La Policía calculó que había asesinado a
300 mujeres, cifra exagerada. Él nunca confesó su culpabilidad, aunque
la verdadera cifra pudiera rondar los 60 asesinatos. Había sufrido
varias condenas por fraude y estafa. Decidió utilizar el procedimiento
del anuncio matrimonial, lo que era un medio seguro para conquistar a
mujeres solas y frustradas. Con su encanto especial las convencía para
que le dejasen su fortuna, después las asesinaba en su "Villa Ermitage",
donde había pasado la luna de miel con ellas.
En una estufa incineraba sus cuerpos
descuartizados aunque nunca se encontraron, sí se hallaron algunos de
los enseres de las infelices mujeres. La familia de una de las
desaparecidas dio con la identificación de Henry como responsable de su
muerte.
Henry nació en el corazón de París en
1869, en la época del can-can, del Moulin Rouge... aquel mundo
brillante, romántico y erótico no estaba al alcance del hijo de un
fogonero de fundición y una costurera. Su inteligencia le hubiera
llevado lejos si hubiera seguido el buen camino pero decidió convertirse
en estafador siendo detenido varias veces por pequeños hurtos, lo que
le valió tres penas de cárcel.
Su padre, avergonzado por ello, acabaría quitándose la vida más tarde, colgándose de un árbol en el Bois de Boulogne.
La
gran guerra de 1914-1918 le proporcionó la oportunidad de refinar su
talento en la estafa, y es que las bajas que a diario se producían en el
frente de batalla, aumentaba constantemente el número de viudas;
quienes colocaban en los periódicos anuncios matrimoniales. Esta lectura
fue para Henry una revelación, pues entendió que un hombre como él,
atractivo y joven aún, podía aprovecharse de esta situación. Tenía como
objetivo: las mujeres y el dinero.
Desde 1914, Henry publicó en los diarios
un anuncio que decía: "Señor serio desea casarse con viuda o mujer
incomprendida entre 35-45 años". Y como era de suponer, recibió gran
cantidad de cartas que organizó con esmero para estudiarlas y
clasificarlas posteriormente. Alquiló una villa aislada en las afueras
llamada "Ermitage" y empezó a hacer contacto con las pretendientes.
Atento y encantador se ganaba su confianza, especialmente mujeres
solitarias, viudas y con algún capital. Después de un breve plazo en el
que gozaba de sus encantos, las convencía para que le dejasen sus
ahorros. Luego, las mataba, las descuartizaba con una sierra y las
quemaba, incinerándolas en el horno de la villa "Ermitage".
Su primera conquista fue la viuda Jeanne
Cuchet de 39 años, quien vivía con su hijo de diecisiete. La señora
Cuchet tenía la necesidad urgente de afecto y para Henry, -con su
exquisita cortesía y su aspecto de caballero- no le fue difícil
seducirla. Su primera identidad fue la de Diard, inspector de correos,
proveniente de Lille debido a la ocupación alemana. Le pidió matrimonio y
además aseguró conseguirle empleo estable al joven Cuchet. Madre e hijo
desparecieron sin rastro.
Animado por su primer éxito, Henry
repitió la hazaña; llevó a cabo varias aventuras sentimentales
simultáneamente. La mayoría de sus "prometidas "eran viudas cuyas edades
variaban entre los 45 y 50 años. Ellas, dispuestas a creer en todas las
charlatanerías de su futuro esposo, le confiaban sus negocios, joyas,
muebles y ahorros después de la "luna de miel" en la villa.
Llevaba una vida casi normal, pues
visitaba a sus hijos con frecuencia, mostrándose como padre atento y a
su esposa le regalaba joyas de las cuales nunca le explicó su
procedencia.
Fue el azar el que permitió que la
hermana de la señora Buisson se cruzara con Henry el mismo día que ella
presentó la denuncia de desaparición de su hermana. Lo vió salir de una
tienda acompañado de una nueva víctima: Fernande Segret. La policía
interrogó al comerciante y descubrió que Henry había dejado su tarjeta
"Lucien Guillet, 76, rue Roucheouart".
La policía acudió a su domicilio y
descubrió la cocina, el cobertizo donde Henry amontonoba ropa y muebles
de sus víctimas. Encontraron osamentas humanas calcinadas pero las
pruebas que le inculpaban eran toda la documentación escrita en su
libreta, meticulosa información de cada una de sus víctimas con sus
gustos, dietas así como los billetes de tren de París a Gambais.
Su proceso duró dos años. El público
cambió su preocupación de la reciente guerra por el juicio del
hombrecito calvo, barbudo que negaba con calma, bromeaba con cinismo y
daba en todo momento muestras de la más delicada cortesía. En su celda
recibía obsequios y propuestas por parte de admiradoras. En las
elecciones de 1919, cuatro mil franceses propusieron a Henry como
candidato.
Acabado el juicio, culpable como
sentencia, fue condenado a la máxima pena. El 25 de febrero de 1922
salía del patio de la Prisión de Versalles, descalzo y con camisa hacia
la guillotina. Poco después, rodaba su cabeza en el cesto de serrín. Fue
condenado "sin pruebas", sólo con pruebas circunstanciales: su cuaderno
de notas y el horno donde las incineraba. Años más tarde se hallaron
muchos cadáveres hechos trozos en los alrededores de la casa.
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