Todos nos hemos encontrado en una situación donde hemos tenido la
sensación de ser observados, seguido de un repentino escalofrío y que
nos ha obligado a mirar detrás de nosotros para ver si alguien nos
estaba mirando. En ocasiones tenemos razón pero en otras nos encontramos
en una habitación a solas. Se trata de un fenómeno bastante común entre
la población que plantea algunas preguntas: ¿somos capaces de detectar
esto conscientemente? ¿Fue sólo simple casualidad?
Parapsicólogos y otros investigadores creen que este fenómeno se conoce
como el efecto de miradas psíquica o en términos científicamente
correctos como scopaesthesia, aunque otros expertos sugieren que puesto
que como no hay nadie más alrededor, la sensación de sentirse observado
procede de entidades del más allá, todo un fenómeno sobrenatural.
“Mi nombre es Max. Desde que tenía 11 años he tenido la sensación de
que algo me estaba mirando. Soy consciente de que muchas personas
pueden pensar que soy un paranoico, pero puedo decir que no tengo ningún
trastorno, ni problemas psicológicos, ni nada parecido. En algunas
ocasiones este sentimiento viene acompañado de un fuerte dolor en la
espalda o un aturdimiento como si estuviera fuera de mi cuerpo. Pero en
todos los casos, el aire de todo mí alrededor se ponía más duro y
difícil de respirar profundamente.
Esto me ha estado siguiendo a todas partes. Por ejemplo esto me
ha llegado a ocurrir caminando a mi lugar de trabajo, en el
supermercado, en el centro comercial, incluso estando solo en mi casa. A
veces me he llegado a despertar en medio de la noche sintiendo como me
estaban mirando fijamente.
Hubo un suceso que tubo lugar
en el baño de mi casa, mientras me lavaba las manos me pareció observar
una figura detrás de mí. Una vez acudí a un psíquico y me dijo que tenía
la capacidad de sentir sus presencias mirándome fijamente. ¿Me pueden
decir si es algo común o realmente puede sentir las presencias
mirándome? Necesito que alguien me pueda explicar esto, y si realmente
son presencias que me vigilan, me temo que se trata de más de un
espíritu o un fantasma.”
Max simplemente relata lo que miles
de personas en todo el mundo afirman haber experimentado, y descartando
la posibilidad de cualquier problema psiquiátrico, la realidad es que la
sensación de sentirse observado siempre ha sido un tema polémico,
ya que muchos investigadores han tratado de probarlo y otros han
tratado de refutarlo. Las teorías detrás de este fenómeno son realmente
interesantes y puede dar lugar a otros descubrimientos en el ámbito
paranormal, si llegara a ser concluyente. Sin embargo, son muchos los
investigadores que han intentado dar con la respuesta que explicara de
una vez por todas el fenómeno.
Investigadores como Rupert Sheldrake,
concluyeron que algunas personas son capaces de detectar los efectos de
la mirada fija. Aunque sea cual sea la teoría, muchos investigadores se
muestran escépticos con los resultados que provienen de la esfera
paranormal, porque consideran que son muy difíciles de probar en un
entorno experimental.
Presencias del más allá nos observan
Son
muchas las personas que les aterra la simple idea de sentirse
observados por fantasmas y demás entidades. Una gran parte de ese miedo
se basa en los factores desconocidos como: ¿Quién es? ¿Qué es? ¿Qué es
lo que quieren? ¿Van a atacarme? ¿Poseerme? ¿También me observan durante
momentos privados?
Es más que conocido en el círculo de lo paranormal que ciertas entidades negativas acechan en la oscuridad, materializándose en forma de sombras oscuras. Según los expertos en esoterismo, la energía espiritual de estas presencias estaría “vibrando” a una “velocidad” mucho más lenta que los demás seres que residen en otras dimensiones,
lo que hace que en ciertos momentos podamos sentir su presencia
mirándonos fijamente, ya sea para alimentarse de nuestra energía o, en
los peores casos, para atacarnos o poseernos.
Otra
teoría para explicar la sensación de ser observados es el hecho de que
los espíritus están por todas partes. Comparten el mismo espacio que
nosotros, sólo que a un nivel diferente de conciencia. Y cuando las
condiciones son favorables, los podemos sentirlos. Y, por supuesto, ya
que están a nuestro alrededor, es natural pensar que nos están mirando.
Y no podemos obviar la teoría de algunos que sugieren que las presencias que nos observan son nada más y nada menos que guías espirituales.
Estas presencias coexiste entre el plano espiritual para ayudarnos o
dar advertencias. Pueden presentarse en los sueños y en los momentos
delicados de nuestras vidas.
Sin
lugar a dudas, está claro que hay muchas personas que creen en los
eventos paranormales, tales como la escopaestesia, también conocido como
el efecto de la mirada en la nuca o el efecto de las miradas psíquicas.
La escopaestesia es el resultado de ser mirado sin saber y ser capaz de
detectarlo. A lo largo de la historia ha habido muchos creyentes de
este fenómeno, en consecuencia se ha producido también una gran cantidad
de experimentos en búsqueda de respuestas a este fenómeno.
En
1913, John E. Coover llevó a cabo un estudio sobre la escopaestesia y
concluyó que sólo el 50,2 % de los sujetos eran capaces de detectar si
estaban siendo observados, por lo tanto, afirmó que es algo muy común en
las personas. Del mismo modo, J.J Portman siguió los pasos científicos
de Coover, concluyendo que el fenómeno psíquico era estadísticamente
plausible.
Por supuesto que otros investigadores como Edward
Titchener, Nea Mao y Linda Williams afirmaron que las pruebas realizadas
por Coover eran simple causalidades debido a una mala
interpretación. Más específicamente, Titchener rechazó la idea de que la
escopaestesia se basaba en la telepatía.
Como es evidente, la
ciencia no reconoce la existencia de este fenómeno y considera que es
causado por problemas psicológicos. Sin embargo, tanto los creyentes
como los escépticos todavía no han podido dar una explicación para la
sensación de sentirnos observados. Es por este motivo que otros expertos
en lo paranormal han sugerido que su origen está en la presencias de
entidades de otras dimensiones como fantasmas, espíritus, ángeles o
demonios.
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jueves, 29 de mayo de 2014
Hoy en nuestra seccion de Relatos: A orillas del lago
Despertó atontada, como le sucedía desde hacía varios meses, al abrir
los ojos inclusive quien era y donde estaba eran datos difíciles de
saber. Luego de unos minutos, la realidad la golpeaba como un látigo y
deseaba sumirse en el letargo de la inconsciencia. Desde hacía tiempo,
debía tomar pastillas para dormir, las cuales robó del botiquín de su
madre. A esto atribuía sus lagunas mentales, los largos ratos de
desorientación, e inclusive la amnesia que últimamente estaba teniendo.
Salió de la casa y comenzó a caminar hacia el muelle, le gustaba mucho sentarse ahí completamente sola y tratar de olvidar eso que tanto la lastimaba, al grado de no permitirle respirar. Tenía la sensación de que se ahogaba, necesitaba escapar del dolor como le fuera posible.
Intentó distraerse y volteó hacia su casa, era muy hermosa, rodeada por árboles frutales, buganvilias y rosales, con acabados de madera y hermosas ventanas de piso a techo que casi se cubrían con espesas enredaderas. Desde la orilla del muelle podía observar cada detalle de la hermosa casa y al mismo tiempo ver el lago que se encontraba a sus pies, con el agua azul oscuro y las hojas de los árboles flotando apaciblemente sobre él. En aquél lago era en donde antes pescaba con su padre. En el muelle a orillas del lago era su lugar favorito porque amaba aquellos recuerdos, siempre lograban traerle un poco de paz.
De pronto se dio cuenta de que Román estaba ahí, él comenzó a hablarle sobre la noche anterior, de la cual ella no recordaba nada. Le habló sobre el auto, aquel hombre, toda la sangre… Verónica no quiso oír más. Se levantó lentamente y abandonó el muelle.
Al llegar a su casa decidió preparar el desayuno para Anna, sabía que se molestaría con ella si al despertar no lo encontraba listo, así que sacó una sartén y lo puso al fuego con un poco de aceite. Román entró a la cocina, tenía un cuchillo en la mano, pero Verónica decidió no hacer caso de su presencia, se dirigió al refrigerador a sacar un par de huevos y un poco de tocino.
Román clavó el cuchillo en la mesa, el ruido asustó a Verónica, pero ni siquiera volteó a verlo. Él se sentó a la mesa y se dispuso a terminar la historia que comenzó en el muelle. Le contó de nuevo sobre el auto, sobre aquel hombre, toda la sangre... Se sentía aterrorizada al escuchar semejante historia, pero lo que más la asustaba era que Román le decía que estaba con él cuando sucedieron las cosas y ella no recordaba nada. La única forma que encontraba de eludirlo era dejarlo hablando solo en la cocina, abandonó el desayuno y subió rápidamente las escaleras. Quería alejarse lo más posible de Román o por lo menos hasta la noche, cuando sabía que sería imposible.
Abrió la puerta de su cuarto y ahí estaba Jo, llorando de nuevo. Ella siempre estaba llorando ahora que lo pensaba. No quiso interrumpir, así que cerró la puerta y se dirigió al cuarto de sus padres, volvió a sentir un golpe de dolor al entrar y verlo, pulcramente ordenado, tal como le gustaba tenerlo a su madre, pero carente del calor y la felicidad que existían cuando ella estaba en él. Hacía seis meses ya que estaba así, frío, solo, deprimente, desde que sus padres tuvieron aquel horrible accidente en que su auto se salió del camino y murieron. Se echó en la cama y tomó el libro que se encontraba en la mesa de noche, “Cumbres Borrascosas” se leía en la tapa.
Anna entró al cuarto, la rubia de ojos azules y labios color carmín se veía molesta; Verónica se quedó observando su mirada de odio, pero luego se distrajo por las vendas que rodeaban sus brazos; sabía perfectamente lo que significaba, seguramente encontró las navajas que ella escondió debajo de los tablones del suelo y se había cortado de nuevo.
De pronto Anna comenzó a gritarle, tenía hambre, y cuando bajó, lo único que encontró fue a Román con un cuchillo ensangrentado y la sartén con aceite.
Verónica decidió ignorar sus gritos y bajó las escaleras, se dirigió a la cocina y termino de preparar el desayuno, esta vez, ignorando completamente a Román.
Anna se sentó a la mesa y comenzó a desayunar, Verónica se quedó a observarla comer, las dos intentaron ignorar al despeinado sujeto sentado a su lado que jugaba despreocupadamente con un arma homicida.
Ya eran las once de la mañana, seguramente Jo ya habría dejado de llorar, así que Verónica se levantó de la mesa y fue hacia su cuarto, con la esperanza de que estuviera en otro lado.
Al llegar a la puerta del cuarto, se detuvo para abrir silenciosamente. No había nadie adentro así que se apresuró a sacar un par de cosas que necesitaba, de pronto vio por el rabillo del ojo y ahí estaba Jo. Sostenía un oso de felpa y tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Pasó junto a ella y le pegó en el estómago, el sonido fue sordo y fuerte, Verónica cayó al suelo y comenzó a arrastrarse lentamente hacía el pasillo, a pesar de que apenas podía respirar hizo el esfuerzo, pues sabía que si se quedaba, la seguiría golpeando. Una vez en el pasillo escuchó como Jo azotó la puerta, no podría sacar sus cosas, pero al menos se sentía a salvo.
Luego de un rato tirada en el pasillo logró incorporarse, se dirigió al piso de abajo y recogió la lista del súper que Anna le dejó en la mesa. No tenía ganas de ir hasta el pueblo en este momento, pero hacían falta varias cosas para hacer la cena y ya le era suficiente la violencia de Jo, no necesitaba aparte los gritos de Anna.
Se subió a su bicicleta y comenzó a pedalear hacia el pueblo. Como deseaba cumplir 18 y obtener su permiso para conducir, así no tendría que gastar una hora de su vida pedaleando esa estúpida bicicleta que tanto odiaba, podía en cambio, usar el auto de su madre, ese hermoso Mustang 68 color negro que tanto le gustaba. Solo faltaba un año, no tendría que pedalear mucho más.
Al llegar a la tienda entró rápidamente como siempre lo hacía, puso todo lo de su lista en una de las canastillas que ofrecían en la entrada y se formó en la caja, cuando fue su turno, le dio un billete a la señora detrás del mostrador y en cuanto le regresó su cambio salió disparada por la puerta, no quería hablar con nadie pues sabía que las personas solo le tenían lástima, claro, pobre niña huérfana. Pero no era una pobre niña huérfana, no necesitaba la compasión de nadie, ella sabía cómo valerse por sí misma, además, no estaba sola….
Puso las cosas en la canastilla y pedaleó su regreso a casa lo más rápido que sus piernas le permitieron. Al llegar, el plato de Anna seguía en la mesa, pero no había señales ni de ella ni de Román. Se apresuró a arreglar las cosas, lavar los platos y limpiar la cocina pues a pesar de que su madre ya no estaba, sabía lo mucho que les agradaba a ella y a su padre tener una casa limpia y ordenada, de modo que siempre estaba pendiente de hacer lo necesario para mantenerla así.
Una vez que terminó, se dirigió al cuarto de sus padres, ya eran las 3 de la tarde, le agradaba tomar una siesta más o menos a esa hora todos los días recostada en su cama. De algún modo eso la reconfortaba, la hacía sentir cerca de ellos, aunque bien sabía que ya no estaban ahí.
Se acostó en la cama con cuidado, intentando no hacer ruido para que nadie se percatara de su regreso, lamentablemente a ellos no podía esconderles nada y de pronto Román entró en el cuarto.
Le advirtió que no quería molestarla, que si quería seguir en negación a él le daba lo mismo, pero quería informarle que la esperaba a las 8 de la noche en el garaje, que por más que lo odiara, era un mal necesario. Salió por la puerta y Verónica se echó a llorar; cada vez que se veía con él en el garaje, las cosas terminaban mal, ella no lo recordaba nunca, pero él se encargaba de que conociera todos los detalles a la mañana siguiente. A veces no sabía si eran solo cuentos para asustarla o si en realidad hacían todo lo que él decía.
Cuando dieron las 8 de la noche, ya había preparado la cena para Anna y aunque quería subir a su cuarto y dormir, Román llegó y le dijo que no olvidara su cita pues era muy importante. Ella quiso negarse, pero él la tomó del brazo y la sacó fuera de la casa. Un terror frío, se apoderaba de ella cuando eso sucedía, era tan grande el miedo que sentía que la paralizaba completamente, quedaba a merced de él, nada podía hacer para defenderse.
Despertó totalmente aletargada, tenía mucho frío, y cuando estuvo más consciente se dio cuenta de que no estaba en su cama, estaba en el muelle. El viento frío del amanecer la había despertado, de pronto se percató de algo que la hizo temblar de pies a cabeza: su ropa estaba toda ensangrentada y sus manos, completamente llenas de sangre seca. Rompió en llanto, la angustiaba no recordar nada de lo que había sucedido, tocó su cuerpo, pero no, ella no estaba herida, era sangre de alguien más.
Escuchó junto a ella una risilla malévola y apagada, volteó rápidamente y era él, siempre era él. Román estaba a su lado, y con voz entrecortada, más por el miedo que por el frio, comenzó a preguntarle qué había sucedido.
Él la miró como siempre lo hacía, penetrante, dominante y comenzó a contarle que la noche anterior salieron como otras noches lo habían hecho ya, entraron a un bar y encontraron a un tipo iluso al cual le gustó ella, se apegaron al plan, y cuando el extraño le invito una copa, ella le sugirió ir a otro lado. Una vez que estaban en su auto, donde Román se encontraba, Verónica le pidió que fueran a un lugar apartado para estar solos. Bajo la influencia del alcohol, y con los sentidos aturdidos, el hombre aceptó y pronto se encontraron cerca del lago. Cuando se descuidó Román lo asesinó despiadadamente con su enorme cuchillo, le amarraron algo pesado al cuerpo y lo tiraron al lago.
Román le explicó que esta vez, a diferencia de las otras, ella no quiso llegar a su casa y asearse, se encontraba muy cansada y se quedó dormida en el muelle, por eso estaban ahí esa mañana.
Como autómata se levantó y camino hacia la casa, llegó y se metió directamente a la ducha, en seguida metió toda la ropa a la lavadora, esperando que eso la hiciera olvidar el horror que estaba viviendo.
Ni siquiera recordó que Anna se molestaría si no le preparaba el desayuno, ni se preocupó de que Jo la encontrara y la golpeara nuevamente.
Estaba totalmente aterrorizada, casi en shock luego de darse cuenta que los cuentos de Román para asustarla no eran solo cuentos, si no la realidad en que se encontraba.
Entró sigilosamente a la cocina y ahí estaba Anna, molesta porque tenía hambre, rápidamente le preparó algo y subió a buscar a Jo. La encontró llorando sobre la cama de su madre. Se detuvo callada en el quicio de la puerta y pensó si esta sería su vida de ahora en adelante… Cumplir las exigencias de Anna, aguantar el llanto interminable y las agresiones de Jo, y lo peor de todo, lo más terrible de todo, seguir ayudando a Román a cometer esos terribles asesinatos. Algo tenía que hacer para cambiar esto, Pero qué….
Decidió apartar de su mente esos desdichados pensamientos al menos por un rato y comenzó a leer su libro. Tenía que aceptar que Emily Brontë realmente lograba sacarla del infierno que era su vida, mostrándole el sufrimiento de alguien más. Leyendo ese libro en particular lograba perderse y recordar tiempos mejores. Su madre se lo había regalado un par de años atrás para su cumpleaños, y no comenzó a leerlo sino hasta que ésta falleció, hasta que significó algo para ella.
Verónica se quedó dormida luego de que leyó un par de hojas más. Al despertar vio el reloj asustada, eran las siete y cinco, tenía poco tiempo antes de la hora en que se veía con Román, la funesta hora del día. Bajó las escaleras con rapidez y se puso a hacer la cena. De pronto Jo estaba parada detrás de ella, su corazón se detuvo por un segundo y se quedó inmóvil frente al pedazo de carne que estaba en la sartén. Jo sacó un jugo del refrigerador y volvió a subir las escaleras, esta vez sin hacerle daño.
Verónica no entendía por qué siempre estaba tan triste y enojada, todo al mismo tiempo, pero prefería no preguntar. En esa casa las respuestas eran siempre más horribles y dolían mucho más que las incógnitas.
Terminó de hacer la cena al cuarto para las ocho, respiró hondo y sonó la campana que Anna le dio para indicar que la cena estaba lista. Ésta apareció de pronto en la cocina con sus labios pintados de color carmín; se veía feliz de tener la comida a tiempo. Se sentó a la mesa y Verónica se sentó a su lado, nerviosa pues ya eran casi las ocho.
Justo a las ocho bajó al garaje y vio a Román recargado en el Mustang 68 de su madre, pero eso quedó en segundo plano. Detrás de la puerta, en la pared, había un gran espejo. Vio sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, su boca color carmín, sus brazos envueltos en unas vendas blancas, el oso de felpa en su mano izquierda y el cuchillo con la sangre, ahora seca, en su mano derecha.
Sintió como si agua fría le cayera en el pecho, mientras recordaba aquella noche lluviosa hacía seis meses, cuando tuvo una horrible pelea con sus padres pues ella no quería asistir a los superficiales eventos a los que los invitaban. Su padre se enojó mucho y le dijo que si quería quedarse lo hiciera, pero que no saldría en varios meses. Verónica corrió hacia el garaje pues no quería que se fueran, así que se deslizó hacia la parte de abajo del auto de su padre y con unas pinzas cortó todos los cables que le fue posible hasta que cortó uno que derramó un líquido amarillo claro y supuso que eso sería suficiente para que el auto no funcionara y no se pudieran ir.
Grande fue su sorpresa cuando el auto arrancó y sus padres se fueron. Más tarde recibió una llamada, el auto de sus padres se quedó sin frenos, lo que provocó que se salieran del camino, volcaran y murieran en tan terrible accidente. Aparentemente una fuga en la manguera de los frenos, había dicho el Oficial que le dio la noticia. Ella sabía que era su culpa, ella había matado a sus padres, pero no podía decírselo a nadie. Estaba encerrada dentro de sí misma, aislada del mundo, pero aún así no estaba sola, estaban Anna, Jo, y Román.
Con movimientos torpes y rutinarios, tomó las llaves del Mustang 68 de su madre y se subió al vehículo. Ya no importaba, a la mañana siguiente la estúpida Verónica ya lo habría olvidado, no importaba lo que ella quisiera, de momento él tenía el control.
Acomodó el retrovisor y una sonrisa torcida se dibujó en su rostro. Encendió el motor, arrancó el auto y se perdió en la oscuridad de la noche.
Autor: Eleonor Pocz
Salió de la casa y comenzó a caminar hacia el muelle, le gustaba mucho sentarse ahí completamente sola y tratar de olvidar eso que tanto la lastimaba, al grado de no permitirle respirar. Tenía la sensación de que se ahogaba, necesitaba escapar del dolor como le fuera posible.
Intentó distraerse y volteó hacia su casa, era muy hermosa, rodeada por árboles frutales, buganvilias y rosales, con acabados de madera y hermosas ventanas de piso a techo que casi se cubrían con espesas enredaderas. Desde la orilla del muelle podía observar cada detalle de la hermosa casa y al mismo tiempo ver el lago que se encontraba a sus pies, con el agua azul oscuro y las hojas de los árboles flotando apaciblemente sobre él. En aquél lago era en donde antes pescaba con su padre. En el muelle a orillas del lago era su lugar favorito porque amaba aquellos recuerdos, siempre lograban traerle un poco de paz.
De pronto se dio cuenta de que Román estaba ahí, él comenzó a hablarle sobre la noche anterior, de la cual ella no recordaba nada. Le habló sobre el auto, aquel hombre, toda la sangre… Verónica no quiso oír más. Se levantó lentamente y abandonó el muelle.
Al llegar a su casa decidió preparar el desayuno para Anna, sabía que se molestaría con ella si al despertar no lo encontraba listo, así que sacó una sartén y lo puso al fuego con un poco de aceite. Román entró a la cocina, tenía un cuchillo en la mano, pero Verónica decidió no hacer caso de su presencia, se dirigió al refrigerador a sacar un par de huevos y un poco de tocino.
Román clavó el cuchillo en la mesa, el ruido asustó a Verónica, pero ni siquiera volteó a verlo. Él se sentó a la mesa y se dispuso a terminar la historia que comenzó en el muelle. Le contó de nuevo sobre el auto, sobre aquel hombre, toda la sangre... Se sentía aterrorizada al escuchar semejante historia, pero lo que más la asustaba era que Román le decía que estaba con él cuando sucedieron las cosas y ella no recordaba nada. La única forma que encontraba de eludirlo era dejarlo hablando solo en la cocina, abandonó el desayuno y subió rápidamente las escaleras. Quería alejarse lo más posible de Román o por lo menos hasta la noche, cuando sabía que sería imposible.
Abrió la puerta de su cuarto y ahí estaba Jo, llorando de nuevo. Ella siempre estaba llorando ahora que lo pensaba. No quiso interrumpir, así que cerró la puerta y se dirigió al cuarto de sus padres, volvió a sentir un golpe de dolor al entrar y verlo, pulcramente ordenado, tal como le gustaba tenerlo a su madre, pero carente del calor y la felicidad que existían cuando ella estaba en él. Hacía seis meses ya que estaba así, frío, solo, deprimente, desde que sus padres tuvieron aquel horrible accidente en que su auto se salió del camino y murieron. Se echó en la cama y tomó el libro que se encontraba en la mesa de noche, “Cumbres Borrascosas” se leía en la tapa.
Anna entró al cuarto, la rubia de ojos azules y labios color carmín se veía molesta; Verónica se quedó observando su mirada de odio, pero luego se distrajo por las vendas que rodeaban sus brazos; sabía perfectamente lo que significaba, seguramente encontró las navajas que ella escondió debajo de los tablones del suelo y se había cortado de nuevo.
De pronto Anna comenzó a gritarle, tenía hambre, y cuando bajó, lo único que encontró fue a Román con un cuchillo ensangrentado y la sartén con aceite.
Verónica decidió ignorar sus gritos y bajó las escaleras, se dirigió a la cocina y termino de preparar el desayuno, esta vez, ignorando completamente a Román.
Anna se sentó a la mesa y comenzó a desayunar, Verónica se quedó a observarla comer, las dos intentaron ignorar al despeinado sujeto sentado a su lado que jugaba despreocupadamente con un arma homicida.
Ya eran las once de la mañana, seguramente Jo ya habría dejado de llorar, así que Verónica se levantó de la mesa y fue hacia su cuarto, con la esperanza de que estuviera en otro lado.
Al llegar a la puerta del cuarto, se detuvo para abrir silenciosamente. No había nadie adentro así que se apresuró a sacar un par de cosas que necesitaba, de pronto vio por el rabillo del ojo y ahí estaba Jo. Sostenía un oso de felpa y tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Pasó junto a ella y le pegó en el estómago, el sonido fue sordo y fuerte, Verónica cayó al suelo y comenzó a arrastrarse lentamente hacía el pasillo, a pesar de que apenas podía respirar hizo el esfuerzo, pues sabía que si se quedaba, la seguiría golpeando. Una vez en el pasillo escuchó como Jo azotó la puerta, no podría sacar sus cosas, pero al menos se sentía a salvo.
Luego de un rato tirada en el pasillo logró incorporarse, se dirigió al piso de abajo y recogió la lista del súper que Anna le dejó en la mesa. No tenía ganas de ir hasta el pueblo en este momento, pero hacían falta varias cosas para hacer la cena y ya le era suficiente la violencia de Jo, no necesitaba aparte los gritos de Anna.
Se subió a su bicicleta y comenzó a pedalear hacia el pueblo. Como deseaba cumplir 18 y obtener su permiso para conducir, así no tendría que gastar una hora de su vida pedaleando esa estúpida bicicleta que tanto odiaba, podía en cambio, usar el auto de su madre, ese hermoso Mustang 68 color negro que tanto le gustaba. Solo faltaba un año, no tendría que pedalear mucho más.
Al llegar a la tienda entró rápidamente como siempre lo hacía, puso todo lo de su lista en una de las canastillas que ofrecían en la entrada y se formó en la caja, cuando fue su turno, le dio un billete a la señora detrás del mostrador y en cuanto le regresó su cambio salió disparada por la puerta, no quería hablar con nadie pues sabía que las personas solo le tenían lástima, claro, pobre niña huérfana. Pero no era una pobre niña huérfana, no necesitaba la compasión de nadie, ella sabía cómo valerse por sí misma, además, no estaba sola….
Puso las cosas en la canastilla y pedaleó su regreso a casa lo más rápido que sus piernas le permitieron. Al llegar, el plato de Anna seguía en la mesa, pero no había señales ni de ella ni de Román. Se apresuró a arreglar las cosas, lavar los platos y limpiar la cocina pues a pesar de que su madre ya no estaba, sabía lo mucho que les agradaba a ella y a su padre tener una casa limpia y ordenada, de modo que siempre estaba pendiente de hacer lo necesario para mantenerla así.
Una vez que terminó, se dirigió al cuarto de sus padres, ya eran las 3 de la tarde, le agradaba tomar una siesta más o menos a esa hora todos los días recostada en su cama. De algún modo eso la reconfortaba, la hacía sentir cerca de ellos, aunque bien sabía que ya no estaban ahí.
Se acostó en la cama con cuidado, intentando no hacer ruido para que nadie se percatara de su regreso, lamentablemente a ellos no podía esconderles nada y de pronto Román entró en el cuarto.
Le advirtió que no quería molestarla, que si quería seguir en negación a él le daba lo mismo, pero quería informarle que la esperaba a las 8 de la noche en el garaje, que por más que lo odiara, era un mal necesario. Salió por la puerta y Verónica se echó a llorar; cada vez que se veía con él en el garaje, las cosas terminaban mal, ella no lo recordaba nunca, pero él se encargaba de que conociera todos los detalles a la mañana siguiente. A veces no sabía si eran solo cuentos para asustarla o si en realidad hacían todo lo que él decía.
Cuando dieron las 8 de la noche, ya había preparado la cena para Anna y aunque quería subir a su cuarto y dormir, Román llegó y le dijo que no olvidara su cita pues era muy importante. Ella quiso negarse, pero él la tomó del brazo y la sacó fuera de la casa. Un terror frío, se apoderaba de ella cuando eso sucedía, era tan grande el miedo que sentía que la paralizaba completamente, quedaba a merced de él, nada podía hacer para defenderse.
Despertó totalmente aletargada, tenía mucho frío, y cuando estuvo más consciente se dio cuenta de que no estaba en su cama, estaba en el muelle. El viento frío del amanecer la había despertado, de pronto se percató de algo que la hizo temblar de pies a cabeza: su ropa estaba toda ensangrentada y sus manos, completamente llenas de sangre seca. Rompió en llanto, la angustiaba no recordar nada de lo que había sucedido, tocó su cuerpo, pero no, ella no estaba herida, era sangre de alguien más.
Escuchó junto a ella una risilla malévola y apagada, volteó rápidamente y era él, siempre era él. Román estaba a su lado, y con voz entrecortada, más por el miedo que por el frio, comenzó a preguntarle qué había sucedido.
Él la miró como siempre lo hacía, penetrante, dominante y comenzó a contarle que la noche anterior salieron como otras noches lo habían hecho ya, entraron a un bar y encontraron a un tipo iluso al cual le gustó ella, se apegaron al plan, y cuando el extraño le invito una copa, ella le sugirió ir a otro lado. Una vez que estaban en su auto, donde Román se encontraba, Verónica le pidió que fueran a un lugar apartado para estar solos. Bajo la influencia del alcohol, y con los sentidos aturdidos, el hombre aceptó y pronto se encontraron cerca del lago. Cuando se descuidó Román lo asesinó despiadadamente con su enorme cuchillo, le amarraron algo pesado al cuerpo y lo tiraron al lago.
Román le explicó que esta vez, a diferencia de las otras, ella no quiso llegar a su casa y asearse, se encontraba muy cansada y se quedó dormida en el muelle, por eso estaban ahí esa mañana.
Como autómata se levantó y camino hacia la casa, llegó y se metió directamente a la ducha, en seguida metió toda la ropa a la lavadora, esperando que eso la hiciera olvidar el horror que estaba viviendo.
Ni siquiera recordó que Anna se molestaría si no le preparaba el desayuno, ni se preocupó de que Jo la encontrara y la golpeara nuevamente.
Estaba totalmente aterrorizada, casi en shock luego de darse cuenta que los cuentos de Román para asustarla no eran solo cuentos, si no la realidad en que se encontraba.
Entró sigilosamente a la cocina y ahí estaba Anna, molesta porque tenía hambre, rápidamente le preparó algo y subió a buscar a Jo. La encontró llorando sobre la cama de su madre. Se detuvo callada en el quicio de la puerta y pensó si esta sería su vida de ahora en adelante… Cumplir las exigencias de Anna, aguantar el llanto interminable y las agresiones de Jo, y lo peor de todo, lo más terrible de todo, seguir ayudando a Román a cometer esos terribles asesinatos. Algo tenía que hacer para cambiar esto, Pero qué….
Decidió apartar de su mente esos desdichados pensamientos al menos por un rato y comenzó a leer su libro. Tenía que aceptar que Emily Brontë realmente lograba sacarla del infierno que era su vida, mostrándole el sufrimiento de alguien más. Leyendo ese libro en particular lograba perderse y recordar tiempos mejores. Su madre se lo había regalado un par de años atrás para su cumpleaños, y no comenzó a leerlo sino hasta que ésta falleció, hasta que significó algo para ella.
Verónica se quedó dormida luego de que leyó un par de hojas más. Al despertar vio el reloj asustada, eran las siete y cinco, tenía poco tiempo antes de la hora en que se veía con Román, la funesta hora del día. Bajó las escaleras con rapidez y se puso a hacer la cena. De pronto Jo estaba parada detrás de ella, su corazón se detuvo por un segundo y se quedó inmóvil frente al pedazo de carne que estaba en la sartén. Jo sacó un jugo del refrigerador y volvió a subir las escaleras, esta vez sin hacerle daño.
Verónica no entendía por qué siempre estaba tan triste y enojada, todo al mismo tiempo, pero prefería no preguntar. En esa casa las respuestas eran siempre más horribles y dolían mucho más que las incógnitas.
Terminó de hacer la cena al cuarto para las ocho, respiró hondo y sonó la campana que Anna le dio para indicar que la cena estaba lista. Ésta apareció de pronto en la cocina con sus labios pintados de color carmín; se veía feliz de tener la comida a tiempo. Se sentó a la mesa y Verónica se sentó a su lado, nerviosa pues ya eran casi las ocho.
Justo a las ocho bajó al garaje y vio a Román recargado en el Mustang 68 de su madre, pero eso quedó en segundo plano. Detrás de la puerta, en la pared, había un gran espejo. Vio sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, su boca color carmín, sus brazos envueltos en unas vendas blancas, el oso de felpa en su mano izquierda y el cuchillo con la sangre, ahora seca, en su mano derecha.
Sintió como si agua fría le cayera en el pecho, mientras recordaba aquella noche lluviosa hacía seis meses, cuando tuvo una horrible pelea con sus padres pues ella no quería asistir a los superficiales eventos a los que los invitaban. Su padre se enojó mucho y le dijo que si quería quedarse lo hiciera, pero que no saldría en varios meses. Verónica corrió hacia el garaje pues no quería que se fueran, así que se deslizó hacia la parte de abajo del auto de su padre y con unas pinzas cortó todos los cables que le fue posible hasta que cortó uno que derramó un líquido amarillo claro y supuso que eso sería suficiente para que el auto no funcionara y no se pudieran ir.
Grande fue su sorpresa cuando el auto arrancó y sus padres se fueron. Más tarde recibió una llamada, el auto de sus padres se quedó sin frenos, lo que provocó que se salieran del camino, volcaran y murieran en tan terrible accidente. Aparentemente una fuga en la manguera de los frenos, había dicho el Oficial que le dio la noticia. Ella sabía que era su culpa, ella había matado a sus padres, pero no podía decírselo a nadie. Estaba encerrada dentro de sí misma, aislada del mundo, pero aún así no estaba sola, estaban Anna, Jo, y Román.
Con movimientos torpes y rutinarios, tomó las llaves del Mustang 68 de su madre y se subió al vehículo. Ya no importaba, a la mañana siguiente la estúpida Verónica ya lo habría olvidado, no importaba lo que ella quisiera, de momento él tenía el control.
Acomodó el retrovisor y una sonrisa torcida se dibujó en su rostro. Encendió el motor, arrancó el auto y se perdió en la oscuridad de la noche.
Autor: Eleonor Pocz
miércoles, 28 de mayo de 2014
Hoy en Misterios de Siempre: Keops: el misterio de las pirámides egipcias
Pero si se analiza sólo un poco veremos cómo esta hipótesis no cuadra con los datos que este inmenso monumento nos da aún hoy, y es que Keops entraña más de un misterio sin resolver, nuestra ciencia y tecnología actual no consiguen desvelar ninguna de las dudas, es más, generan nuevas incógnitas y reafirman las ya generadas.
La mayor incógnita de todas es quién construyó realmente la Pirámide, ya que parece imposible que los más de 100.000 trabajadores que supuestamente construyeron la Pirámide en 20 años fuesen capaces de desplazar bloques de entre 2 y 60 toneladas a lo largo de 1000 Km. desde las canteras de Aswan sin vehículos ni ruedas, sencillamente con unos esquís para deslizarse por la arena. Igualmente parece imposible elevar estos bloques a una altura de 150 metros sin la ayuda de ninguna clase de poleas, teóricamente se crearon rampas de arena, aunque no se explica cómo. Y el colmo de esta ilógica teoría es la necesidad de colocar un bloque de piedra cada 3 minutos y medio durante 20 años para terminar la Pirámide. Además nunca se encontró la momia de Keops dentro de la Pirámide.
Existen 2 explicaciones esotéricas para la construcción de semejante monumento, ambas se apoyan en curiosidades inexplicables, como la perfecta orientación geográfica de sus lados, Norte, Sur, Este y Oeste, así como la orientación de sus pasadizos a diversas estrellas descubiertas en la era contemporánea, o a los increíbles cálculos matemáticos de sus longitudes que permiten hallar el número pi, o calcular la distancia al sol, la densidad de la tierra, su forma y distancias hasta los polos y el centro de la Tierra.
¿De dónde extrajeron los egipcios este conocimiento tan preciso?
La primera teoría está basada en la creación por parte de los sabios de la Atlántida de dichas construcciones, así como de las pirámides incas y mayas. En teoría el planeta goza de ciclos vitales de casi 26000 años, y en su punto medio (Año 13000) se logra la máxima sabiduría, en éste momento se produce un cataclismo y todas las razas de la Tierra se extinguen. Este cataclismo provocó la destrucción de la Atlántida, pero sus habitantes, conscientes de la realidad que se avecinaba decidieron salvar la raza humana, creando así campos magnéticos especiales que protegieran al ser humano del cataclismo, las Pirámides serían las construcciones necesarias, y todos los conocimientos que adquirieron las culturas egipcia, inca y maya fueron transmitidos por los padres de la Atlántida a las tribus de dichas zonas, que en lugares extremadamente separados obtuvieron ideas, concepciones y conocimientos muy similares, de forma casi inmediata, sin haber sido precedidas por importantes culturas. Estas teorías afirman que en el año 2012 llegaremos al final de este ciclo vital de la Tierra, y pasaremos a la 4ª Dimensión.
Por otro lado la teoría extraterrestre es la que más seguidores tiene y la que se basa en teorías más lógicas o prácticas, un fragmento cilíndrico de madera que se demostró científicamente que pertenecía a un bloque de granito que se encuentra en la entrada y sirvió como sistema de cierre fue encontrado en uno de los pasadizos de la pirámide, tras ser sometido a la prueba del Carbono 14 se descubrió que el fragmento pertenecía al año 2016 después de Cristo... ¿Quiere decir eso que viene del futuro? El propio sistema de cierre de la entrada ha sido analizado y parece que los agujeros para introducir los cilindros de madera han sido hechos con extrañas brocas que deberían tener un nivel de Dureza 500, el material más duro conocido es la vidia, o diamante sintético, y su nivel de dureza es 11. Una tribu situada al nacimiento del Nilo, y anclada en la prehistoria llamada Dogones afirma que hace diez mil años, una extraña "arca" de luz vino del cielo. De ella salieron unos seres mitad pez, mitad hombre llamados "instructores" y decían venir de una estrella llamada Potoolo (Sirio B). Contaban que en ese sistema estelar, había una estrella de gran magnitud llamada Digitaria (Sirio A) y que Potoolo rotaba al rededor de Digitaria en un tiempo de 50 años. También decían que una simple cucharada de la estrella Potoolo, pesaba más que todo nuestro planeta.
Según las comprobaciones científicas que se hicieron al respecto, los Dogones, conocían exactamente el sistema estelar binario de Sirio, cuando este se descubrió por primera vez en el año 1824 y se pudo observar en 1864 con un telescopio. Por otro lado, en 1972, se comprobó que en efecto, la estrella Sirio B, tiene un periodo de 50 años alrededor de Sirio A. Y para mayor asombro, hace tan solo cinco años, se pudo analizar mediante un sistema espectral, la densidad que tendría la estrella Sirio B, dando casualmente una "dureza 500". Por otro lado, en los años cincuenta se descifraron tablillas de arcilla descubiertas en la ciudad Sumeria de Niniveh (hacia el 2550 a J. C.); hablan de las pirámides como contrucciones 6.000 años más antiguas que los Egipcios. Según ellos eran balizas para lo que hoy llamaríamos ovnis. Estos textos vienen avalados al hablar también de la Tierra como del séptimo planeta, contando hacia el Sol, lo que tiene su mérito si tenemos en cuenta que Urano se descubrió en 1781, Neptuno en 1846 y Plutón en 1930.
www.beevoz.com
martes, 27 de mayo de 2014
La Fuerza Aérea de EE.UU. se prepara para el cierre y el desmantelamiento del HAARP
Desde la inauguración en 1993 del High Frequency Active Auroral Research Program o HAARP (programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia) los teóricos de la conspiración han afirmado que los EE.UU. lo han utilizado para modificar el clima, inutilizar satélites y controlar las mentes de la población mundial. Sobre todo en los últimos años ha sido culpado de causar los climas anormales, los desastres naturales y las enfermedades, así como los desastres industriales, tales como el desastre del transbordador espacial Columbia en 2003.
Estas teorías se deben a la gran cantidad de científicos que han formado parte del proyecto sugiriendo que la modificación del clima y el control puede ser posible utilizando tecnología como el HAARP. Esas teorías han dado lugar a las audiencias en el Parlamento Europeo y en Estados Unidos, impulsado por las preocupaciones ambientales sobre el sitio.
Pero en 2013, el proyecto de 300.000.000 de dólares, fue clausurado a principios de mayo. Ya en esos momentos todo parecía indicar que el HAARP estaba a las puertas de cerrar definitivamente. Y así ha sido, el programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia en Gakona, Alaska, cerrará y será desmantelada definitivamente, según informo la Fuerza Aérea de los EE.UU.
En una carta al Congreso, el personal militar ha anunciado que se desmantelará las instalaciones del HAARP. Aunque este cierre no está exento de polémica, ya que tendrá lugar después de un último experimento. La construcción de la controvertida instalación fue patrocinada por el fallecido senador Ted Stevens de Alaska. La estación ha sido financiada por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos junto con la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Defensa (DARPA) y la Universidad de Alaska.
Según las fuentes oficiales, los investigadores HAARP han estado desarrollando métodos para adaptar la ionosfera para mejorar las comunicaciones y la interceptación de señales. Un transmisor de radio de gran alcance emite señales de alta frecuencia para excitar eléctricamente la ionosfera encima de la estación. A continuación se examina esta zona, utilizando una amplia gama de herramientas, incluyendo el radar, magnetómetros y un dispositivo de sondeo ionosférico. Esta es la versión oficial de los científicos del HAARP, y para que no haya dudas al respecto David Walker, asistente del diputado secretario de la Fuerza Aérea para la ciencia, la tecnología y la ingeniería, explicó al Congreso de los Estados Unidos que su función ya había finalizado.
“Nos estamos moviendo a otras formas de gestión de la ionosfera, que es para lo que realmente fue diseñado el HAARP. Para inyectar energía a la ionosfera y poderlo controlar realmente. Ahora el trabajo ha sido completado”, dijo David Walker al Congreso. “HAARP no está clasificado. No hay documentos clasificados relativos a HAARP.”
Comentarios como este alimentan aún más la controversia en debates y teorías conspirativas referentes al HAARP. Después de conocerse esta sorprendente noticia muchas personas en las redes sociales han hecho pública su creencia de que el HAARP es el verdadero culpable de los últimos terremotos, las graves inundaciones que están ocurriendo en gran parte del mundo e incluso de la desaparición del vuelo 370 de Malaysia Airlines (MH370).
Sin embargo, algunos altos cargos militares han hecho otras observaciones que parecen retratar al HAARP como un prototipo de arma.
“Los terroristas incluso están participando en un tipo de eco-terrorismo mediante el cual pueden alterar el clima, provocar terremotos o activar volcanes remotamente a través del uso de ondas electromagnéticas. Así que hay un montón de mentes ingeniosas que están trabajando en la búsqueda de formas de causar terror sobre otras naciones. Es real, y esa es la razón por la cual tenemos que intensificar nuestros esfuerzos”, dijo William Cohen, secretario de Defensa de los EE.UU. en 1997, en una entrevista para la CBS.
Fuentes oficiales de la Fuerza Aérea han informado a los medios de comunicación que están desmantelando las instalaciones de forma rápida, para evitar los costos de preparación para el invierno de los equipos en desuso. Esto podría alimentar teorías adicionales centradas en que los militares están ocultando la tecnología secreta.
Por su parte los investigadores de la Universidad de Alaska, han querido ofrecerse para tomar el control de las instalaciones del HAARP. Sin embargo, todavía no han ofrecido los cinco millones de dólares al año en fondos necesarios para mantener la estación. Y ahora la pregunta es la siguiente: ¿Por qué quieren desmantelar el HARRP?
http://actualidad.rt.com/
lunes, 26 de mayo de 2014
Hoy en Leyendas Urbanas: Dile a mis Padres
Sandra siempre había sido una adolescente conflictiva, sus notas empeoraban cada vez más, discutía continuamente con sus padres y desobedecía sus instrucciones cada vez que se
daban la vuelta. Sus progenitores estaban desesperados, no querían que
la chica perdiera el curso y las habladurías sobre lo “fácil” que era
con los chicos ya habían llegado a sus oídos. A sus ojos ella seguía
siendo la misma niña a la que tenían que cambiar los pañales y vieron
dar sus primeros pasos con un año de edad.
Pero lo cierto es que Sandra ya se consideraba a sí misma una mujer, con dieciséis años se creía lo suficientemente madura como para tomar sus propias decisiones y molestar a sus padres se había convertido en el más divertido de sus pasatiempos. Cuando salía de fiesta
llegaba siempre un par de horas después del “toque de queda”, tenía
cada vez peores compañías y el desfile de novios parecía no terminar
nunca.
Pero el detonante definitivo fue cuando sus padres encontraron una prueba de embarazo
en su cuarto de baño. Malo era que “la niña” se hubiese hecho mujer,
pero más preocupante era que además lo hiciera sin protección. Los padres estaban destrozados, amaban tanto a su única hija que sin saberlo la habían consentido demasiado y se había
convertido en una arpía, en una manipuladora a la que ni sus propias
compañeras de instituto soportaban. Era la típica niña mimada que hacía
siempre lo que quería y cuando quería. Por el contrario sus padres eran
excelentes personas, queridos y respetados por todos sus conocidos,
aunque se habían volcado en atenciones a una hija que nunca les devolvió
el amor que la profesaban.
Pero todo había llegado demasiado lejos,
debían escarmentarla y controlar su comportamiento. Castigarla sin
salir hasta que acabara el curso les pareció la única opción, incluso
estaban barajando la opción de enviarla a un nuevo centro el año que
viene. Uno que era conocido por lo estricto de sus profesores y los
excelentes resultados para “domar” a fierecillas como Sandra.
La adolescente por supuesto no estaba dispuesta a respetar el castigo y mucho menos esa noche, así que fingió un dolor de cabeza para
irse temprano a dormir, algo realmente impensable en ella. Cerró la
puerta, apagó la luz y escondió bajo las sábanas unos almohadones para dar el aspecto de que había alguien durmiendo. No era la primera vez que lo hacía y descender por el tejado que había junto a su ventana le resultó una tarea fácil.
El novio la esperaba un par de calles más allá con un potente todoterreno que seguramente pertenecía a sus padres.
Nada más subir le plantó un beso con lengua y le ofreció un trago de
tequila con una botella que ya estaba casi por la mitad. Entre risas y
con la música a todo volumen salieron hacia la fiesta de Alicia, una chica que había repetido varios cursos e incluso había sido detenida por la Policía en dos ocasiones, probablemente la joven más peligrosa y temida del instituto.
Sandra llevaba semanas hablando de esa fiesta ya que Alicia había prometido que con su mayoría de edad compraría todo el alcohol que pudiera y montaría la fiesta más salvaje que jamás pudieran recordar.
Al llegar allí se encontraron exactamente con lo que Sandra se había imaginado, la gente bailaba junto a la piscina medio desnuda, pocos habían sido avisados para
que llevaran un traje de baño por lo que la mayoría estaban en ropa
interior. En la zona de la barra decenas de botellas coronaban unos
juegos en los que se retaba a la gente a beber por un embudo, o se
organizaban torneos de chupitos. Se veían grupos de jóvenes besándose y
metiéndose mano en cada rincón, y luces que se apagaban en las habitaciones de arriba.
Sandra estaba feliz y no tardó en integrarse a la perfección en la fiesta, su novio
por su parte se dirigió como un misil a la zona de las bebidas, agarró
una botella en cada mano y se fue a la piscina donde se puso a flirtear
con una rubia que parecía seguirle el juego.
A Sandra le cambió la cara cuando vio la escena, como una tigresa se acercó a su pareja y le dio un apasionado beso para disuadir a la otra chica. Pero el chico le dijo:
“Esta es mi vecina, la pobre no tiene
como regresar a casa y con la ropa mojada no puede llamar a un taxi, voy
a acercarla un momento a casa y regreso a la fiesta en unos minutos”
Sandra, que no era tonta, no estaba dispuesta a dejar que “su chico” se fuera con una cualquiera. A pesar de que quería continuar en la fiesta dijo que los acompañaría. La cara del novio era un poema, obviamente su intención era irse con la rubia a algún lugar apartado. Pero Sandra
no le iba a dejar tranquilo. Así que a regañadientes montó con las dos
chicas en el coche y, enfadado como iba, bebía trago tras trago de una
de las botellas que se había llevado de la fiesta. Sandra, que conocía bien al chico, sabía que ya había bebido demasiado pero tenía una cara de furia que le indicaba que era mejor no recriminarle nada.
Diez minutos después y con el vehículo
haciendo eses por la evidente borrachera del chico llegaron a su
destino. La chica rubia se bajó del coche y guiñando un ojo le dijo:
“Gracias, vecino, otro día nos vemos por el barrio”.
Sandra sabía que el chico no vivía por la zona, por lo que no tardó ni un minuto en enfrentarse a su novio gritando y empujándole mientras conducía de vuelta a la fiesta. Él, realmente borracho y enfadado, conducía a toda velocidad mientras forcejeaba con ella.
De repente se encontraron con una fuerte luz de frente… El impacto fue brutal.
Sandra, que no llevaba el cinturón
puesto, fue la única que no murió en el acto. Salió despedida del
todoterreno y se golpeó fuertemente contra el techo del otro coche y
después contra un árbol. Su cuerpo quedó tendido junto a la carretera
mientras los dos vehículos se habían convertido en un amasijo de hierro y
trozos de carne destrozada, carne que pertenecía a su novio y a una pareja que viajaba en el otro coche, una pareja que no había tenido culpa de nada y que se había encontrado con el vehículo de un borracho mientras avanzaba correctamente por su carril.
La Policía y un equipo de urgencias llegó al lugar a los pocos minutos, Sandra aún estaba con vida aunque el golpe había sido mortal. Con su último aliento y tosiendo sangre por la boca le dijo al médico que la atendió que le dijera a sus padres las siguientes palabras:
“Dígale a mis padres que todo ha sido culpa mía, que debí hacerles caso y que los quiero”
El doctor, que había atendido escasos segundos antes a los otros accidentados, corroborando su muerte, observó impotente cómo la chica se apagaba.
El golpe había sido tremendo y la cortina de humo que había levantado fue tal que la gente que había en la fiesta de Alicia se acercó a ver qué había pasado a dos calles del lugar. Una de las amigas de la infancia de Sandra la reconoció antes de que la cubrieran con una manta.
-¡Doctor, doctor, ella es mi amiga! ¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha dicho?
-Siento mucho comunicarle que su amiga ha fallecido por el accidente, trató de decirme algo pero no pude entenderla.
-Siento mucho comunicarle que su amiga ha fallecido por el accidente, trató de decirme algo pero no pude entenderla.
Un enfermero que acompañaba al médico se sintió intrigado al ver que no le había explicado las últimas palabras de la chica.
-¿Por qué no le dijo el mensaje que le ha dejado a sus padres?
El doctor apesadumbrado le contestó:
-No sabía qué decirle, la pareja que ha muerto en el otro coche… Eran sus padres.
Al parecer los padres habían descubierto el engaño de su hija y habían ido a buscarla a la fiesta de la que llevaba hablando semanas. Al llegar allí y no encontrarla decidieron volver a casa para ver si había regresado. Con la mala fortuna de que en el camino se chocaron de frente contra el todoterreno en el que iba su hija.
domingo, 25 de mayo de 2014
Nueva teoria sobre el desenlace del MH370
El escritor y periodista Nigel Cawthorne asegura en un libro que la aeronave fue atacada durante unas prácticas militares conjuntas entre los dos países
Un libro firmado por el escritor y periodista Nigel Cawthorne asegura que el avión MH370 de Malaysia Airlines desaparecido el pasado mes de marzo fue derribado en un entrenamiento militar conjunto entre Estados Unidos y Tailandia, según informaciones del diario británico 'The Independent'.
El libro saldrá a la venta el lunes en Australia y en él se plantea que tras el derribo del avión comenzó una operación de encubrimiento internacional para que la verdad nunca saliera a la luz, según Cawthorne.
Cawthorne afirma en el libro que las familias de los pasajeros del MH370 nunca sabrán «con certeza»
lo que les ocurrió a sus seres queridos, pero él sostiene su teoría en
los testimonios de un trabajador de una plataforma petrolera
neozelandesa Mike McKay que afirma que vio caer un avión en llamas en el Golfo de Tailandia.
El libro afirma que, cuando el avión cortó la comunicación, se estaban desarrollando unos entrenamientos en el Mar de la ChinaMeridional entre
Tailandia, Estados Unidos y personal de China Japón, Indonesia y otros
países. «El simulacro incluía maniobras terrestres, aéreas y marítimas
con munición real», ha dicho Cawthorne.
«Digamos que uno de los participantes accidentalmente derribó el vuelo MH370. Esas cosas pasan. Nadie quiere otro Lockerbie,
así que los involucrados tendrían todos los motivos del mundo para
mantener la boca cerrada», ha dicho Cawthorne haciendo referencia al
atentado que, en 1988, estrelló un avión en Escocia en respuesta a un supuesto ataque de Estados Unidos a un avión iraní.
El autor sugiere que una caja negra
ha podido ser arrojada en las costas australianas para confundir a los
equipos de búsqueda. El libro ha sido mal recibido entre los familiares de las víctimas que lo han considerado «devastador», según ha afirmado Irene Burrows, cuyo hijo y nuera murieron a bordo del MH370. Ello no ha impedido que el director de cine indio Rupesh Paul se interese por el material haciendo una propuesta para la realización de un largometraje en el festival de cine de Cannes.
www.abc.es
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