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jueves, 6 de febrero de 2025
La alineación solar más perfecta de Egipto ocurrirá a finales de febrero en «el Taj Mahal» de los faraones
El responsable de abrir la puerta del templo de Ramsés II lo hace con un movimiento entre solemne y teatral, dando inicio a un espectáculo que se remonta a hace más de tres mil años. Un haz de luz anaranjada deja atrás a los colosos de la fachada y penetra en el interior del templo. Avanza poco a poco, iluminando el corredor del templo dintel a dintel. Los espectadores que aguardaban desde la madrugada en Abu Simbel contemplan la escena en medio de un silencio reverencial que realza aún más la magia del momento.
Tal como explica el egiptólogo David Rull en esta entrevista, el viaje del sol prosigue su camino por el interior del templo hasta llegar al sanctasanctórum, donde aguardan las cuatro esculturas veneradas, el dios creador Ptah de Menfis, el dios Amón-Re de Tebas, el propio Ramsés II divinizado y el dios solar Re-Horakhty de Heliópolis. Es aquí donde entonces sucede la más perfecta de las alineaciones solares del Antiguo Egipto de los faraones: el haz solar ilumina a todas las figuras a excepción de la de Ptah, que se mantiene en la penumbra, como si se tratara de la metáfora de la oscuridad previa a la creación del mundo y su aparición en él de la luz.
No falla nunca y así viene sucediendo siglo a siglo cada 22 de febrero y 22 de octubre, fechas cuidadosamente escogidas para reflejar los momentos clave del calendario egipcio. Durante aproximadamente unos 30 minutos, los primeros rayos del sol recorren los 60 metros desde el acceso hasta el sanctasanctórum. Lo más asombroso es que esta precisión arquitectónica sigue sucediendo a pesar de que la ubicación actual de los templos de Ramsés II y de Nefertari ( la esposa favorita del faraón) no es la original.
“Henos aquí reunidos, oh Majestad, para colaborar en vuestra búsqueda de la eternidad [...]. Hemos erigido piadosamente el monumento a vuestra magnífica Majestad y hemos recompuesto la belleza delicada de vuestra reina con la escolta hierática de las deidades tutelares [...]. Gracias al esfuerzo mancomunado de todos nosotros, helo aquí, a salvo, intacto y listo para reanudar, sobre la barca de Amón, vuestro viaje a través de los siglos hacia el sol naciente de cada mañana”. Así habló, como si Ramsés II pudiera escucharnos, en septiembre de 1968 el Director General de la Unesco, tras la titánica reconstrucción de los templos de Abu Simbel.
El caso es que en los años 60, tras lograr la independencia, el país inició una serie de reformas. Uno de los proyectos más importantes fue la construcción de una gran presa que canalizase las aguas del Nilo y dotase a Egipto de energía hidroeléctrica, la Gran Presa de Asuán. La urgencia al comenzar su construcción puso en peligro varios templos, entre ellos Abu Simbel. Así fue como entre 1964 y 1968, el templo fue desmontado y convertido en un gran Mecano de bloques de 20 toneladas para ser reconstruido a 70 metros de altura y 200 metros de distancia de su ubicación original. En este faraónico traslado se tuvo el acierto de mantener la orientación precisa del templo para conservar el fenómeno solar, aunque, debido a un pequeño desfase, ahora ocurre un día más tarde de lo que previeron los arquitectos de Ramsés II.
El reinado de Ramsés (1279-1213 a.C.) marcó una era de esplendor en el Antiguo Egipto. Durante sus más de 60 años en el trono, ordenó la construcción de monumentos que estuvieran a la altura de su gran egolatría, entre los que se contaron hasta seis templos en Nubia, entre ellos los dos excavados en la roca de Abu Simbel. Su orientación y su diseño podrían ser algo más que una simple muestra de egolatría, tal como señala Juan Antonio Belmonte, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias.
Durante el reinado de Ramsés II, las estaciones del calendario civil volvieron a coincidir con las fases del Nilo tras más de 1.500 años de desajuste. Este alineamiento coincidió con eventos astronómicos relevantes, como el orto heliaco de Sirio, que marcaba el inicio de la crecida del Nilo. “Este evento debió revestir un carácter excepcional y por tanto celebrarse de forma especial [...]. En Abu Simbel se plasmó o, mejor, se esculpió, en la piedra un monumento conmemorativo, una forma de jubileo, para esta circunstancia tan excepcional”, indica este especialista en arqueoastronomía. Hoy Abu Simbel sigue, más o menos, alineada con el sol, pero ya no avisa de la ansiada y fértil crecida del Nilo, las presas se lo impiden. ¿Qué pensaría de todo esto Ramsés II?
FUENTE: https://viajes.nationalgeographic.com.es/lifestyle/alineacion-solar-mas-perfecta-egipto-ocurrira-a-finales-febrero-taj-mahal-faraones_21962
miércoles, 5 de febrero de 2025
El pueblo de las brujas de Navarra
En el valle de Xereta, al norte de Navarra, la frontera es una línea que se esconde y desaparece entre montañas, riachuelos, pastos, hayedos y robledales salpicados por castaños y pinares. Sus cuatro pueblos están unidos por lazos de vecindad, más aún, parentesco, y una lengua común, el Euskara. Son Sara y Ainhoa en el norte vascofrancés y Udax-Urdazubi y Zugarramurdi en el sur.
Sorgina (léase “sorgiña”) es el nombre en Euskara para las brujas. ¿Para las brujas? Nos lo preguntamos porque es una palabra sin atribución de sexo, por lo que lo mismo vale para mujeres que para varones. Además, si atendemos a su etimología más aceptada, nace de la unión de dos términos, “sor(tu)” y “egin/a”, es decir, “surgir” y “hacer”. Traducido de manera casi literal sería la persona que hace surgir, nacer, brotar… la creadora, la hacedora. La mitología no les atribuye afán maligno y dice de ellas que son númenes sirvientes de Mari, la diosa suprema, a la que ayudan en su castigo de la mentira.
Es con el paso del tiempo y el avance del credo cristiano, cuando se materializa en ser tangible y comienza a adquirir connotaciones negativas. Poco a poco, pasa a ser sorgina la persona -sobre todo si es mujer- que con sus prácticas o creencias pueda cuestionar el orden establecido por la nueva fe, ya sea bailando o practicando la medicina popular, gozando del propio cuerpo o adorando a deidades paganas. De esta forma se trasmutan en maléficas sirvientes de la noche y en malvadas criaturas humanas cautivadas por el diablo.
El pueblo vasco, y especialmente sus aisladas tierras pirenaicas, llegan muy tarde a la cristianización. Esto favorece la pervivencia, incluso aún hoy día, de creencias animistas muy arraigadas que se sincretizan de manera más o menos natural en el acervo popular. El conflicto surge cuando frente a la supuesta amenaza, hay gentes dispuestas a creer lo inverosímil y a poner todo el celo necesario para desarraigar cualquier tradición, cualquier fe, cualquier pensamiento heterodoxo aún a costa de sangre.
Es en este contexto donde hay que entender la caza de brujas que se desató en la montaña navarra. El antecedente inmediato fue el protagonizado en 1609 por un nefasto personaje de nombre Pierre de Lancre. A la sazón magistrado en Burdeos, Lancre cerró sus fauces sobre la costa de la vecina Lapurdi. Torturó y asesinó a decenas de personas, la mayoría mujeres, acusadas de brujería, llegando a declarar al Euskara como lengua de Satanás.
La cólera de Dios no se hizo esperar en el lado peninsular de la frontera, donde se trasladó al año siguiente teniendo como foco Zugarramurdi. La Inquisición puso en marcha su mecanismo. Acusaciones entre fantasiosas y delirantes combinadas con el buen hacer del tormento, dieron como resultado el encausamiento de una cuarentena de vecinas y vecinos, que acabaron con sus huesos en un auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño el 7 y el 8 de noviembre de 1610.
A pesar de lo que es creencia común, los tribunales de la Inquisición española nunca fueron proclives a dar veracidad a las acusaciones de brujería, pero en este caso, se impusieron las tesis más ciegas e intolerantes. La mayoría de las y los reos fueron perdonados y reconciliados, pero 11 fueron quemados en la hoguera, cinco de ellos en efigie al haber muerto antes de ejecutarse la condena.
Visitar hoy Zugarramurdi y el resto de Xereta es un viaje por toda esta carga de sentimentalismo gótico. Sobre los prados cubiertos de hierba y flores se cierne la sombra de orgías con el diablo en supuestos aquelarres (akelarre, campa del macho cabrío). Sus bosques son atravesados por viejas sendas de contrabandistas como la bien señalizada Pottok bidea (Camino de la pottoka), en las que nuestra imaginación alarga su fronda como brazos de ángeles caídos.
Su caserío es de una arquitectura popular que raya el primor, con espléndidas casonas como Beretxea, Etxenikea o Dolarea; palacios como el Dutaría, imprimen aires de nobleza, y su iglesia, Nuestra Señora de la Asunción, luce las galas de neoclásico. Pero aún están en pie, y bien erguidas, las casas Barrenetxea e Iriartea, donde vivieron Graciana Barrenetxea y María de Iriarte, madre e hija, reina de las bujas la primera y acólita la segunda, muertas ambas en la cárcel, quemadas en efigie y póstumamente exculpadas.
Y sobre todo ello, está la Sorginen Leizea, la Cueva de las Brujas, una enorme oquedad kárstica labrada con paciencia por las aguas del Olabidea o Infernuko Erreka (Arroyo del Infierno). Está apenas a medio km del centro indicada por una simpática bruja sobre una escoba. Se dice que era uno de los lugares preferidos para la celebración de los conciliábulos con Belcebú, y sitio había, porque en sus 120 m de longitud y 10 de altura en tres niveles, caben muchas brujas y brujos.
Lo cierto es que si alguna vez se realizaron reuniones en la cueva, seguramente no fueron sino meras celebraciones antiguas de culto a la naturaleza. Pero si el morbo insiste en hacernos creer que existieron bacanales negras de lascivo y extraviado desenfreno, en la actualidad han sido sustituidas por el zikiro jate, comida popular a base de cordero asado en vara de avellana, que cada 18 de agosto reúne a centenares vecinas, vecinos y foráneos.
Y lo cierto es también que hubo inocentes que pagaron con su vida por la paranoia, el fanatismo o la incultura de mentes cerriles con poder. Para reivindicar a estas víctimas y mostrarnos la vida de aquellas gentes, la casa Induburua, antiguo hospital, fue transformada en el Museo de las Brujas, donde se cuenta la historia más allá del mero folclorismo, introduciéndonos de manera amena en los mitos y leyendas que la rodean.
Hoy, Zugarramurdi es hermosura en su paisaje y su patrimonio, y es música de dultzaina y trikitrixa con versos cantados en la vieja lengua vascona. Porque lo que Lancre y los inquisidores de Logroño no sabían es que, según se cuenta, el Diablo no sabe Euskara. De hecho, viendo que quienes habitaban estas tierras nunca iban al infierno, decidió aprenderlo para poder tentarlos. Tras 7 años intentándolo solo consiguió aprender bai, sí, y ez, no, y lo dejó por imposible. Pero, ya se sabe, es una leyenda…
FUENTE: https://viajes.nationalgeographic.com.es/ubicacion-exacta/pueblo-brujas-cuevas-esta-navarra_21227
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