Los seres humanos siempre se han sentido atraídos por la perspectiva
de misteriosos lugares inexplorados. Nos cautiva la idea de que hay un
lugar más allá de nuestro conocimiento y comprensión en algún rincón
remoto del mundo. Del mismo modo, generalmente las personas se han
sentido enamoradas con la simple la idea de la existencia de misteriosas
ciudades en la selva y civilizaciones míticas perdidas.
A lo
largo de nuestra curiosa historia, muchos exploradores han ido en
búsqueda de mundos perdidos que se han congelado en el tiempo. Algunos
de estos exploradores se han aventurado en las selvas más oscuras en
busca de esos lugares, pero nunca llegaron a encontrar lo que estaban
buscando. Sin embargo, otros exploradores viajaron hacia lo desconocido y nunca regresaron, dejándonos una pregunta: ¿encontraron lo que estaban buscando?
Este es el caso de la expedición dirigida por el explorador británico
Percy Fawcett, quien fue en busca de una ciudad mítica en las selvas
inexploradas de la Amazonia y desapareció de la faz de la tierra,
creando un misterio sin resolver que ha perdurado hasta nuestros
tiempos.
Percy Fawcett fue uno de los grandes exploradores del SXX, que pasó gran
parte de su vida cartografiando partes inexploradas de Sudamérica. De
hecho, se cree que la vida de Fawcett sirvió de inspiración en la
creación del personaje de Indiana Jones. En 1906, el presidente de la
Real Sociedad Geológica solicitó a Fawcett que cartografiara gran parte
de Sudamérica, en la zona de Bolivia y Brasil. En esos momentos gran
parte de Sudamérica era completamente desconocido, sin mapas fiables
para poder seguir. Pero para este cometido, la Sociedad escogió a
Fawcett como el hombre que querían que se hiciera cargo de esta tarea
difícil y peligrosa
A pesar de los innumerables peligros del proyecto, como las
enfermedades, los animales peligrosos y los nativos hostiles, para
Fawcett fue un sueño hecho realidad. En junio de 1906, se embarcó en la
que sería su primera expedición al Amazonas. Ese fue el inicio de una
leyenda. En las expediciones, Fawcett tuvo que hacer frente a las luchas
internas y los nativos salvajes, además de otros peligros que acechaban
en las selvas inexploradas como serpientes venenosas y arañas,
vampiros, anacondas gigantes, anguilas eléctricas, feroces pirañas,
gatos salvajes y otros animales peligrosos.
Además de trazar la
geografía de Sudamérica también hizo descubrimientos geológicos y
zoológicos únicos. Durante sus viajes, él catalogo unas criaturas misteriosas no conocidas por la ciencia, como los perros de dos narices, la araña gigante venenosa, que él llamó la “araña Apazauca”,
o incluso una criatura desconocida del tamaño de un perro que dijo
tener tanto rasgos caninos como felinos en Bolivia. La criatura llego a
ser conocida como el Mitla, aunque solo se conoce de su existencia por
las historias de Fawcett.
Fue
durante los últimos años de sus diversas expediciones que Fawcett
comenzó a obsesionarse con la idea de civilizaciones perdidas en el
Amazonas. Él siempre había albergado una extraña fascinación con tales
misterios, y según los registros históricos había pasado parte de su
vida en las selvas de Ceilán (actual Sri Lanka) en busca de un tesoro
perdido después de encontrar un antiguo mapa. Pero en 1920, Fawcett
encontró unos documentos del siglo XVIII en la Biblioteca Nacional de
Río de Janeiro que fueron de un explorador portugués que había afirmado
haber encontrado una ciudad amurallada muy parecida a las de la antigua
Grecia, rodeado por altas montañas en lo más profundo de la selva
brasileña. Los documentos cautivaron a Fawcett, que estaba convencido de
la existencia de la ciudad perdida, que él llamó simplemente “Z”.
Después de recopilar información sobre la supuesta “Ciudad Z”, Fawcett estaba convencido de que tenía cierta relación con el continente perdido de la Atlántida,
donde algunos de los sobrevivientes habían llegado a Sudamérica y
construyeron una nueva civilización en las selvas de Brasil. Esta teoría
se vio reforzada cuando Fawcett recibió una reliquia de la selva en
forma de una figura de basalto de color negro de unos 20
centímetros. Fawcett, que había pasado muchos años estudiando el
ocultismo, solicitó la ayuda de un psicometrista. El psicometrista
informó a Fawcett que el ídolo de basalto era de la Atlántida.
Esto fue la prueba definitiva de la teoría de Fawcett, así que pensó
que era posible encontrar la ciudad perdida Z. En una carta dirigida a
su hijo Brian, Fawcett describió la ciudad perdida de Z:
“Espero
que las ruinas sean de carácter monolítico, más antigua que los
descubrimientos antiguos egipcios. A juzgar por las inscripciones que se
encuentran en muchas partes del Brasil, los habitantes utilizan una
escritura alfabética parecida a las europeas y a las asiáticas antiguas.
Hay rumores que dicen que una extraña fuente de luz sale de sus edificios, un fenómeno que llenó de terror a los indios que decían haberlo visto.”
“El
lugar central que yo llamo “Z”, que es nuestro principal objetivo, se
encuentra en un valle coronado por montañas altas. El valle es de unos
diez kilómetros de ancho, y la ciudad está en medio de ella. Las casas
son bajas y sin ventanas, y hay un templo piramidal. Los habitantes son
bastante numerosos, tienen animales domésticos, y minas bien
desarrolladas en las colinas circundantes. No lejos de allí hay una
segunda ciudad, pero las personas que viven en ella son de un orden
inferior a los “Z”. Más al sur se encuentra otra ciudad grande, medio
enterrada y destruida por completo.”
En
1921, Fawcett se propuso encontrar Z, pero esta primera fue realmente
desastrosa. Poco después de salir, los hombres se vieron desmoralizados
por las dificultades constantes, los animales peligrosos, y las
enfermedades de la selva. Aunque Fawcett lo probó en diversas ocasiones,
los problemas constantes le obligaron a abandonar su idea. Los años
pasaron, pero la obsesión de Fawcett por la mítica ciudad no se
desvaneció.
En abril de 1925, decidió definitivamente encontrar la Ciudad Z, aunque esta vez mejor equipado y preparado. Junto
a él fueron su buen amigo Raleigh Rimell, su hijo mayor, Jack Fawcett,
dos trabajadores brasileños, ocho mulas, dos caballos y un par de
perros. La expedición estaba muy bien equipada y bien financiada por
diferentes sociedades científicas y periódicos. El recorrido también
estaba meticulosamente trazado y planeado, parecía que nada podía salir
mal. La expedición se embarcó el 20 de abril de 1925,
desde la ciudad de Cuiabá. El 29 de mayo de 1925, Fawcett y su equipo
llegó a territorio inexplorado, selvas que nadie antes había visto.
La
expedición llego a un lugar llamado Dead Horse, apodado así porque
había tenido que disparar a un caballo allí en una expedición anterior, y
donde Fawcett proclamó:
“Saldremos de esta región dentro de unos días… No debemos cometer fallos”.
Con esas palabras, la expedición siguió adelante en la selva inexplorada. Iba a ser lo último que se supo de ellos.
La expedición declaró que estarían fuera durante un año, por lo que
cuando pasaron dos años sin noticias de ellos, la gente comenzó a
preocuparse. La expedición de Fawcett para encontrar la Ciudad de Z
había sido muy publicitada, así que había millones de seguidores en todo
el mundo preguntándose lo que había pasado con la expedición. En un
principio, muchas personas sugirieron que Fawcett y su equipo habrían
sido asesinados por las tribus nativas o animales salvajes, o tal vez
habrían sucumbido a las enfermedades, pero nadie sabía a ciencia cierta
lo que había pasado.
No
mucho después de la desaparición de la expedición, surgió una
evidencia. En 1927 fue hallada una placa de identificación perteneciente
a Fawcett en posesión de una tribu indígena, aunque luego se demostró
que se trataba de un recuerdo de Fawcett 5 años antes. El hijo de
Fawcett, Brian, hizo dos viajes a la región para tratar de averiguar lo
que había pasado. Durante uno de sus viajes, una historia bastante
convincente le fue transmitida por un viajero francés en Lima, Perú. El
viajero francés le dijo que en la selva de Minas Gerais, un estado de
Brasil cerca de Mato Grosso, encontró un anciano que dijo se Fawcett. El francés nunca había oído hablar del explorador y no fue hasta que habló con Brian que supo de su historia.
A
partir de ese momento comenzaron ha surgir historias sobre Fawcett,
como que había sido capturado por nativos o incluso que él había tenido
amnesia y viva como como el jefe de un amazónica tribu. En las décadas
siguientes hubo numerosas expediciones que buscaron respuestas al
misterio de Fawcett, pero algunas de ellas sufrieron la misma suerte. En
total, hubieron 13 expediciones para encontrar respuestas al destino de
Fawcett, y más de 100 personas perdieron sus vidas.
Aunque una de las teorías favoritas de los teóricos de la conspiración fue que Fawcett encontró la apertura a una gran ciudad subterránea,
donde sigue viviendo hasta nuestros días. Esta sorprendente teoría
estaría refutada por varias misteriosas cartas recibidas en los últimos
años. Una carta fue recibida por el hijo menor de Fawcett, Brian, en
1952. La carta era supuestamente de un colono alemán que vivía en Brasil
y que decía:
“Su padre y su hermano fueron almas adoradas por los indios y están viviendo en las ciudades subterráneas…”
Otra
carta fue enviada en el año 1956 al Dr. Henrique de Souza, presidente
de la Sociedad Brasileira de Teosófica. La carta en este caso era muy
similar a la recibida por Brian, afirmando que Fawcett todavía estaba
vivo y viviendo bajo tierra en “una ciudad subterránea en la Serra do Roncador, en Mato Grosso”.
La
teoría de que Fawcett estaba viviendo en una ciudad subterránea se hizo
tan popular que en la década de 1960, un hombre llamado Udo Luckner
formó un culto llamado Magical Nucleus. Llamándose a sí mismo “El Sumo Sacerdote del Roncador”, Lucknor afirmó que la ciudad Z de Fawcett era un reino espiritual
al cual había tenido acceso. El culto trató de localizar el portal a
este mundo mágico y unirse a Fawcett. El grupo se disolvió en 1982
cuando su predicción del fin del mundo no se cumplió.
Aunque otra
teoría es que Fawcett en realidad encontró lo que estaba buscando. En
este escenario, Fawcett encontró a su amada ciudad Z, y era tan grande y
magnífica que eligió para pasar el resto de sus días allí, en su
grandeza, para siempre oculta al mundo exterior.
¿Pero qué pasó
con Fawcett y su expedición? Después de todos estos años, nadie lo
sabe. La desaparición de la expedición Fawcett sigue siendo uno de los mayores misterios del siglo XX, y ha dado lugar a una de las búsquedas más misteriosas de nuestra historia.
¿Fawcett
encontró lo que estaba buscando? ¿Vivió en la ciudad mágica sus últimos
días en paz? ¿O finalmente sucumbió a los innumerables peligros que
había logrado evitar durante tanto tiempo? Tal vez nunca lo sabremos.
http://www.mundoesotericoparanormal.com/
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