáveres están
enterrados juntos, pertenecen a diferentes clases sociales.
A pesar que el sacrificio ritual no era una práctica común de la sociedad
vikinga, tampoco era algo ajeno a ellos.
Este hallazgo será detallado en un próximo número de la Journal of Archaeological Science.
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