Las últimas investigaciones podrían revelar que somos parte de una simulación
por ordenador gigante, pero la verdadera pregunta es si queremos saberlo…
En el 1999 Hollywood sorprendió con la película The Matrix, donde su
protagonista, Neo, desafía las leyes de la física, corriendo por las paredes y
desapareciendo repentinamente. Estas capacidades son posibles violaciones de las
reglas del universo, ya que, sin él saberlo, la conciencia de Neo está
incrustada en la Matrix, una simulación de realidad virtual creada por máquinas
inteligentes.
Pero la verdadera historia comienza realmente cuando Neo se encuentra ante
una decisión fatídica: Tomar la píldora azul y volver a su inconsciente, la
existencia virtual, o tomar la píldora roja que le llevará a aprender la verdad
acerca de Matrix y averiguar “qué secretos oculta nuestra
historia”.
Pero ahora los físicos nos pueden ofrecer la misma opción, la posibilidad de
probar si vivimos en nuestra propia Matrix virtual mediante el estudio
de la radiación del espacio. Aunque parezca una idea extravagante,
algunos filósofos argumentaron desde hace tiempo que en realidad estamos más
cerca de ser inteligencias artificiales atrapadas en un “falso
universo” de lo que realmente somos, mentes orgánicas en un mundo
“real”.
Pero si eso fuera cierto, las mismas leyes de la física que nos permiten
idear esta tecnología de comprobación de la realidad pueden tener poco que ver
con las normas fundamentales que rigen el universo habitado por nuestros
simuladores. Para nosotros, estos programadores serían dioses, capaces de
modificar la realidad a su conveniencia.
Así que debemos decidir si tomar la píldora roja y aprender la verdad o por
lo contrario continuar en una ilusión virtual.
El primer intento serio de encontrar la verdad acerca de nuestro universo
llegó en 2001, cuando se probó calcular los recursos necesarios para una recrear
una simulación del universo, aunque se concluyó que era completamente
imposible.
Seth Lloyd, ingeniero de mecánica cuántica en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT), estimó el número de “operaciones informáticas”
necesaria de nuestro universo desde el Big Bang. Pero para repetir, y generar un
facsímil perfecto de la realidad hasta el último átomo, se necesitaría más
energía que la que tiene el universo.
“El equipo tendría que ser más grande que el universo y el tiempo sería
mucho más lento en el programa que en realidad”, dijo Lloyd. “Así que
¿por qué molestarse en la construcción?”.
Pero otros expertos se dieron cuenta de que hacer una copia
imperfecta del universo, sería suficiente para engañar a sus habitantes
y se necesitaría un menor poder informático. En un cosmos tan improvisado, los
detalles finos del mundo microscópico y las estrellas más lejanas sólo pueden
ser llenados por los programadores. Tan pronto como nadie este mirando, estas
simplemente desaparecen.
En teoría, no se debe detectar estas imperfecciones, sin embargo, debido a
que cada vez que los simuladores se daban cuenta de que estas imperfecciones
eran observadas, había que volver a programar de nuevo. Esa realidad hace que
la creación de universos virtuales inquietantemente sea posible, incluso para
nosotros. Las supercomputadoras de hoy en día ya modelan el universo, mediante
la simulación de cómo las galaxias más jóvenes crecieron y cambiaron.
Teniendo en cuenta los rápidos avances tecnológicos que hemos visto en las
últimas décadas – el teléfono móvil tiene más potencia de procesamiento que las
computadoras de la NASA que tuvieron durante los aterrizajes en la Luna – no
hace falta un gran salto para imaginar que tales simulaciones eventualmente
pueden abarcar la vida inteligente.
“Podríamos ser capaces de adaptar a los seres humanos en nuestras cajas
de simulación dentro de un siglo”, dice Silas Beane, un físico nuclear de
la Universidad de Washington en Seattle. Beane desarrolla simulaciones que
recrean cómo los protones y los neutrones elementales se unieron para formar
átomos cada vez más grandes en el universo joven.
Es cierto que en un futuro la legislación social y las costumbres de nuestra
sociedad podrían impedir la creación de un universo artificial,
pero todavía en la actualidad no hay ninguna ley que lo regule. Entonces
nuestros descendientes conocedores de la tecnología pueden encontrar el poder
para jugar a ser Dios siendo una capacidad demasiado tentadora para poder
resistirse.
Podrían crear una gran cantidad de “universos
mascotas”, superando ampliamente el cosmos real. Este pensamiento
llevó al filósofo Nick Bostrom de la Universidad de Oxford a la conclusión en
2003 de que tiene más sentido a apostar que estemos más cerca de que seamos
inteligencias artificiales con base de silicio en lugar de organismos basadose
en el carbono en el universo real.
Después de todo tipo de investigaciones la realidad podría superar a la
ficción, que por desgracia, nuestros simuladores todopoderosos pueden haber sido
programados como en un reality show del tamaño del universo – y son capaces de
manipular las reglas del juego, exclusivamente para su entretenimiento. En ese
caso, tal vez nuestra mejor estrategia es llevar una vida que divierta a la
audiencia, con la esperanza de que nuestros simuladores dioses nos resucitarán
en el más allá de las simulaciones de próxima generación.
Pero algunos investigadores van mucho más allá, y es que nuestros simuladores
pueden ser también simulaciones, cada uno con diferentes leyes físicas
fundamentales.
“Si somos de hecho una simulación, entonces eso sería una posibilidad
lógica, que lo que estamos midiendo en realidad no son las leyes de la
naturaleza, son una especie de intento de algún tipo de derecho artificial que
los simuladores han llegado a recrear. Eso es un pensamiento deprimente”,
dice Beane.
Estas pruebas pueden ayudar a revelar si somos simplemente líneas de código
en una Matrix artificial, donde las reglas establecidas de la física se pueden
doblar, o incluso romper. Pero si la creencia de que la verdad significa aceptar
que nunca se puede saber a ciencia cierta lo que es real – incluyéndote – ¿te
gustaría saber la verdad?
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