"Corre. Rápido, huye. ¡Vamos! ¿A qué esperas? ¡Corre más rápido! Te va a
alcanzar, no pares, vamos, ¡izquierda! ¡Sigue recto! ¡Corre más
rápido!..." Todas esas palabras se agolpan en su cabeza, mezclándose con
el sonido de sus pisadas... "¡Te sigue! ¡Te va a coger! Corre, ¡más
rápido!" Su respiración se acelera, mira hacia atrás "¡No mires! ¡Te
sigue! Lo sabes" Es verdad, lo sabía, pero tenía que comprobarlo... ¡Sí!
Todavía la seguía, no parecía cansado siquiera... Mirada al frente, ¡a
la derecha! Hay que intentar despistarle, "no puedes dejar que te coja"
Como si no lo supiera...
No hay nadie en la calle, es tarde, nadie saldría a ayudarla a esas
horas. Tiene que seguir corriendo hasta llegar a casa, "¡más rápido! ¡No
mires atrás!" El constante jadeo le provoca un profundo dolor en el
costado, eso la ralentiza "¡No pares, se te echará encima!" Intenta
sobreponerse al dolor, pero éste es cada vez más fuerte... La va a
coger, ella lo intuye, lo sabe, él esta cada vez más cerca, casi puede
sentir su aliento en el cuello... Ese simple pensamiento hace que por
todo el cuerpo la recorra un sudor frío y su adrenalina se dispare;
tiene que seguir, puede hacerlo, "¡más, más rápido! ¡Corre!"
Un ligero vistazo atrás... sólo uno...¡No! ¡No puede ser! ¡Sigue ahí!
Cada vez se acerca más... La acabará alcanzando, ella lo sabe, lleva
mucho rato persiguiéndola, está cansada, no puede más, las fuerzas la
abandonan... "¡Corre, vamos!" "No puedo..." "Claro que puedes, joder,
corre, vamos, rápido, ¿no querrás que te coja verdad? ¡Te matará!"
"No... no puedo" "Si puedes, vamos, ¡corre!" La voz en su cabeza la
animaba a seguir... pero no puede... está muy cansada... sabe que la
cogerá...
Sigue corriendo, pero va disminuyendo la velocidad sin apenas notarlo...
él se acerca, es más rápido, la va a coger...él lo sabe... ella lo
sabe, pero no puede más, está cansada, no puede seguir corriendo, le
pesa el cuerpo, la respiración se le entrecorta, las fuerzas la
abandonan, se le nubla la vista y el miedo paraliza hasta la última
fibra de su ser... ¡¡BLAM!! Se desploma en el suelo, dándose cuenta de
la situación, volviendo a la realidad, "ya está, la has cagado, te
cogerá" "Lo se" "¿Y no vas a hacer nada?" "No puedo..." "¿Por qué?" "No
puedo levantarme..." "¡Si puedes!" "No...
-¡Te tengo pequeña!- Se le tira encima, volviéndola hacia él, impidiéndole moverse- ¿Sabes qué voy a hacer?
-Si, vas a matarme...- los nervios habían desaparecido, no había miedo en su voz, ni siquera intentó resistirse...
-Y, ¿no tienes miedo? ¿No piensas que pueda dolerte? ¿No vas a gritar o a mirarme con desprecio?
-No...- el peso de su cuerpo aprisionándola, hacía que le costara hablar
-De acuerdo- levantó la afilada navaja que sostenía en su mano y se la acercó al pecho
-Espera... ¿Porqué yo?- aunque lo intentó no pudo ocultar el miedo que se había adueñado de su voz.
-Estabas en el lugar y momento equivocados, pequeña. Créeme, no es nada
personal, los motivos no importan, no hace falta que los sepas.
-Pero...
-¡Shhhh!- puso un dedo sobre sus labios, callando su mente confusa- no
digas nada, pequeña, no hace falta...- y comenzó a hundir lentamente la
navaja en su pecho, haciendo que una gran cantidad de sangre empezara a
brotar de la herida, a la vez que un morboso placer le recorría el
cuerpo al ver la sorpresa y el dolor reflejados en los ojos de ella-
Ohh... como me gusta ver esto...
Ella intentó zafarse, pero él tenía mucha más fuerza y ella se
debilitaba por momentos, consiguiendo que sus torpes movimientos
agrandaran la herida y empeoraran la situación.
-No tienes idea de la impresión que produce ver morir a alguien,
mirándole a los ojos, y viendo cómo ese brillo de vida va apagándose
poco a poco, hasta desaparecer... Es fascinante... Por eso te hago esto,
pequeña, por volver a presenciar este momento, por volver a sentir este
placer interior... No es personal, si eras tu, hubiera sido otra...
No llegó a terminar de escuchar lo que dijo. Se fue desangrando
lentamente, hasta morir, con la mirada fija en el cielo nocturno y el
rumor de su voz arrullando sus oídos, adormeciéndola...
El brillo de sus ojos tardó en apagarse.
Autor: Niqueretta Sullivan
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