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miércoles, 3 de julio de 2013

Un neurocirujano italiano afirma que el trasplante de cabeza humana es posible

En los últimos años hemos sido testigos de como la ciencia ha evolucionado mejorando nuestras vidas y “curando enfermedades” que antiguamente parecía algo completamente impensable. Pero en la actualidad, la ciencia ha pasado de ayudar a la humanidad a considerarse Dioses, con el poder de crear y destruir a su antojo. Cuando los científicos violan los tabúes morales, siempre ocurren terribles consecuencias. Y esto mismo lo podemos encontrar en nuestra narrativa, que se remonta al menos a la conocida obra literaria de Mary Shelley Frankenstein. Que por muy buenas intenciones que nuestros científicos puedan llegar a tener, sus resultados traspasan los límites éticos produciendo daños irreparables en nuestra sociedad.
Pero ahora, como si se tratara de una novela de ciencia-ficción, un científico afirma que es posible colocar la cabeza de una persona en otro cuerpo humano. El científico italiano Sergio Canavero cree que ha llegado el momento de completar con éxito el primer trasplante de cabeza humana de la historia, lo que según el propio científico, podría llevar a soluciones para los que sufren de distrofia muscular o tetrapléjicos con fallo orgánico generalizado.

Los trasplantes de cabeza no es nada nuevo, se han intentado desde la década de 1950 cuando el científico ruso Vladimir Demikhov experimentó con perros. Veinte años después, el neurocirujano americano Robert White llevó a cabo con éxito un trasplante de cabeza de un mono al cuerpo de otro. El mono vivió durante varios días, pero gracias a las carencias científicas y tecnológicas, no se pudo conectar las dos médulas espinales, siendo el resultado final la muerte del mono.
Pero al parecer, Canavero describió en un artículo reciente como conectar los donantes y receptores de médula espinal, el único paso que faltaba en los procedimientos anteriores. Aunque el nombre del procedimiento sugiere lo contrario, el beneficiario recibiría un nuevo cuerpo, no una nueva cabeza. Tanto el cuerpo receptor como el cuerpo del donante se cortan antes de conectar el receptor a un nuevo cuerpo. Para ser trasplantado, la cabeza tendría que ser enfriada entre 12 y 15 grados Celsius. Entonces, las dos cabezas deben ser cortadas exactamente al mismo tiempo y en la misma sala de operaciones. A continuación, los cirujanos tienen una hora para conectar la cabeza al cuerpo del donante, que también se enfría y se coloca por debajo de un paro cardíaco.
Y el nuevo desarrollo de Canavero para conectar la médula espinal se llama el procedimiento GEMINI, durante el cual los cirujanos cortan la médula espinal enfriada con cuchillas muy afiladas.
“Es este un corte limpio la clave para la fusión médula espinal, ya que permite que los axones cortados se fusionen con sus homólogos distales”, describe Canavero.
Canavero también dice que algunos productos químicos, tales como polietilenglicol o PEG se pueden utilizar para fundir inmediatamente las médulas espinales. Una vez que la médula espinal de los receptores y los donantes están conectados correctamente, el corazón del cuerpo puede ser “reiniciado”, el bombeo de sangre hacia el cerebro y la “temperatura normal puede llegar en cuestión de minutos”.
El científico “iluminado” dice que todavía hay mucho trabajo por hacer, ya que la fusión de la médula espinal tiene que ser aprobada, y sobre todo que no ha tenido tiempo de ocuparse de los aspectos éticos de la intervención. Pero la excusa para defender este tipo de intervenciones, es que podría llegar a ofrecer una posible cura para las personas con enfermedades que dejan sin funcionamiento al cerebro, mientras que afecta al resto del cuerpo, como las distrofias musculares progresivas, o incluso varios desórdenes genéticos y metabólicos de la juventud.

Los años 50 y los años 60 fueron una época dorada para la comunidad científica. A raíz del primer trasplante de órganos humanos en 1954, ya se pensó en la posibilidad de los trasplantes de cabeza humana. La fascinación científica por la vida después de la decapitación se remonta a tiempos antiguos, más allá de la guillotina de la Revolución Francesa. Como solía ocurrir en el siglo XX, los perros y los monos eran los designados por la ciencia para realizar grandes sacrificios en nombre de la humanidad. El cirujano estadounidense Charles Guthrie trasplantó la cabeza de un perro sobre el cuello de otro en 1908, por supuesto que con el financiamiento del gobierno, y también el cirujano soviético Vladimir Demikhov intentó un trasplante de órgano superior canino en 1951. Para no ser menos, los Estados Unidos financió el trabajo del neurocirujano Robert J. White, a mediados de 1960. White experimentó con el trasplante de cerebros de un perro y un mono en otros animales. Su trabajo culminó con un experimento en 1970, ya que el trasplante pudo sobrevivir en la cabeza de un mono Rhesus.
“Recuerdo que la cabeza se movía, las expresiones faciales parecían mostrar un terrible dolor, junto con la confusión y la ansiedad en el animal. La cabeza se mantenía con vida, pero no duro mucho tiempo. Fue horrible, yo creo que nunca se debe hacer de nuevo”, explico White a varias revistas científicas.

Por suerte, no todos los científicos están de acuerdo con que se pase los limites morales de la vida. Incluso algunos expertos afirman que este tipo de experimentos son muy parecidos a las atrocidades médicas realizadas por los nazis que están bien documentados. Lo que realmente es aterrador, es la utilidad de esta información por parte de la ciencia médica. Gran parte de nuestros conocimientos médicos se basaron en estos datos, planteado muchas preguntas sobre la moralidad de los experimentos científicos. En la actualidad, sabemos que la ciencia es capaz de clonar cualquier ser vivo, que es posible volver a la vida a animales extintos, pero no por ello se debe hacer. ¿Dónde están los límites? ¿Estamos ante una nueva secta llamada ciencia?

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