Hace ya unos dias el mundo recordó el centenario del trágico hundimiento del crucero Titanic y a la vez, yo traje a memoria una historia que leí hace algunos años y que ahora comparto con ustedes.
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Cuenta la leyenda que la momia de una presunta sacerdotisa que vivió en la corte del faraón Akenatón (1353 a.C. – 1336 a. C.), acompañó a las 2,227 personas que iban a bordo del transatlántico. De acuerdo a “La maldición de los faraones” (1973), cuestionado libro del periodista alemán Philipp Vandenberg, la momia pertenecía al coleccionista inglés Lord Canterville, un pasajero del Titanic que encontró la manera de arreglárselas para llevar su tesoro a Nueva York.
El mismo autor indicó que la profetiza gozó de gran popularidad durante el reinado del denominado “faraón hereje” y que por eso los habitantes de la ciudad de Minieh llegaron a levantar un santuario para que esta pueda trabajar sin problemas. Ese pequeño pero imponente centro se llamó el “Templo de los Ojos”.
Cuando se encontró el sarcófago de la momia –siempre citando la misma publicación–, los exploradores se sorprendieron al ver que el cuerpo cargaba varios amuletos, en particular uno de la cabeza que tenía la siguiente inscripción: “Despierta del sueño en que te sumiste. La mirada de tus ojos triunfará sobre tus enemigos”.
Según la leyenda, la momia se conservó en una caja de madera y dado su valor, no fue colocada en la bodega del Titanic, sino detrás del puente de mando del capitán Edward John Smith.
Vandenberg, a partir de los rumores que surgieron en la prensa poco tiempo después de la tragedia del Titanic, mencionó en “La maldición de los faraones” que los científicos que examinaron el cuerpo embalsamado mostraron signos de enajenación mental y por tanto, se preguntó si el capitán del Titanic también fue presa de los ojos de la momia. Smith y Lord Canterville murieron en el naufragio.
¿La maldición de la momia del Titanic?
Cuenta que el egiptólogo Douglas Murray se hizo de la momia en 1910 gracias a un cazador de tesoros norteamericano, que murió repentinamente sin cobrar ni un centavo de lo acordado con el británico. La cosa no quedó allí. Pellegrino narra que el investigador perdió gran parte de la mano derecha luego de que estallara su pistola, la misma que quedó gangrenada y que por eso requirió la amputación del brazo hasta la altura del codo. Solo habían pasado tres días desde que se apoderó de la momia de Hatshepsut.

William Thomas Stead
Otras versiones que surgieron en la prensa señalan que el aclamado periodista británico William Thomas Stead fue quien finalmente compró la momia y quien se las ingenió para esconder el sarcófago en la parte inferior de su auto. Según se comenta, el hombre de prensa reveló a los pasajeros del Titanic sobre su misterioso tesoro una noche antes del hundimiento.

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