El episodio de fenómenos paranormales que tiene en vilo a una parte de la plantilla del centro de salud «Carlos Castilla del Pino» en Córdoba, en la antigua Noreña, se suma a otras historias de espíritusque pueblan diversos rincones de la ciudad y que siguen candentes.
Voces, ruídos, apariciones misteriosas, personajes históricos atrapados en la leyenda de edificios históricos conforman un mapa de lugares encantados que cada vez atrae más el interés de los cordobeses.
Algunas de las personas que diariamente trabajan en el Palacio de Orive refieren haber escuchado golpes que provienen del piso, que no tienen explicación y que a más de uno ha erizado el vello. La historia que relatan las abuelas habla de un episodio
que tuvo como protagonista a Blanca, la hija de don Carlos de Ucel y
Guimbarda, corregidor de Córdoba a finales del siglo XVII.
La niña, de gran belleza, había sido maldecida por una gitana a la que despreció cuando ésta quiso decirle la ventura. Una fría noche y de madrugada, llegaron a la casa unos hebreos que iban a quejarse al corregidor
de que no les querían dar posada en ninguna de las de Córdoba. Ante la
afrenta cometida, don Carlos consintió que se alojasen entre sus cuatro
paredes.
La curiosidad que estos inesperados huéspedes despertaron en la joven Blanca la llevó a vigilarlos
por el agujero de la llave del portón. Cual sería su sorpresa al ver
que leían en un libro a la luz de una vela amarilla, y que pasaban muy
deprisa las cuentas de una especie de rosario que uno de ellos llevaba
pendiente de la cintura.
A momento sonó un ruido extraño y la tierra se separó
dejando una abertura que daba paso a una hermosa escalera de mármol. Por
ella bajó uno, volviendo a poco acompañado de un joven y un cofre, al
parecer lleno de alhajas de gran valor. Aquel desgraciado, enterrado en
vida, les rogó repetidas veces para que lo llevasen consigo, siendo
inútiles sus quejas y súplicas. Apagaron la vela, y con la luz
desapareció también el hoyo formado en el portal, como si nada hubiese
sucedido.
Cuando se marcharon los hebreos, la niña trató de repetir lo que había visto reuniendo la cera que se había caído sobre el suelo y haciéndose una pequeña vela. El suelo se volvió a abrir y Blanca bajó por las escaleras.
Pero la llama se apagó antes de que pudiera salir y una sombra negra,
con rasgos de la mujer que la maldijo, le cortó el paso. Cuentan que aún hoy, el espíritu de la niña sigue golpeando el suelo, esperando a ser rescatada.
Duendes en Gutiérrez de los Ríos
Otra leyenda que ha pervivido hasta el presente es la del duende de la calle Almonas. En el número 48 de la citada vía vivió hace más de cinco siglos Martín,
un apuesto varón cuya prepotencia le valió la maldición de la
Providencia, que lo convirtió en un ser horrendo de orejas puntiagudas.
Desde entonces, muchos han pensado que en las casas de Gutiérrez de los Ríos habitan seres como Martín, duendes burlones a los que la tradición popular siempre ha hecho responsables de las cosas que salen mal.
En la calle Francisco del Rosal,
cerca de la plaza de San Andrés, también hubo una vivienda, en la
primera mitad del siglo XIX, en la que un duende hacía la vida
imposible a la familia que vivía allí. Los residentes no pudieron
aguantar más la situación y decidieron mudarse. Sin embargo, cuando
acabaron de sacar el último mueble y cerraron la puerta, se escuchó
decir al duendecillo: «Ya estamos todos». Desde entonces, es típico en
la ciudad mencionar esta frase cuando se presenta alguien cuya presencia
ni se espera ni se desea.
Fenómenos paranormales en Derecho y Filosofía
La Facultad de Derecho de Córdoba
es, para los expertos en fenómenos que escapan a la razón, uno de los
lugares con mayor actividad paranormal de toda España. La
peculiaridad de los sucesos que se producen en este enclave es que se
han dado y siguen dando ante múltiples testigos. Los muros de este
edificio están impregnados por la tragedia. Durante
la Guerra de la Independencia, muchos monjes que habitaban el recinto,
que, por entonces, era un convento carmelita, murieron entre sus muros.
Después, cuando fue convertido en el Hospital Real de San Antón,
el edificio presenció el fallecimiento de centenares de pacientes, ya
que aquí se atendía a enfermos terminales. Ruidos, extrañas sombras,
psicofonías... Pocos se atreven a recorrer los pasillos de la facultad
cuando se esconde el sol.
Otro de los lugares que más interés ha despertado entre los amantes de lo misterioso es la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, anteriormente Hospital del Cardenal Salazar o de Agudos. Al igual que el anterior centro, son múltiples los testimonios de vigilantes de seguridad, personal del impieza y estudiantes que refieren la existencia de sucesos paranormales.
Su morgue jugó un papel importante en momentos en los que la mortandad
fue muy alta, como durante las terribles epidemias sufridas a los largo
de los siglos XVIII y XIX (peste y cólera), o durante las etapas de
contienda bélica.
Muchos han presenciado fenómenos sin explicación, como
luces que juegan a encenderse y apagarse, susurros que llaman por el
nombre e incluso la aparición en la planta superior de un hombre de
terrible aspecto que tosía como un enfermo terminal.
En las contraventanas de la segunda planta que dan al patio
principal, todavía se pueden leer con claridad los nombre de pacientes
que estuvieron allí ingresados. Y en la primera planta, los siglos de
uso sanitario han quedado estampados en su suelo.
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