Autor de una gran masacre
Campo Elías Delgado Moreno nació el 24
de junio de 1934 en Chinácota, Colombia. Su padre se suicidó cuando él
tenía seis años. Cuando era niño, un vecino tenía un loro en su casa. A
él no le gustaba ese animal. Se ingenió la manera de meterle, poco a
poco, alfileres para matarlo. Llegó un día en que el loro no podía
caminar. Lo revisaron y estaba lleno de alfileres; el loro murió poco
después, entre atroces dolores.
Campo Elías estudió Medicina y luego se
enlistó para la guerra de Vietnam en 1970, en donde estuvo presente en
dos oportunidades, la segunda de voluntario. Fue Boina Verde y parte del
cuerpo de las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos.
Viajó en misiones especiales a Nicaragua, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Panamá y España. Luego de retirarse se refugió en las calles
de Nueva York. Allí intentaron atracarlo, por lo que decidió regresar a
Bogotá, en donde recibía mensualmente su pensión en dólares, aunque dejó
de llegar inexplicablemente a su apartado aéreo y, curiosamente,
tampoco la siguió reclamando.
Campo Elías era un hombre de estatura
mediana. A sus 52 años, tenía un paso firme y rápido. Su madre era una
persona de presencia pulcra y sencilla. Tras su experiencia en la
guerra, Campo Elías se volvió antisocial y amargado. Era incapaz de
desarrollar relaciones o amistades con otras personas y culpaba a su
madre por esto. Con los años el resentimiento contra su madre creció. Su
sueño era ser reconocido como un gran escritor. Pero sobrevivía dando
clases privadas de inglés y cursaba estudios superiores en la
Universidad Javeriana de Bogotá. Uno de los rasgos sobresalientes de su
personalidad era un desmedido afán por el orden y la pulcritud. En el
Centro de Estudios Profesionales, donde meses antes de la masacre
aprendió Programación y manejo de computadores, lo recuerdan por su
puntualidad a toda prueba y su obsesión por la limpieza, que lo llevaba
casi ritualmente, a retocar con su pañuelo todas las mañanas la pantalla
y el teclado del computador y a lavar con sumo cuidado sus manos
después de terminada la práctica. Desarrollaba además la puntualidad de
manera obsesiva y la rectitud sin tacha en el manejo del dinero. Nunca
se atrasaba en sus pagos y cumplía siempre con los términos en los
negocios que realizaba.
En su vida social era un caballero sin
tacha. Serio, metódico y reputado como inteligente, terminó sin
problemas sus estudios secundarios, diciéndose de él que era un alumno
ejemplar, de buenas costumbres y destacado como uno de los mejores del
establecimiento. Era un fanático del aseo personal. Después de ducharse,
no se secaba el cuerpo con toalla sino con papel higiénico, para que la
operación fuera más aséptica, rehusando además compartir el baño con su
madre, única persona con la que convivía, y quien se veía por tal
motivo obligada a utilizar el baño de servicio. A veces golpeaba a su
madre a causa de los ataques de ira que sufría.
No bebía ni fumaba, andaba siempre
pulcramente vestido aunque en mangas de camisa y sus zapatos permanecían
bien lustrados y relucientes. Cuando alguno de sus compañeros le
preguntó, en una ocasión, por qué salía a la calle tan desabrigado, sin
importarle el frío bogotano, Campo Elías se limitó a responderle:
"Porque tengo el corazón caliente". Campo Elías Delgado era celoso con
su vida íntima. Durante año y medio que mantuvo amistad con Jaime Paz,
su profesor de computación, jamás habló de su vida personal ni se
interesó tampoco por la de éste. La comunicación se limitó casi siempre a
tareas funcionales que tenían que ver con su oficio en común. Lo
llamaba, por lo general de madrugada, para consultarle problemas
atinentes a programas que intentaba construir y cuando lograba superar
el obstáculo, llegaba a primera hora al centro de estudios a compartir
con el profesor su éxito. Nunca, sin embargo, una palabra sobre su
madre; nunca relatos sobre su pasado.
Después
de eso, Campo Elías fue a las oficinas del Banco de Bogotá para cerrar
la cuenta de número 4352354 que tenía allí; su saldo era de $49.896.93.
El cajero intento redondear la cifra, pero Campo Elías no estaba de
acuerdo. Se quejó y exigió hasta que recibió los centavos completos,
para quedar sin deberle al banco y sin que el banco le debiera nada a
él; era un problema, pues las monedas de centavo ya estaban fuera de
circulación. Esa misma tarde, Campo Elías adquirió aproximadamente
quinientos proyectiles para un revolver calibre .32 largo. Sus problemas
personales, el rechazo que había sentido por parte de las mujeres, su
distanciamiento con la madre y el resentimiento social, explotarían en
una incontrolable ola de violencia. Esa noche, tras regresar al
departamento donde vivía con su madre, Rita Elisa Morales de Delgado,
inició una discusión con ella. Luego empezó a golpearla, tomó un
cuchillo y le dio varias puñaladas, hasta que la mató.
Al otro día, el jueves 4 de diciembre,
igual que otros asesinos en masa, se dio un duchazo y se vistió con ropa
limpia. Guardó en su maletín el revólver y las municiones, y se fue a
buscar a un amigo con el que jugaba ajedrez, pero no lo encontró. Fue
luego a visitar a Nora Becerra de Rincón y a su hija Claudia. Sin que
esta última se diera cuenta, Campo Elías amordazó y amarró a la mujer,
intentando abusar sexualmente de ella. Después tomó un cuchillo y la
asesinó en la sala de la casa, dándole cuatro puñaladas. Luego se
dirigió a la recámara; Claudia estaba estudiando. Campo Elías la abordó,
hablaron de nuevo sobre Jekyll y Hyde, y después la obligó a tenderse
sobre la cama; la amarró de pies y manos y la amordazó. Se puso sobre
ella, la besó en la boca en repetidas ocasiones y después comenzó a
apuñalarla; le dio veintidós puñaladas antes de que la chica muriera.
Tomó el ejemplar del libro de Stevenson y se lo llevó consigo. Claudia
tenía un hermano de once años llamado Julio Eduardo, quien no estaba
cuando los asesinatos ocurrieron. Fue el primero que se dio cuenta de lo
que había pasado con su mamá y con su hermana cuando entro a la mañana
siguiente al departamento.
A las 16:00 horas regresó a casa;
envolvió el cadáver de su madre en papel periódico y la roció con
gasolina, prendiéndole fuego. Con el pretexto de llamar a los bomberos,
hizo que le abrieran la puerta dos vecinas, que respondían a los nombres
de Inés Gordi Galat y Nelsy Patricia Cortez, y vivían en el
departamento 301; también las mató de un disparo en la cabeza. Fue
entonces al departamento 302, donde vivía Gloria Isabel Agudelo León,
mujer de cincuenta años con quien Campo Elías siempre tuvo problemas.
Ella salió a averiguar lo que sucedía y esto le costó la vida.
Después de esto bajo al apartamento 101,
donde Matilde Rocío González y Mercedes Gamboa le abrieron la puerta.
Las chicas estaban estudiando, pero lo dejaron entrar para que llamara a
los bomberos. También les disparó en la cabeza. En ese mismo lugar,
Campo Elías hirió a otra estudiante, quien murió después, cuando era
atendida en el hospital San José. Salió luego del edificio por última
vez y se quedó diez minutos observando un cartel que hablaba sobre una
obra de Federico García Lorca: Bodas de Sangre. Mientras estaba allí, se
cruzó con él Blanca Agudelo de González, una vecina. Otra vecina, Berta
Gómez, vivía con las estudiantes asesinadas y logró salvarse porque
saltó hacia el patio interior de apartamento al escuchar las
detonaciones, saliendo rápidamente del edificio. Una vez afuera, detuvo a
una patrulla de policía. Los agentes, al darse cuenta de que el cuarto
piso se estaba incendiando, le dijeron que esa labor era para los
bomberos y que ellos se encargarían de llamarlos pero, para variar,
ninguna de las autoridades que tuvieron la oportunidad de reaccionar a
tiempo lo hicieron.
Después de esto, Campo Elías se dirigió
al departamento 201 de otro edificio. Clemencia de Castro le abrió la
puerta; después de que le preguntara sobre su marido, Jesús Fernández
Gómez, ella lo invito a entrar. Durante su visita, Clemencia y él
estuvieron hablando. Lo notó nervioso, no se sentaba, se mantenía
caminando de un lado para otro y repetía frases que ya había dicho.
Clemencia le ofreció una Coca Cola, la bebida favorita de Campo Elías.
Hablaron del hijo de Clemencia, Andrés, a quien le había ido mal en el
colegio. Campo Elías le pidió reiteradamente que no lo fuera a regañar,
porque el chico se tenía que "arreglar". Luego él mismo habló brevemente
con Andrés y le dio unos consejos; Clemencia noto que Campo Elías
estaba armado, pues declaró que "se le notaba el bulto debajo del saco".
Le dijo a la mujer que se iba para un viaje, y que de la única familia
que pensaba despedirse era de ellos; afirmó que se iría a China y que no
volvería jamás. Hacia las 18:45 horas, se despidió lamentando que Jesús
no hubiera estado en la visita. Les dijo que los quería mucho.
Clemencia le preguntó si les iba a escribir y Campo Elías sólo le dijo
que no se preocupara, porque iba a recibir noticias suyas muy pronto.
A las 19:15 horas, Campo Elías Delgado
llegó a su lugar favorito: el restaurante italiano Pozzetto, en la
carrera séptima con 61, el sector bogotano de Chapinero. Saludó a los
meseros que lo conocían por ser un cliente habitual y después ordenó
media botella de vino tinto, así como un plato de spaghetti a la
bolognesa. Varias veces se levantó al baño.
A las 20:00 horas terminó de cenar y
pidió un destornillador (vodka con jugo de naranja). Luego ordenó otro y
se lo bebió al tiempo que leía una revista estadounidense. Dentro del
primer piso del restaurante, donde él se encontraba, había treinta y
cinco personas cenando. Para a las 20:15 horas, ordenó un tercer
cocktail; poco después se sentó en la barra. Le entregó la revista y un
poema al barman y pidió un cuarto vodka.
A
las 21:00 horas, pidió la cuenta; le dejó una generosa propina al
mesero y se fue al sanitario con su maletín. Regresó poco después con la
pistola en la mano y el ejemplar de El extraño caso del doctor Jekyll y
el señor Hyde en el bolsillo. Seis disparos iniciaron la masacre. Campo
Elías se acercaba a las mesas, apuntaba a las personas, les gritaba que
se trataba de un asalto, las obligaba a ponerse boca abajo y les
disparaba en la nuca. La niña Johana Cubillos Garzón presenció cómo el
asesino mataba a su hermana; después se acercó a ella, pero no la mató.
Campo Elías disparó más de trescientas
balas. Mató allí a cinco mujeres y a nueve hombres, e hirió gravemente a
quince personas más; seis de ellos morirían más tarde. Siendo un ex
Boina Verde, su puntería era excelente. Ejecutó a las personas de un
certero tiro en la cabeza, igual que lo hizo horas antes con su madre,
su alumna y los vecinos del edificio.
Cuando hubo disparado contra todas las
personas que había en su rango de visión, y según versiones de testigos,
Campo Elías pronunció sus últimas palabras: "Mi nombre es Legión".
Según testimonios, apuntó el arma contra su cabeza y disparó. Una niña
llamada Johana Cubillos Garzón, estaba allí esa noche negra: no solo vio
morir a su hermana de once años, sino que aseguró a la revista Semana
que vio cómo Campo Elías se suicidaba. "Yo vi todo, yo era la única que
lo estaba viendo. El loco pedía que le dieran dinero en efectivo y que
dejáramos los billetes sobre las mesas, al tiempo que daba vueltas en el
salón disparando y matando. De pronto se paró junto a mí, me miró y
pensé que me iba a matar, pero no lo hizo. Pensé que dispararía pero no
lo hizo, no sé por qué no me mató, pero a mi hermana ya la había
asesinado. Yo miraba cómo mataba a la gente y no podía hacer nada. Hasta
que llegó la Policía y rompió un vidrio, entonces vi cómo el loco se
disparó y cayó". Pero investigaciones posteriores demuestran que Campo
Elías recibió varios disparos, dos en el pecho y cuatro en la cabeza, lo
cual haría imposible que se hubiera quitado la vida.
Los testigos pudieron observar cómo
llegaban las primeras patrullas de policía, escucharon más disparos y
presenciaron la forma en que los agentes de la Policía destruían
ventanales para entrar al lugar. El dueño del restaurante, Bruno, salió
de este gritando que no le destruyeran el negocio. La Policía entró y
los agentes comenzaron a disparar. Un joven salió diciendo: "¡Mataron a
nuestra madrecita!".
Los heridos fueron trasladados a los
hospitales San José, San Ignacio, San Pedro y al Hospital Militar. La
Policía se dio gusto disparándole al cadáver de Campo Elías, para luego
decir que habían sido ellos quienes lo habían matado.El cadáver de Campo
Elías fue reclamado por un sacerdote de la Comunidad del Perpetuo
Socorro llamado Luis Alberto Pachón Arias, para darle sepultura. Pero
luego resultó que el cura no lo era, según la Curia. El restaurante
Pozzetto reabrió nueve días después con gran éxito y aumentó el número
de clientes que acudían a ese lugar. En 2002, el escritor colombiano
Mario Mendoza publicó Satanás, una novela basada en este caso, la cual
alcanzó gran éxito de ventas y varios premios internacionales de
literatura.