Dos de la mañana, desperté casi desesperado, necesitaba fumar un
cigarrillo. Desde hace tiempo intento dejar esta adicción sin éxito
alguno. El balcón resultaba un lugar muy atrayente. La vista hermosa
de mi ciudad de noche, silenciosa e iluminada. Un cierto dejo de
nostalgia se hace sentir dentro de mí, recordando la infancia, la
juventud y la gente que ya no se ve.
Relajado, casi volando con cada bocanada de nicotina inhalada. La
calle vacía sin niños jugando en la cancha cerca de la vieja toma de
gas.
A lo lejos puedo ver la silueta de una persona alta, fantasmagórica –
¿será real o efecto del insomnio abrumador que me aquejaba?-
La figura apuntaba al suelo con un largo brazo teñido de negro, mucho
más negro que la noche estrellada en el balcón de mi departamento. El
temor parece apoderarse de mí. -¡insomnio quizás!- me dije.
Encendí otro cigarrillo, quedaban solo dos. No dejé de mirar al
horizonte, la figura siniestra trataba de meterse en mi cabeza.
Recuerdos y más recuerdos de vidas que parecen ser pasadas, memorias
escondidas en el fondo de mi cabeza. Decisiones que no se tomaron,
riesgos que no se corrieron. Recuerdos de aquel verano en la playa o el
invierno exquisito en la nieve se mezclaban dejándome con el corazón
frió y el alma hirviendo.
Una luz despampanante emerge desde el suelo, justo bajo la vieja
escotilla de la toma de gas. -¿Es posible que exista alguien ahí?
¿Alguien que en su encierro máximo pueda ser capaz de confinarse en tan
pequeño espacio?- -¿Podría suponer que esta persona está en algún tipo
de peligro?- He vivido en este sector por muchos años, que no parecen
tantos, pero lo son, y nunca había visto aquella luz encenderse.
Con el correr de los segundos la luz parecía hacerse más intensa, su
fulgor plateado parpadeaba como enviando señales. ¿Pero a quien? –Me
pregunte- , quizás al espacio, quizás al otro lado del mundo, o quizás a
mí.
La noche parecía cambiar, la oscuridad se intensificaba, algo cubría la
maravillosa luna llena, noté que la figura negra y fantasmagórica se
había multiplicado por cientos o quizá miles y se paseaban a gran
velocidad flotando entre los edificios del block. Algunas tan lejanas
como el horizonte.
Ya no sentía temor si no una inmensa curiosidad. La luz plateada se
reflejaba ahora en la oscuridad del cielo cubierto por las ánimas. Me
incitaba a bajar las escaleras y a despojarme de mis miedos, conocer, la
necesidad de conocer aún cuando el resultado de la empresa pueda no ser
favorable.
Mire hacia el interior del departamento buscando algo o alguien, tal vez
si alguien estuviese ahí, esperando, dormitando, pero la cama estaba
vacía y fría y lo había estado desde hace un tiempo. La soledad era la
culpable de mi locura, de esta locura nocturna, de las visiones
paranoicas.-cerré los ojos un momento - saqué un cigarrillo, solo
quedaba uno. Lo encendí mientras podía escuchar el sonido de las almas
negras flotando por todos lados y ver la luz plateada titilando en lo
profundo de la noche.
Lleno de decisión, giré, caminé hacia la puerta grande y antigua. Logré
abrirla rechinando. La escalera se extendía por cuatro largos pisos.
Mire al primer escalón – un paso a la vez – pensé-. Al mover mi pie
izquierdo, sentí un destello helado subir por mi espalda y la sensación
de duda se apodero de mi, carcomiendo cada uno de mis sentidos, de un
de repente la cama fría y vacía parecía ser un refugio aislado de las
presiones, de las dudas y lo trucos mentales. ¡Insomnio quizás ¡- me
dije -. Guardé mi último cigarro para la mañana y cerré la puerta del
balcón.
Autor: Luis Poblete-Salazar
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