jueves, 10 de abril de 2014

Hoy en Nuestros relatos: El brillo de tus ojos

"Corre. Rápido, huye. ¡Vamos! ¿A qué esperas? ¡Corre más rápido! Te va a alcanzar, no pares, vamos, ¡izquierda! ¡Sigue recto! ¡Corre más rápido!..." Todas esas palabras se agolpan en su cabeza, mezclándose con el sonido de sus pisadas... "¡Te sigue! ¡Te va a coger! Corre, ¡más rápido!" Su respiración se acelera, mira hacia atrás "¡No mires! ¡Te sigue! Lo sabes" Es verdad, lo sabía, pero tenía que comprobarlo... ¡Sí! Todavía la seguía, no parecía cansado siquiera... Mirada al frente, ¡a la derecha! Hay que intentar despistarle, "no puedes dejar que te coja" Como si no lo supiera...
No hay nadie en la calle, es tarde, nadie saldría a ayudarla a esas horas. Tiene que seguir corriendo hasta llegar a casa, "¡más rápido! ¡No mires atrás!" El constante jadeo le provoca un profundo dolor en el costado, eso la ralentiza "¡No pares, se te echará encima!" Intenta sobreponerse al dolor, pero éste es cada vez más fuerte... La va a coger, ella lo intuye, lo sabe, él esta cada vez más cerca, casi puede sentir su aliento en el cuello... Ese simple pensamiento hace que por todo el cuerpo la recorra un sudor frío y su adrenalina se dispare; tiene que seguir, puede hacerlo, "¡más, más rápido! ¡Corre!"
Un ligero vistazo atrás... sólo uno...¡No! ¡No puede ser! ¡Sigue ahí! Cada vez se acerca más... La acabará alcanzando, ella lo sabe, lleva mucho rato persiguiéndola, está cansada, no puede más, las fuerzas la abandonan... "¡Corre, vamos!" "No puedo..." "Claro que puedes, joder, corre, vamos, rápido, ¿no querrás que te coja verdad? ¡Te matará!" "No... no puedo" "Si puedes, vamos, ¡corre!" La voz en su cabeza la animaba a seguir... pero no puede... está muy cansada... sabe que la cogerá...
Sigue corriendo, pero va disminuyendo la velocidad sin apenas notarlo... él se acerca, es más rápido, la va a coger...él lo sabe... ella lo sabe, pero no puede más, está cansada, no puede seguir corriendo, le pesa el cuerpo, la respiración se le entrecorta, las fuerzas la abandonan, se le nubla la vista y el miedo paraliza hasta la última fibra de su ser... ¡¡BLAM!! Se desploma en el suelo, dándose cuenta de la situación, volviendo a la realidad, "ya está, la has cagado, te cogerá" "Lo se" "¿Y no vas a hacer nada?" "No puedo..." "¿Por qué?" "No puedo levantarme..." "¡Si puedes!" "No...

 -¡Te tengo pequeña!- Se le tira encima, volviéndola hacia él, impidiéndole moverse- ¿Sabes qué voy a hacer?

-Si, vas a matarme...- los nervios habían desaparecido, no había miedo en su voz, ni siquera intentó resistirse...

-Y, ¿no tienes miedo? ¿No piensas que pueda dolerte? ¿No vas a gritar o a mirarme con desprecio?

-No...- el peso de su cuerpo aprisionándola, hacía que le costara hablar

-De acuerdo- levantó la afilada navaja que sostenía en su mano y se la acercó al pecho

-Espera... ¿Porqué yo?- aunque lo intentó no pudo ocultar el miedo que se había adueñado de su voz.

-Estabas en el lugar y momento equivocados, pequeña. Créeme, no es nada personal, los motivos no importan, no hace falta que los sepas.

-Pero...

-¡Shhhh!- puso un dedo sobre sus labios, callando su mente confusa- no digas nada, pequeña, no hace falta...- y comenzó a hundir lentamente la navaja en su pecho, haciendo que una gran cantidad de sangre empezara a brotar de la herida, a la vez que un morboso placer le recorría el cuerpo al ver la sorpresa y el dolor reflejados en los ojos de ella- Ohh... como me gusta ver esto...

Ella intentó zafarse, pero él tenía mucha más fuerza y ella se debilitaba por momentos, consiguiendo que sus torpes movimientos agrandaran la herida y empeoraran la situación.

-No tienes idea de la impresión que produce ver morir a alguien, mirándole a los ojos, y viendo cómo ese brillo de vida va apagándose poco a poco, hasta desaparecer... Es fascinante... Por eso te hago esto, pequeña, por volver a presenciar este momento, por volver a sentir este placer interior... No es personal, si eras tu, hubiera sido otra...

No llegó a terminar de escuchar lo que dijo. Se fue desangrando lentamente, hasta morir, con la mirada fija en el cielo nocturno y el rumor de su voz arrullando sus oídos, adormeciéndola...
El brillo de sus ojos tardó en apagarse.


Autor:  Niqueretta Sullivan

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