LLEGÓ el circo a la comarca, los cipotes están muy contentos, Martha al
igual que todos sus primos con quienes juega empolvada y chorreada,
encajándose en los palos gritando y peleando, están que no se aguantan a
que llegue la noche, pues la función comenzará a las siete, según
anunció “la barata” del circo, camioneta destartalada cuyo ruidajes
pareciera los de la carretanagua, rechinaba más fuerte que la voz del
anunciador que salía por los dos grandes megáfonos amarrados arriba de
la cabina:
“Llegó el circo, llegó el circo de los hermanos Galerias, con mucha
diversión, malabares y animales salvajes amaestrados, el payaso Polo le
hará reír a más no poder, vengan, adultos cincuenta córdobas, niños
pagan la mitad”.
Llegó la hora de abrir el susodicho circo que más bien parecía una carpa
de refugiados por algún desastre, ésta parecía azotada por algún
huracán, pues estaba toda parchada y nacida con algunas roturas. Y la
entrada, ja… la entrada no era más que unas latas que pretendían formar
una especie de puerta de castillo de disney world pintadas de muy mal
gusto, con figuras de malabaristas, animales y unos rostros de payasos
que no parecían reír; sino gruñir, a la par y unido a ésta, estaba otro
simulacro de fachada, se trata de una taquilla. En ambos extremos de
éste conjunto de rudimentaria fachada, se unía un improvisado cerco con
alambres de púas que rodeaba a la carpucha circense.
Pero eso era lo que le daba tanta alegría a los niños pobres de esa
comarca perteneciente al municipio de El Viejo, departamento de
Chinandega, la diversión y distracciones para los infantes eran casi
nulas, al igual que en muchos lugares similares y olvidados de nuestra
Nicaragua, ahí solo existen bares y se hacen unas que otras fiestas
populares donde la intención es siempre la venta de “bebidas
espirituosas” por no decir guaro. Los niños y las niñas se divierten
cuando van a piñatas por las tardes, cumpleaños de algún amiguito a
amiguita donde son invitados.
Martha ya amarró con sus primos y amigos la salida hacia el circo,
acompañados, claro está, con un adulto, pues aunque Martha aparenta
mayor, no tiene más que trece años y medio, es la más bonita de entre
todas sus amigas, casi siempre risueña, aunque a veces pleitista cuando
se trata de defender de otros pleititos a sus primos que son de menor
edad.
Seis y media, la manada de chavalos ya van rumbo a la diversión, la tía
de Martha con foco en mano alumbra la trocha polvorienta por donde
caminan, aunque con la luna hermosa no es tan necesario el foco, ya
divisan las bujías encendidas del circo, hay fila, pero, a como era de
esperarse; no hay demasiada gente que se diga. A través de los viejos
megáfonos, esta vez puestos en lo alto de la carpa, se escucha el
chachareo de “la colombina”, adentro se veía un centro iluminado por un
reflector, rodeado por tablones de madera que servían de asientos, era
una especie de mini anfiteatro rudimentario.
La función ha comenzado con perros que llevan y traen objetos, saltan un
aro, se hacen los muertos, todo a voz de su entrenador: un rechoncho
hombre que recibe pocos aplausos, pues todos esperan al payaso… ¿cómo es
que se llama? ...bueno, no importa su nombre; el público llegó
esperando que los cómicos pintados les arranquen carcajadas.
Y esa fue la función de “los animales salvajes amaestrados” o mejor
dicho de los “perros callejeros amaestrados” que para alegría de los
presentes ya terminó.
El presentador, otro panzón, disque vestido elegantemente con su
micrófono rechinante anuncia a “¡Polooo eeeeeeeeeel payasooo!” y los
aplausos no se hicieron esperar, sale un hombre alto y gordo con
vestimenta de tirantes, floja y colorida, mas bien descolorida, que como
la carpa presenta parches por todos lados, en su cara maquillada de
blanco, resaltaba una gran nariz como un tomate, y un pequeño sombrero
sobre su peluca parecida a mechones de lampazo y unos zapatones rotos,
salió cantando a capela estridentemente ridiculizando la canción de
Emmanuel: “Toda la vida… comiendo tortilla vacía… y ni tan siquiera un
gallopinto… para engañar a la barriga”, ahí estaban las risas de los
chavalos y de todos los demás. Martha y el grupo se habían sentado en
"palco" las primeras gradas, Polo lanzaba miradas furtivas hacia la
agraciada niña, visualizaba el panorama, a veces parecía como si
analizara algo viendo a Martha de pies a cabeza mientras realizaba su
cómico espectáculo. Al fondo, esquineado y a oscuras; se dibujaba la
silueta de un hombre sentado frente a dos tambores, con bolillos en mano
hacía redobles y el ¡Bom! cuando presionaba un pedal con sus pies para
mover el palillón que hacía sonar un bombo, ¡plash! con los platillos,
tratando de coordinar los sonidos con los movimientos de los payasos
¡Bom! ¡plach! cuando se caían, ¡Brum! con los tambores cuando con las
cubetas repletas de burusas de poroplás y tiras de papel lanzaban al
público haciéndoles creer que se trataba de agua, pues antes ellos
mismos y como parte de sus payasadas, ya se habían mojado con cubetas
llenas de agua.
“Necesitamos a un voluntario o voluntaria” dijo el tal Polo a su
público, muchos levantaron sus manos con algaravilla, pero el payaso se
dirigió directamente a Martha le agarró la mano y prácticamente a la
fuerza, la jaló al centro del escenario, apartándola del grupo que la
acompañaba y simulando ser un payaso de los buenos.
“Voy a realizar un acto de magia” decía a viva voz con redobles de
tambores y metió a la niña en una especie de armario, Martha reía, para
ella y para los demás que estaban viendo, todo era parte del espectáculo
al igual que lo eran los otros dos payasos y un enano que acompañaban a
Polo, más bien eran sus compinches, estos agarraron el cajón ya cerrado
con la niña dentro y la pasearon por el escenario mientras Polo corría
tras de ellos gritando: “A donde van, traigan eso” ocasionando risas,
¡Bom! ¡plach! y los cómicos se fueron con su carga tras las cortinas del
fondo desapareciendo ante la vista de los asistente, se había efectuado
un secuestro ante todos ahí presentes, la función a terminado, el
público comienza a desalojar el lugar, menos los familiares y amigos de
Martha que perplejos voltean a ver para todos lados esperando verla,
“vámonos” decían los más pequeños “no, ¿y Martha?” preguntaba la tía,
“sí, ¿donde está?” preguntaban las otras niñas.
Fueron todos a buscarla tras las cortinas donde vieron que llevaron el
cajón y preguntaban a los del circo si avían visto a la chavala, nadie
les respondía, todos realizaban sus quehaceres haciéndoce los
desentendidos. Salieron por el otro extremo de la carpa y solamente
vieron malezas y quiebraplatas, a la derecha carros cacharpas; pero nada
de ver a Martha y ni un solo ruido se escuchaba por el lugar a parte de
los grillos.
“Vamonos, esta chavala debió de irse sola para la casa” dijo la tía y se
fueron. En el camino iban comentando las payasadas de Polo, las cosas
que les ocasionó risas, no parecían preocupados por la ausencia de
Martha creyendo con certeza que ya estaba en casa, pero llegaron y ella
no estaba, “no, aquí no ha venido, seguro agarró para donde su papa, ya
la conoces como es ella” les dijo el abuelo, y todos se fueron a dormir.
Se fue el circo
A la mañana siguiente los comarqueños se sorprendieron al no ver al
circo, “¡pero si apenas ayer llegó y ya se fueron!” decían con sorpresa
algunos.
Lo que a continuación a Martha le pasó, fue descrita por ella misma al liberarse de sus secuestradores tres años después…
“Fue horrible mi vida, fue un martirio estos años que anduve con ellos,
me llevaron a Honduras y el Salvador, secuestraron otras chavalas y las
ponían de bailarinas casi desnudas cuando hacían espectáculos para todo
mundo y desnudas cuando era solo para adultos, a mi también me obligaban
a bailar, me golpeaban porque yo nunca quería y todas las noches me
violaban de tres a cinco hombres siempre borrachos y hediondos, la
primera vez fueron más, yo nunca había tenido hombre y me desmayé
sangrando, me mantenían amarrada como animal, a través del tiempo ya les
fui importado menos, en los últimos dos años ya casi no me molestaban.
Una vez llegó el que hacía de payaso Polo, tomado como siempre, y como
yo me resistía, él me golpeaba, esa vez con una botella de cerveza que
llevaba me pegó en la cabeza y la botella se quebró y con la punta que
le quedó me hizo esta cicatriz que tengo en la cara”.
Ese fue el testimonio de Martha que con un niño a cuestas y entre
sollozos relatos, decía a la policía. Fueron tres años de búsqueda y
hasta daban por hecho que nunca más la verían, por lo menos no con vida,
a ella y otra jovencita que también desapareció con el circo macabro.
Luego de los hechos, los lugareños nunca permitieron que arribara otro
circo más a la comarca, los sacan casi linchados y aún, entre los
comarqueños de Palo Seco, existe el temor a los destarlados pequeños
circos ambulantes.
Ninguna autoridad pudo dar con el paradero de los delincuentes
disfrazados de cirqueros y payazos, tal pareciera que la tierra se los
hubiera tragado o están protegido por la imagen demoníaca -según cuenta
Martha- que ellos siempre llevaban y que le rezaban como si se tratase
de algún santo.
Pero ¿cómo se escapó ella de sus captores?
Según Martha, en una extensión de su testimonio, una de las señoras que
desde chavala había pasado a ser mujer del dueño de circo, tuvo
compasión de ella, pues miraba que era la que más recibía escarmientos
por ser tan rebelde, nunca la pudieron domar, la señora era la que la
cuidaba, la alimentaba y hasta le daba consejos y varia veces la liberó
de sus ataduras y el último dos año al no hacer intento de escape,
anduvo “libre” dentro de los límites del circo, ella era constantemente
amenazada si huía, si pedía ayuda, si hablaba, de todo la amenazaban,
vivía hecha un manojos de nervios. Estaba sola, no tenía a nadie, a
todos parecía no importarle, los hombres la usaban nada más que para
saciar sus instintos viles y sexuales, diciéndole bascosidades.
Una noche, como tantas otras, viendo las estrellas con chorros de
lágrimas que se les escurrían, tratando de no emitir quejidos y pensando
en sus padres amorosos, en sus primos con quien jugaba, en el lugar
donde creció y en aquella quebrada donde lavaba su ropa revolcada y se
bañaba en calzón, chapoteando y buceando, recordando cuando era feliz;
esa noche pensó con determinación acabar con todo esa amargura.
Después de la función, se retiró a su “camerino” un rincón en la carpa
donde desenrollaba y extendía una rota colchoneta y dormía con los
perros y las pulgas, pero a como ya lo había decidido, no quería más
abusos, ni pulgas ni perros y sabiendo que no estaba muy lejos de la
zona fronteriza entre Honduras y su país, se puso su harapiento vestido y
simplemente se marchó, sigilosamente se escurrió entre chereques, pasó
el alambrado y aunque los perros comenzaron a ladrar, ella no se detuvo y
corrió hacia la carretera solamente sabiendo que tenía que dirigirse
hacia el Sur. Los carros pasaban, ella les pedía raid, nadie se detenía.
Llegó a una gasolinera y vio un camión de esos que transportan
mercadería a través de la carretera panamericana desde Guatemala hasta
Panamá, se acercó al camionero que estaba por montarse, le pidió con
lágrimas en los ojos que la llevara lejos de ahí, el señor creyendo que
se trataba de una prostituta le dijo que no estaba interesado y que se
fuera por donde había venido, ella le agarró de la mano y le dijo que
era de Nicaragua y quería regresar con su familia y que ya hace tres
años que a la fuerza la habían traído. El camionero, viendo su rostro,
su agonía y su desesperación, le creyó y así fue que Martha llegó
nuevamente hasta Chinandega, el camionero le ayudó pagándole una
cantidad de dólares a un guardia fronterizo para que la dejaran pasar
sin pedir documentación, seguramente de esa misma manera es que ingresó
de ida al igual que las demás. Durmió casi todo el camino al pasar por
el reparto Estela ya en territorio nicaragüense el camionero se detuvo
en un empalme, “aquí te puedes bajar, te queda más cerca el lugar para
donde vas”, le dijo y ella “felizmente” regresó a su comunidad con
marcas visibles en su cuerpo y otras que no se pueden ver pero que ella
siente en su alma y en su corazón partido en un millón de pedazos.
Pasadías, insomnios, dificultad para amar, para relacionarse con los
demás especialmente con amigos y muchas otras secuelas más es lo que le
quedó de su infortunada mala pasada del destino.
Autor: Mauricio Valdez
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