Dicen que los carnívoros y los caníbales
están separados por una línea muy delgada. Al parecer, para algunos
seres humanos, el hambre puede hacer desaparecer esa línea. El viernes
12 de febrero de 1999, tres jóvenes encontraron en las inmediaciones del
puente colgante "Libertador", escondidos entre escombros, varios pies y
manos humanos.
Inmediatamente dieron aviso de su
macabro descubrimento al teléfono de Emergencia 171, de la Defensa Civil
Táchira, quien destacó de inmediato elementos para tomar conocimiento
del caso.
El puente "Libertador", diseñado por el
ingeniero francés Gustave Eiffel (1832-1923), se encuentra ubicado en
las márgenes del río Torbes, entre las localidades de San Critobal y
Tariba, Estado Táchira, a unos 750 kilómetros de Caracas, Venezuela.
Una
vez confirmado el hallazgo, se hicieron presentes en el lugar
funcionarios policiales quienes en el transcurso de una nueva búsqueda
localizaron restos humanos parciales que hacían suponer entre diéz y
doce cuerpos. Una vez descartada la hipótesis de que pudiera tratarse de
un área de liberación de cadáveres de alguna banda de narcotraficantes o
de alguna secta satánica, se recurrió a las denuncias de personas
desaparecidas. Se pudo determinar la existencia de una serie de
denuncias en la localidad entre noviembre de 1998 y enero de 1999 por lo
que se procedió a rastrear la zona. Por primera vez se comenzó a
especular la existencia de un asesino en serie.
En una casucha fabricada con escombros
(rancho), en al área del Parque 12 de Febrero, encontraron varios
recipientes con carne humana y vísceras preparadas para el consumo, tres
cabezas humanas y varios pies y manos que fueron llevados a la morgue
del Cementerio Municipal de El Vigía, estado de Mérida, debido al
avanzado estado de descomposición que presentaban. El dueño el rancho
resultó ser Dorancel Vargas Gómez, un mendigo bastante conocido en la
zona nacido en Caño Zancudo, estado Mérida, el 14 de mayo de 1957. (Cabe
mencionar que por algún error periodístico su nombre fue cambiado a
Dorángel)
Su arresto por los detectives del Cuerpo
Técnico de la Policía Judicial con el apoyo de la Policía Montada se
llevó a cabo poco después y fue conducido a la casilla policial más
cercana del Parque en las afueras de Tariba. Ahí se condujo un
interrogatorio preliminar que daría a la policía no pocas sorpresas.
"No me arrepiento de lo que he hecho,
porque me gusta la carne y no soy el único, en diciembre compartí al
vecino Manuel, "pana" que era muy buena persona y yo me dije: si es tan
buen vecino, tiene que estar bien sabroso. Total que hice unas
empanadillas con él y las compartí con los conocidos que en todo momento
alabaron la sabrosura del relleno. Quizá ahora piensen mal de mi, pero
yo lo hice con la mejor buena voluntad del mundo, como recomienda la
Iglesia. Yo compartí mi pan, bueno en este caso al bueno de Manuel, pero
al caso le hace lo mismo con otros tan necesitados como yo y ahora me
veo prisionero. Yo por necesidad me veo metido en esta vaina, por todo
cuanto robaron en esta nación que nos han llevado al hambre a miles de
venezolanos, pero no me arrepiento, a pesar de que lo único que no me
daba apetito eran las cabezas. Con las manos y los pies, cuando más me
apuraba el hambre, yo me hacia una sopita con ellas y no desaprovechaba
nada".
Esta y otras declaraciones pusieron los
pelos de punta al sargento de policía Gumersindo Chacón, encargado de la
casilla. Dorancel no ahorró detalles sobre la manera en la que
descuartizaba, sazonaba y cocinaba a sus víctimas.
"...Los hombres saben mejor que las
mujeres, saben recio como cochino salado, como jamón, da gusto comer un
buen macho, las mujeres saben dulce, como quien come flores, y te dejan
él estomago flojo, como si no hubieses comido."
Algunos detalles que declaró serían
jocosos de no ser tan aterrorizantes: "Nunca mataba hombres gordos,
tienen mucha grasa y eso tiene mucho colesteról..."
Tras que las confesiones realizadas
fueron publicadas por la prensa, algunos atónitos vecinos empezaron a
recordar detalles de la vida del mayor asesino en serie de la historia
venezolana, según las autoridades.
Parece ser que siempre había vivido solo
y desaparecía largas temporadas paseando con una barra metálica, como
una lanza, de un metro de largo. Lo que nadie podía imaginar es que
utilizase esa barra para cazar a sus víctimas, quienes se supone que
eran indigentes de la zona y obreros que laboraban en las riveras del
río Torbes recogiendo y transportando arena. Tras cazarlos, los
descuartizaba, guardaba las partes que se comía para cocinarlas y
enterraba lo demás, que según sus declaraciones, "le producían
indigestión".
Una investigación sobre los antecedentes
del Vargas reveló que este era su cuarto arresto, los dos primeros se
dieron en El Vigía, años antes, por dos delitos menores: robo de
gallinas y de ganado. La verdadera sorpresa era que ya había sido
capturado en una ocasión en el año 1995 por el mismo delito de
"Canibalismo". Luego de permanecer aislado en la cárcel de Santa Ana, y
por presentar desequilibrios mentales, fue trasladado al centro
psiquiátrico de Peribeca, cerca de San Cristóbal, de donde logró
escaparse.
Si bien una de las víctimas ya ha sido
identificada como Francisco A. López, quién desapareció de su lugar de
trabajo, situado en las proximidades del río Torbes, la Policía Judicial
continua en estos momentos sus investigaciones para identificar los
restos hallados y excavar en otros lugares en busca de nuevos restos.
http://www.pasarmiedo.com/