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sábado, 18 de octubre de 2014

Hoy en Asesinos en Serie: Henry Desire Landrú (El Moderno Barba Azul)

La Policía calculó que había asesinado a 300 mujeres, cifra exagerada. Él nunca confesó su culpabilidad, aunque la verdadera cifra pudiera rondar los 60 asesinatos. Había sufrido varias condenas por fraude y estafa. Decidió utilizar el procedimiento del anuncio matrimonial, lo que era un medio seguro para conquistar a mujeres solas y frustradas. Con su encanto especial las convencía para que le dejasen su fortuna, después las asesinaba en su "Villa Ermitage", donde había pasado la luna de miel con ellas.
En una estufa incineraba sus cuerpos descuartizados aunque nunca se encontraron, sí se hallaron algunos de los enseres de las infelices mujeres. La familia de una de las desaparecidas dio con la identificación de Henry como responsable de su muerte.
Henry nació en el corazón de París en 1869, en la época del can-can, del Moulin Rouge... aquel mundo brillante, romántico y erótico no estaba al alcance del hijo de un fogonero de fundición y una costurera. Su inteligencia le hubiera llevado lejos si hubiera seguido el buen camino pero decidió convertirse en estafador siendo detenido varias veces por pequeños hurtos, lo que le valió tres penas de cárcel.
Su padre, avergonzado por ello, acabaría quitándose la vida más tarde, colgándose de un árbol en el Bois de Boulogne.
landru-2La gran guerra de 1914-1918 le proporcionó la oportunidad de refinar su talento en la estafa, y es que las bajas que a diario se producían en el frente de batalla, aumentaba constantemente el número de viudas; quienes colocaban en los periódicos anuncios matrimoniales. Esta lectura fue para Henry una revelación, pues entendió que un hombre como él, atractivo y joven aún, podía aprovecharse de esta situación. Tenía como objetivo: las mujeres y el dinero.
Desde 1914, Henry publicó en los diarios un anuncio que decía: "Señor serio desea casarse con viuda o mujer incomprendida entre 35-45 años". Y como era de suponer, recibió gran cantidad de cartas que organizó con esmero para estudiarlas y clasificarlas posteriormente. Alquiló una villa aislada en las afueras llamada "Ermitage" y empezó a hacer contacto con las pretendientes. Atento y encantador se ganaba su confianza, especialmente mujeres solitarias, viudas y con algún capital. Después de un breve plazo en el que gozaba de sus encantos, las convencía para que le dejasen sus ahorros. Luego, las mataba, las descuartizaba con una sierra y las quemaba, incinerándolas en el horno de la villa "Ermitage".
Su primera conquista fue la viuda Jeanne Cuchet de 39 años, quien vivía con su hijo de diecisiete. La señora Cuchet tenía la necesidad urgente de afecto y para Henry, -con su exquisita cortesía y su aspecto de caballero- no le fue difícil seducirla. Su primera identidad fue la de Diard, inspector de correos, proveniente de Lille debido a la ocupación alemana. Le pidió matrimonio y además aseguró conseguirle empleo estable al joven Cuchet. Madre e hijo desparecieron sin rastro.
Animado por su primer éxito, Henry repitió la hazaña; llevó a cabo varias aventuras sentimentales simultáneamente. La mayoría de sus "prometidas "eran viudas cuyas edades variaban entre los 45 y 50 años. Ellas, dispuestas a creer en todas las charlatanerías de su futuro esposo, le confiaban sus negocios, joyas, muebles y ahorros después de la "luna de miel" en la villa.
Llevaba una vida casi normal, pues visitaba a sus hijos con frecuencia, mostrándose como padre atento y a su esposa le regalaba joyas de las cuales nunca le explicó su procedencia.
Fue el azar el que permitió que la hermana de la señora Buisson se cruzara con Henry el mismo día que ella presentó la denuncia de desaparición de su hermana. Lo vió salir de una tienda acompañado de una nueva víctima: Fernande Segret. La policía interrogó al comerciante y descubrió que Henry había dejado su tarjeta "Lucien Guillet, 76, rue Roucheouart".
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La policía acudió a su domicilio y descubrió la cocina, el cobertizo donde Henry amontonoba ropa y muebles de sus víctimas. Encontraron osamentas humanas calcinadas pero las pruebas que le inculpaban eran toda la documentación escrita en su libreta, meticulosa información de cada una de sus víctimas con sus gustos, dietas así como los billetes de tren de París a Gambais.
Su proceso duró dos años. El público cambió su preocupación de la reciente guerra por el juicio del hombrecito calvo, barbudo que negaba con calma, bromeaba con cinismo y daba en todo momento muestras de la más delicada cortesía. En su celda recibía obsequios y propuestas por parte de admiradoras. En las elecciones de 1919, cuatro mil franceses propusieron a Henry como candidato.
Acabado el juicio, culpable como sentencia, fue condenado a la máxima pena. El 25 de febrero de 1922 salía del patio de la Prisión de Versalles, descalzo y con camisa hacia la guillotina. Poco después, rodaba su cabeza en el cesto de serrín. Fue condenado "sin pruebas", sólo con pruebas circunstanciales: su cuaderno de notas y el horno donde las incineraba. Años más tarde se hallaron muchos cadáveres hechos trozos en los alrededores de la casa.





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