El Roble Encadenado
Era una fría noche de otoño del año 1821, y el 
conde de Shrewsbury regresaba a casa en su carroza, cuando de pronto un anciano 
de aspecto zarrapastroso y barba gris se le cruzó en el camino, como 
solicitándole que detuviese la carroza. ¿Quién sería aquel vagabundo que osaba 
importunarle?, se preguntó el conde mientras miraba con desdén al viejo, que le 
extendía la mano mientras, guiado por una mezcla de vergüenza y pesar, hundía la 
mirada en el suelo.
Al parecer, el anciano quería una moneda, y esto molestó bastante al conde. 
Detestaba a los mendigos, así que sólo se quejó e hizo un gesto de asco y 
negación; pero, en lugar de callar, el viejo se indignó y, señalando a un roble 
que estaba muy cerca, dijo con voz ronca y tono solemne: “Por cada rama que caiga de este viejo roble que aquí 
yace, un miembro de tu familia morirá”… Como era de esperarse, el conde solo se 
enfadó más ante la maldición del mendigo, pero obedeció a su sentimiento de 
superioridad y se marchó sin decirle nada.
Mientras volvía a casa, la llovizna que antes caía se transformó en una 
lluvia furiosa, en medio de la cual el viento rugía, las gotas caían como clavos 
de cristal, y los relámpagos hacían palidecer el firmamento, seguidos por el 
sobrecogedor sonido de los truenos. Intentando guardar la calma, el conde se 
dijo que, todas las posibles sospechas de que el clima fuese un indicio de que 
la maldición se cumpliría, no eran más que patrañas propias de mentes 
supersticiosas, caso que no era el de un hombre inteligente como él, por lo que 
debía proseguir su camino con altiva indiferencia.
No obstante, poco después la calma del conde se 
derrumbó por unos instantes, pues un rayo acababa de caer muy cerca, al parecer 
sobre un árbol… Entonces intentó convencerse de que el árbol afectado no era el 
roble; pero, al llegar a casa, lloró como un niño al enterarse de que alguien de 
su familia había muerto, supuestamente por causas desconocidas…
Inquieto ante la reciente desgracia, el conde se 
sorprendió cuando, al revisar el sendero al día siguiente, constató que 
efectivamente el rayo había caído en el roble, quitándole una rama… ¿Sería la 
maldición? Quizá, y por eso ordenó a sus criados que encadenasen las ramas del 
roble, a fin de impedir que volviesen a caer y a matar más miembros de su 
familia.
El Árbol del Diablo en New Jersey
Cuentan que, al acercarse al Árbol del Diablo, 
una sensación de opresión se apodera de ellos, como si en el ambiente se 
respirase la maldad. Inclusive, algunos han dicho que percibieron gritos sin 
fuente aparente, o que vieron sombras o siluetas encapuchadas, merodeando con 
actitud acechante y escurridiza. Pero lo más sorprendente es la historia del 
carro negro fantasma, que ha perseguido a algunos después de que treparon en sus 
coches para alejarse del funesto lugar. Ese coche los persigue, castiga con su 
presencia la valentía de los curiosos, pero siempre desaparece inexplicablemente cuando el coche de las víctimas 
se aproxima a la carretera principal.
Ahora, y si nos preguntamos por qué nadie ha 
quemado el árbol o lo ha cortado, la respuesta se resume en una sola palabra: 
miedo. Y es que, quienes han golpeado al árbol o se han burlado de él, han 
experimentado accidentes de tráfico, daños en el coche, o algún otro suceso 
nefasto. Es como si el árbol se protegiese a sí mismo mandando mala suerte a 
quienes lo ponen en peligro, o al menos eso da a entender lo sucedido en aquella 
ocasión donde, tras emitirse la orden de derribarlo, los trabajadores encargados 
de cortarlo no pudieron hacer nada: primero porque las sierras eléctricas 
dejaron de funcionar inexplicablemente al encenderse 
cerca del objetivo, segundo porque, tras volver a funcionar 
inexplicablemente una vez que estuvieron lejos, los 
dientes de las sierras se 
rompieron cuando intentaron penetrar en aquella endemoniada madera, y tercero 
porque, al tratar de cortar con hachas, las hojas de metal se salieron tras los 
primeros golpes… Claro que alguien podría intentar acabar con el árbol de otra 
forma, pero todo el que se acerca siente miedo 
inexplicablemente; y nadie, tras haber respirado el 
horror que impera en torno al árbol, pensará en eliminarlo sin creer que por 
ello podría también sufrir la muerte o algo todavía peor…
Otro aspecto interesante de la leyenda, es que el 
árbol siempre se mantiene caliente al tacto, incluso si hace mucho frío y cae 
nieve. Es como si de un cuerpo humano se tratase, como si su seca madera fuese 
carne cálida, palpitante como las vísceras de los seres que, en los numerosos 
rituales satánicos que se han efectuado junto a él, han sido ofrecidos, 
sacrificados (hablamos de sacrificios de animales, de humanos no es seguro) al 
Señor de las Tinieblas… Conjuntamente, el calor constante del árbol es 
acompañado por pequeñas (unas zonas de unos 3 o 2 metros cuadrados más o menos) 
frías alrededor, las cuales siempre están, incluso en los meses de más calor; y 
es que, según el conocimiento esotérico y parapsicológico, el frío inexplicable 
es algo que acompaña a las presencias malignas…
Como vemos, el Árbol del Diablo tiene impreso el sello de la muerte, y han 
sido muchos los sucesos ocurridos junto a él: supuestas ejecuciones de esclavos rebeldes en siglos 
pasados, reuniones y linchamientos efectuados por el Ku Klux Klan, suicidios, un 
hombre que mató a su familia y después se ahorcó, y sobre todo el caso del 
asesino Gerard John Schaefer, que violó, mutiló, ahorcó y enterró a dos chicas 
junto al árbol, volviendo días después para cometer abominables actos de 
necrofilia con los cadáveres…
Finalmente, se sabe de fotos que muestran 
ectoplasma, orbes o cosas raras cerca del árbol, pero son muy pocas porque casi 
siempre las cámaras dejan de funcionar cuando están cerca del Árbol del 
Diablo.
El Árbol del Vampiro
Se cuenta que en Guadalajara (Jalisco/México) existía un vampiro que se alimentaba de sangre 
humana. Inicialmente el hematófago solo abusaba de animales, y la preocupación 
de los pobladores era más que todo económica al encontrar tumbadas y secas a sus 
vacas o a otras criaturas. Sin 
embargo, cuando ya el ganado se había reducido considerablemente, comenzaron a 
aparecer niños muertos en las calles. Era un espectáculo atroz, pues el vampiro 
era tan salvaje que los infantes habrían quedado como pasas, totalmente 
secos…
Por temor al vampiro, los padres prohibieron 
salir a sus niños de noche, y no sólo se quedaron en casa los pequeños, sino 
también la mayoría de adultos, pues temían no tener fuerza para acabar con un 
enemigo que podía ser veloz y tremendamente fuerte.
No obstante las muertes prosiguieron, hasta que 
en medio del temor colectivo se 
encendió la llama de la ira, y ésta dio paso al coraje, gracias a lo cual se 
organizó un grupo para acabar con el vampiro. Así, empezaron a seguirle el 
rastro y una noche consiguieron emboscarlo, lincharlo y clavarle una estaca en 
el corazón…
Entusiasmados con su victoria sobre el 
sanguinario vampiro, los pobladores organizaron un entierro al día siguiente de 
haberle dado muerte, y en el entierro colocaron una lápida grande y pesada, como 
para evitar que aquel engendro de las sombras volviese a clavar sus infames 
colmillos en la carne de los vivos.
Con el entierro creyeron que el vampiro se 
esfumaría para siempre, y al menos fue así en el sentido que importaba para la 
seguridad pública, pero de una manera sutil y enigmática el hematófago volvió 
pues, después de que pasaron algunos meses y su tumba fue profanada, empezó a 
crecer, supuestamente de la estaca que le clavaron, un árbol mágico: este árbol 
sangraba cuando lo cortaban, reflejaba (en su corteza, de manera borrosa y 
fantasmal) los rostros de las víctimas del vampiro por la noche, y supuestamente 
tenía aprisionado el espíritu del vampiro, a causa de lo cual aún perdura, pues 
los pobladores piensan que, si se lo corta, el perverso chupa sangre podría 
regresar…
.
El Árbol de Los Ahorcados
En una pequeña comunidad de Victoria de Cortázar, en 
Guanajuato, dentro de México, yace un famoso árbol de mezquite, del cual 
pendieron alguna vez, ahorcados, inertes y derrotados, muchos revolucionarios 
caídos durante la Revolución Mexicana; aunque, según la versión popular, los 
ajusticiados eran bandidos dedicados al pillaje…
Sea como sea, todavía hoy en día se dan fenómenos 
paranormales en torno al árbol. Así no son pocos los testimonios; y por ejemplo, 
Uriel Almanza (un morador del lugar) cuenta que muchos van hasta el Árbol de Los 
Ahorcados para pedir favores (generalmente económicos…) al rostro demoníaco que 
de forma aparentemente inexplicable se ha plasmado en lo alto del tronco y que, 
tras la medianoche, cuentan que cobra vida, a la par que las almas de los 
ahorcados empiezan a llenar el aire con sus escalofriantes lamentos…
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El Árbol de Casandra
En las españolas Islas Canarias, existe la 
leyenda del Árbol de Casandra, cuya historia tiene dos conocidas versiones:
La primera cuenta que Casandra era una jovencita 
de entre 12 y 16 años, que pasaba mucho tiempo jugando con un chico de su edad, 
pero aquella era una época conservadora y el romance que llegaron a tener fue 
muy mal visto. Así, el padre de Casandra le prohibió encontrarse con su pequeño 
novio, pero ésta siguió viéndose a escondidas y él, presa de la cólera ante la 
idea del deshonor, asesinó al novio de su hija…
Tras perder a su amado, Casandra estaba 
profundamente dolida y resentida con su padre, y realizó un pacto con el Diablo, 
en parte para vengarse; sin embargo la descubrieron y, como en ese entonces aún 
las brujas solían ser asesinadas, la capturaron, la ataron al árbol junto al 
cual hizo el pacto, y allí la quemaron viva… Desde ese fatídico día, comenzó a 
escucharse que cerca del árbol a veces se escuchaban los alaridos de una 
jovencita y un ruido como de cadenas arrastrándose. Se cree que es el alma en 
pena de Casandra, pues muchos dicen haber visto, tallado en la corteza del 
árbol, un “Casandra e Iván” que después se borra inexplicablemente…
La otra versión de la historia, más cruda aún que 
la primera, dice que Casandra se quedó embarazada de Iván, y que dio a luz a dos 
mellizos. Temerosa aún de perder a Iván, Casandra creyó que éste podría dejarla 
si el tiempo deterioraba su belleza, y tal fue la angustia experimentada ante 
aquella enfermiza idea, que finalmente hizo un ritual para contactar con el 
Diablo, a fin de ver si éste le aseguraba una belleza indeleble a cambio de 
algún sacrificio. Sorprendentemente, el Diablo pidió a Casandra que sacrificase 
a sus dos mellizos: solo así le daría lo pedido, y tan aferrada a Iván estaba 
ella, que aceptó realizar el abominable tributo.
Llegó entonces aquella noche profundamente negra 
en que Casandra, asegurándose de que Iván estuviese dormido y no despertase, 
tomó con cuidado a los dos bebés, salió de la casa y, bajo la pálida luz de la 
luna llena y resplandeciente como aquella locura que animaba su mirada, caminó 
hasta ese árbol en que tantas veces había estado con el padre de los seres que 
ahora sacrificaría. Allí, aproximadamente a la medianoche según el deseo de 
Satanás, sacó el puñal y lo levantó con solemnidad; pero, en aquel breve lapso 
de tiempo en que se detuvo a contemplar lo que estaba haciendo y a combatir la 
parte de sí misma que se resistía a tal monstruosidad, advirtió entre los 
arbustos el brillo de unos ojos asombrados y a la vez enfurecidos: era Iván, que 
se abalanzó velozmente sobre ella sin darle tiempo a reaccionar, la golpeó, la 
ató al árbol mientras el llanto desesperado de sus hijos acompañaba a las 
inaudibles carcajadas de Satanás, y la quemó como se quema a una verdadera 
bruja… Entonces el humo de la carne chamuscada ascendió al firmamento junto con 
los últimos gritos de Casandra, pero su alma intranquila aún sigue penando en 
torno al árbol donde la quemó viva el hombre que allí mismo tantas veces la 
besó…
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